El hambre es un ignominioso arma de guerra

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Una niña palestina, desplazada con su familia, come pan en el campo de Rafah

La aplicación que está haciendo Israel de la ley del talión supera todos los temores que existían al inicio de la operación de revancha por los terroríficos ataques de Hamás del 7 de octubre. Entonces hubo 1.300 muertes israelíes. A estas alturas los muertos palestinos contabilizados –que no incluyen a los desaparecidos y enterrados bajo los escombros de las viviendas destruidas– superan ya los 30.000. La siniestra proporción es, pues, de 25 muertes palestinas por cada muerte israelí. Lo de "ojo por ojo y diente por diente" se ha visto superado de forma desproporcionada. Estos treinta mil muertos no incluyen al más de un centenar que murieron el jueves cuando los soldados israelíes que han ocupado el norte de Gaza desde hace semanas quisieron dispersar a la multitud que seguía al convoy de ayuda humanitaria. Famélicos y desesperados, la multitud seguía a los camiones. Sobre lo ocurrido hay varias versiones. Los supervivientes que han hablado en los medios locales explican que los palestinos seguían a los camiones y fueron dispersados ​​a tiros por los soldados y los tanques israelíes. Según el ejército israelí, hubo algunos disparos, pero la mayoría de los fallecidos lo fueron por la desbandada posterior y por los mismos camiones de avituallamiento. Las imágenes que se han visto parecen avalar la primera versión.

Sea como fuere, lo más grave es que los impedimentos que está poniendo Israel al paso de la ayuda humanitaria está provocando estas colas y aglomeraciones comprensibles, ya que la multitud famélica intenta cómo puede conseguir la poca comida que llega. La invasión ha destruido el sistema agrario y comercial de la Franja y prácticamente toda la población depende ya de una ayuda externa que sólo entra con cuentagotas. La situación es tan grave que ni la ONU ni las milicias propias escoltan ya a los camiones de ayuda al norte porque no es seguro debido a los asaltos de bandas de gente desesperada ya la presión del ejército. Hay muy pocos puntos de entrada de la ayuda, y en la frontera sur, en la parte egipcia, se aglomeran más de 1.000 camiones que transportan unas 15.000 toneladas de alimentos. Algunos países han empezado a invadir la ayuda con aviones, pero la situación es tan caótica que algunos paquetes caen al mar o el viento les ha llevado a la parte israelí. Incluso Estados Unidos, los grandes aliados de Israel, se están planteando hacer llegar ayuda desde el aire. Muestra de hasta qué punto el gobierno israelí puede actuar con total impunidad sin que nadie, pese a las críticas que han empezado a proliferar cada vez más en los gobiernos occidentales, tenga capacidad de obligarle a algo tan elemental como dejar pasar el ayuda alimentaria y sanitaria a la población civil.

La crisis alimentaria que existe en la Franja, y que ha hecho que esta semana se hayan empezado a contabilizar niños muertos por inanición, es provocada y es perfectamente evitable. Es el ejército israelí quien está bloqueando esta ayuda y está utilizando el hambre como un arma, en lo que es considerado para muchos expertos un crimen de guerra. El mundo está asistiendo impotente a una tragedia que cada vez se asemeja más a lo que conocemos como genocidio. Matar de hambre a niños no debería enorgullecer a nadie. La ayuda humanitaria no es negociable. Hay que detener, cuanto antes, esta barbarie.

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