Entrevista

Ariadna Tuxell: "He trabajado con gente mala en serio"

Escritora y moza de escuadra

6 min
La escritora y moza de escuadra Ariadna Tuxell fotografiada hace unos días en Barcelona

Barcelona"Soy escritora y policía. Ésta es mi carta de presentación, lo que me hace ser diferente", explica Ariadna Tuxell, seudónimo de Beatriz Torregrossa, escritora y moza de escuadra desde hace 22 años. Ya es una firma consolidada en el mundo de la novela erótica y romántica, en la que tiene 16 novelas publicadas, la mayoría con la editorial Planeta. Ahora todavía un nuevo proyecto: "una trilogía policiaca de la mano de la editorial Malpaso", que verá la luz en otoño. Su personaje principal será una mujer fuerte, como muchas de sus protagonistas. Ella reivindica este género literario tan menospreciado y defiende con orgullo que arrastra a muchas lectoras que se enganchan –en su caso– a las historias en las que ella mezcla su experiencia como policía con apasionadas relaciones de amor.

Eres escritora y policía, una combinación bien curiosa.

— Son dos profesiones muy vocacionales, pero yo lo tenía muy claro desde pequeña, que quería dedicarme a las dos. Es que soy muchas ideas fijas y en la guardería ya decía que quería ser policía. Y no sé de dónde saqué, porque no tengo ningún familiar ni nadie cerca que sea policía, y desde pequeña que también he escrito mucho.

Pues dicho y hecho, eres policía y escritora. ¿Dos sueños hechos realidad?

— Sí, y para mí las dos vocaciones están muy conectadas. No entiendo una sin otra porque están incompletas. Son las dos vertientes de mi vida, las dos pasiones, y por eso necesito hacer ambas cosas para ser yo. Cuando soy policía soy Beatriz Torregrossa, que es mi nombre real, y cuando soy escritora soy Ariadna Tuxell, que es mi seudónimo y mi identidad como escritora, como me conoce todo el mundo en el mundo literario. Ambas beben y se nutren la una de la otra.

Pero no eres la primera policía escritora. ¿Por qué hay tantos policías a los que les gusta escribir?

— Bien, es que en la policía pasan muchas cosas, vemos muchas cosas. Somos un reflejo de la sociedad y, por supuesto, a menudo vivimos situaciones tan extremas que son muy buen material literario. Yo siempre digo que en mi trabajo la realidad supera a la ficción.

¿Y cómo trasladadas estas vivencias policiales a los libros?

— He tenido la suerte de trabajar en unidades muy interesantes de los Mossos d'Esquadra, y esto me ha permitido vivir muchas cosas. He estado en el servicio de traslado de presos; a atención a la víctima, donde trabajé mucho con víctimas de violencia machista; he sido instructora de la escuela de policía; he estado en la calle, a seguridad ciudadana; he hecho de monitora de tiro... He hecho muchas cosas y he ido acumulando información que después vierto a mis libros. Hay algo que siempre pienso, y es que no quiero que se pierda todo lo que tengo aquí dentro, todas las vivencias y los recuerdos.

¿El oficio de policía es muy vocacional?

— Yo creo que, como todos los trabajos, debe gustarte. Pero sí es cierto que en mi trabajo ves lo peor de cada casa. Estamos delante de lo peor de la sociedad y esto puede llegar a quemar. Pero yo siempre digo que una vez te quitas el uniforme todo esto debe quedar en taquilla, no te lo puedes llevar, pero a veces es difícil. Hay momentos en los que cuesta decir: “Apa, me olvido y hasta mañana”. Y para mí aquí es donde entra la escritura, porque me ayuda a encauzar las emociones, las preocupaciones, las vivencias más duras. Para mí es la mejor terapia. Mi PC es mi psicólogo. Y allí, escribiendo mis libros, es cuando me río, me emociono, lloro, me enamoro, me enfado con los personajes, les reprocho cosas...

De todas las experiencias como policía, ¿cuál te ha servido más como escritora?

— A ver, recuerdo cuándo terminé las prácticas, que era muy joven, y gané plaza a traslado de presos. Era superjovencita y muy inocente. Piensa que yo soy una persona que no tengo nada de mala vida –nunca me he emborrachado, nunca he tomado drogas, no conozco nada de estos temas, y entonces menos– y empecé a trabajar con gente mala, mucho mala en serio. Gente con la que pasaba horas y horas y me daban mucha conversación, porque yo estaba con ellos en momentos muy variados: en los traslados a los juzgados, al hospital, allá donde fueran. Y, claro, ellos deben estar custodiados en todo momento, siempre estaba con ellos. Aquello fue un bautizo en toda regla. Aprendí mucho.

Debías oír historias de película.

— Por supuesto. Y, además, la gente en estas situaciones tiene tendencia a hablar mucho, a contarte la vida. En ese momento había muchos casos de gente con problemas con las drogas, gente que se dedicaba al narcotráfico, otros que habían cometido robos, también había gente que tenían cargos directivos y habían cometido algún delito en la empresa… Recuerdo uno que me contaba todos los bancos que había robado, como lo había hecho, cómo estaba convencido de que no le pillaríamos… Era como ver una película.

Y, con tantas horas compartidas, ¿acabas tejiendo una relación con ellos?

— Ha habido casos que les he oído muy cercanos. Otros no, en modo alguno. Recuerdo muy bien una toma de la Modelo a la que acompañaba arriba y abajo y de quien fui testigo de los momentos más especiales. Recuerdo el vis-a-vis con su pareja, cuando se quedó embarazada y me lo contó, cuando la llevé al hospital, su parto –porque yo estaba allí–, el primer vis-a-vis con mi padre para que conociera a la criatura... Viví todo el proceso de aquella familia.

¿Y cómo lo compaginas? Porque tienes 16 libros publicados y haces de policía en activo.

— No es fácil porque, como dices, soy policía y escritora, pero también soy madre, soy pareja, soy ama de casa... Es complicadito. Pero con organización y con ganas e intención se quita. Y normalmente para conseguirlo es necesario reducir bastante las horas de sueño. Muchas veces aprovecho para escribir de noche. Me levanto a las cuatro y aprovecho hasta las siete para escribir. Estoy tranquila, nadie me molesta y puedo avanzar. Cuando haces algo que te gusta, no te sabe mal.

Los cuerpos de policía siguen en un mundo todavía muy masculinizado. ¿Ser mujer policía es complicado todavía?

— Yo considero que sigue siendo un trabajo de hombre, eso seguro. Pero sí que es cierto que en los últimos años, y cada vez más, se está ayudando y facilitando la entrada de mujeres. Pero si miras a la jerarquía de los Mossos, por ejemplo, te das cuenta de que no hay igualdad. Los jefes son mayoritariamente varones. Sin embargo, hay cierta sensibilidad que está cambiando. Por ponerte un ejemplo: en la brigada móvil, que son los antidisturbios, tenemos una compañera que es una mujer transexual y este tema se ha tratado con mucha sensibilidad. Se han dado charlas entre los compañeros para que entiendan la situación y las dificultades por las que ella puede pasar y creo que todos se están esforzando mucho. Algo así en un cuerpo de policía de hace 30 años era inimaginable.

En cambio, tus novelas eróticas y románticas deben tener un público eminentemente femenino.

— ¡Sí, mayoritariamente mujeres, por supuesto! Lo que ocurre es que yo creo que a los hombres les podrían gustar mucho mis libros, pero no se atreven a leérselos. Tengo compañeros que me dicen: "Me haría gracia leer un libro tuyo, pero, claro, este género es para mujeres". Y esto no es cierto. Ellos dicen que cómo es que novela romántica no la leen «porque es para marujas". "Para mujeres amargadas, a las que no les gusta su vida», me han llegado a decir.

¿Y tú qué les dices?

— Que no es verdad. Que la novela romántica y erótica es de la que más vende, que genera muchísimos ingresos en las editoriales y que todos estos estereotipos vinculados a estos libros son falsos e injustos. Y además, a mí me gusta plantear personajes femeninos fuertes, potentes. Incluso a las mujeres víctimas a menudo les hago vivir un giro para que acaben siendo mujeres empoderadas. Me gusta mucho que acaben siendo personajes potentes, mujeres seguras, que dicen: "Basta, ahora mando yo a mi vida". Es un mensaje que me gusta mucho dar a las mujeres que me leen. Que todas hemos caído, pero debemos levantarnos, no nos queda más remedio.

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