Homenaje

Homenaje a Colita: “¡Fue fantástico que además de amigas fuéramos vecinas!"

Guillermina Motta, Teresa Gimpera y Maruja Torres recuerdan a la fotógrafa y amiga a través de tres fotografías que les tomó

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Colita, en una imagen de archivo de 2021

BarcelonaEl 31 de diciembre murió Colita, fotógrafa, artista desbordante de personalidad, que ha testimoniado y documentado con su obra sesenta años de historia del país. La Gauche Divine, claro, pero también la Barcelona del tardofranquismo, la Transición democrática, la ciudad preolímpica, el arraigo del flamenco en Cataluña, el cine de la Escuela de Barcelona… Colita hizo cientos y cientos de retratos memorables.

Hoy, tres de sus retratos, Guillermina Motta, Teresa Gimpera y Maruja Torres, hacen memoria para el ARA a modo de homenaje a su amiga.

Guillermina Motta

“¡Era muy, muy, ¡muy divertida!”, Guillermina Motta tiene claro cuál era la gran virtud de Colita para conseguir que sus fotos fueran tan auténticas, tan especiales, tan inimitables. “Ella era muy gamberra, como yo, y teníamos muy buena química. Me motivaba para que hiciera gamberradas y entonces disparaba la cámara”. ¿Un ejemplo? La foto de Motta con una manzana en la cabeza, una de las más reproducidas en las antologías de la fotógrafa y en las recopilaciones de fotos de la Nova Cançó.

Guillermina Mota, Barcelona 1975.

Recuerda Guillermina que en la multitud de sesiones que hicieron juntas –con pocas personas debió de hacer más que con ella– nunca se dio cuenta de que había una cámara de por medio: “Nunca hacía fotos estáticas, nunca quedabas con cara de pasmarote, siempre me hacía reír, era muy divertida y cariñosa”. Su estudio era como un teatro, como si estuvieras al aire libre y no entre cuatro paredes y con luz de foco. Son geniales las fotos de una sesión campestre en la casa de Oriol Regàs en Llofriu, las de otra con una camiseta con la palabra Cocaine y aún las de otra, sensacional, con la peluca tipo Angela Davis. Todas las fotos destilan verdad y complicidad. Tanto la camiseta como la peluca, Guillermina se las compró durante el viaje que Fotogramas organizó en Nueva York y le parecieron ideales para las fotos. “Yo era muy inocente, no sabía nada de las drogas, pero en Ibiza un señor sí lo sabía y me llamó la atención para llevar esa camiseta”. Curioso contraste de que precisamente en Ibiza, a principios de los años setenta, alguien recriminara nada sobre el mundo de la psicodelia. Recuerdos conectados, instantes que cuentan una época. Para terminar de cuadrar el círculo, Motta se compró una casa en Begur junto a la de Colita porque ella le dio el aviso. “¡Fue fantástico que además de amigas fuéramos vecinas! Qué recuerdos tan bonitos que me quedan de ella”.

Teresa Gimpera

Cuando Colita empezó a tomar fotos es muy probable que algunos de los primeros retratos fueran de su “hermana” Teresa Gimpera. Se conocían de toda la vida; toda la vida fueron amigas, confidentes, como de la familia. Me lo cuenta Teresa aún conmovida por la muerte de su amiga. Comieron juntas una semana antes, cumpliendo con el ritual que acontecía muy a menudo y que mantuvieron incluso en los tiempos más restrictivos del covid. Se acuerda Gimpera de las muchas sesiones de fotos que compartieron por el puro gusto de hacerlas, de pasarlo bien un rato, de tener testimonio gráfico de la fotogenia impresionante de Teresa y de la creatividad fotográfica de Colita. Sesiones de fotos al margen de los trabajos de cada uno, que atestiguan una amistad perenne y también documentan una época. Fotos atrevidas, sexys, posturas insinuantes como la de la foto que ilustra estas páginas y que tuvo una consecuencia desagradable, ya que no gustó a las autoridades y Colita fue detenida.

Teresa Gimpera, Barcelona 1973.

Una noche en la comisaría como terrorífico subtexto de una foto preciosa. Fue Colita quien se invirtió en la brillante ocurrencia de afirmar que cuando Teresa y su inseparable Craig Hill entraban en un restaurante, todos los asistentes tenían un repentino ataque de tortícolis al girar el cuello bruscamente para mirar lo eran de guapos. Son bien elocuentes las fotos de la sesión de Teresa y Craig desnudos, sucios de hollín y fumando un puro mientras estallan a reír sin poder parar. “Cuando se pierde a alguien que has amado tanto, das gracias infinitas de haberlo conocido”. Una pequeña última historia. En el pequeño jardín que Colita tenía en su casa de Sants descansan las cenizas de uno de los perros de Teresa.

Maruja Torres

Nunca olvidará la primera vez que la vio. Era alta, masculina y llevaba una cámara. Ya intuyó que tomaba fotos fantásticas. Seguramente sería en los círculos francófilos de Barcelona cuando coincidieron las primeras veces Colita y Maruja Torres. Maruja, siempre cinéfila, seguramente enviada por su amiga Elisenda Nadal a cubrir como periodista de Fotogramas los rodajes de la Escola de Barcelona, volvió a coincidir con quién era la foto fija de referencia de aquellos filmes raros y experimentales. “¡Nos caímos bien! Así de sencillo”, exclama Torres, y el cariño mutuo ha durado toda la vida. "Nos abrazábamos mucho siempre que nos veíamos, cuando coincidíamos por casualidad o cuando quedábamos para comer". Maruja no tiene dudas sobre cuál es la gran obra de su amiga: “Sus fotos del flamenco son únicas, una joya, una mirada preciosa y visionaria”. Ha celebrado todos y cada uno de los libros que se han publicado sobre su obra, exposiciones, revitalización y reivindicación de Colita como gran artista. "Ella lo conocía todo, estaba en todas partes, nada se escapaba de su honda mirada". Y hay la foto, claro, la foto mítica de 1976, la de la manifestación Yo también soy adúltera, la de Torres y Roig cerrando filas juntas a favor de los derechos de las mujeres, de la despenalización de todo aquello que nunca debería haber sido penado.

Maruja Torres y Montserrat Roig. Manifestación "Yo también soy adúltera", Barcelona 1976.

Maruja le pidió a su amigo delineando Pablo López que le escribiera el cartel –el famoso cartel que cuelga de su cuello– con letras atractivas y llamativas. La foto la hicieron también otros fotógrafos, existe por ejemplo la versión de Pilar Aymerich, y es un manifiesto feminista retratado. En un tiempo en el que por mucho menos podías acabar encarcelado y ablandado. ¿Un instante huidizo para el recuerdo? El día de 2014 de la inauguración de la exposición antológica en La Pedrera. Colita lleva la cámara que supuestamente ya ha defendido profesionalmente. La saca y dispara, juguetona, fotos furtivas. "Su tercer ojo, su alma".

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