Opinión

Las incomodidades de la 'crianza respetuosa'

Un niño jugando en una ventana
2 min

BarcelonaDe vez en cuando leo artículos en los que se habla de un estilo de crianza más consciente, más respetuoso y, a veces, me entretengo un rato en leer sus comentarios, pero confesaré que siempre acaba siendo una mala idea hacerlo. Me explico. Por un lado, me entristece enormemente ver cómo, en el mundo digital, muchas personas se permiten unas faltas de respeto que, seguro, no se permitirían si tuvieran delante a la persona que ha escrito el artículo o la persona entrevistada.

Pero no quiero hablarte de esto, quiero hablarte del tipo de comentarios que encuentro en artículos que hablan concretamente de crianza respetuosa. Y es que siempre dicen que si somos una generación de padres y madres que somos demasiado permisivos, que si no sabemos poner límites, que si aguantamos demasiadas tonterías de nuestros niños, que si estamos criando una generación entre nubes de algodón.

Créeme que le he dado muchas vueltas y, finalmente, he llegado a una conclusión: la palabra respetuosa remueve cosas.

Siento que lo que molesta es que, quien no se siente identificado, identificada, con el concepto crianza respetuosa la siente como un ataque personal a su manera de haber criado o de estar criando: “Me estás diciendo que yo no ¿respeto a mis niños? ¡Cómo te atreves!”.

Sin ser yo portavoz de nada, sí sé que lo que rodea al concepto de crianza respetuosa nada tiene que ver con falta de límites ni con permisividades exageradas. Ni tampoco significa que se respeten y acaten todas las voluntades y deseos del niño. No, no va por ahí la cosa.

Una crianza respetuosa significa poner límites (¡por supuesto!) pero hacerlo validando las emociones de la criatura, hacer la distinción de que los límites los ponemos a la conducta, no a las emociones. Quiere decir tratar con respeto evitando gritos innecesarios o castigos, ser consciente de que las situaciones conflictivas pueden resolverse diferente.

¿Qué significa validar emociones?

Y también significa entender que, dentro del pack que es hacer de madre o de padre encontramos aspectos como poner límites, validar emociones, ofrecer aprendizajes, potenciar la autonomía y brindarles todo el cariño del mundo porque ahora ya sabemos que es de toda esa combinación de dónde nace una buena autoestima y un buen bienestar emocional, sabemos que las criaturas merecen respeto al igual que cualquier otra persona. Que si no me enfado con mi amiga si viene a casa y rompe una taza, no tiene ningún sentido que me enfade si le pasa a mi hija; que si mi hermano me cuenta algo llorando y yo hago silencio y le doy mi apoyo, cuando lo haga mi hijo haré lo mismo y no le diré “venga, va, no es para tanto”; que al igual que no considero correcto abuchear a mi pareja (y busco maneras más asertivas de comunicarme), tampoco voy a gritar a mis hijos.

Que esto no significa tratar a los niños como personas adultas, pero sí significa tratarlos como personas. Que si el bienestar emocional está en juego, todo estilo de crianza que apueste, tenga su nombre, bienvenido sea.

*Psicóloga especialista en gestión y acompañamiento emocional infantil y familiar

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