Israel ha pasado de ser visto como víctima a ser visto como verdugo

Un hombre mira un mapa de la Ciudad Vieja el 6 de octubre de 2024 en Jerusalén, Israel.
05/10/2024
3 min

Israel puede hacer lo que quiera. Esta es la primera conclusión de lo ocurrido este año, desde que el 7 de octubre del 2023 un ataque de Hamás por tierra, mar y aire mató a Israel a unas 1.200 personas, cogió a 251 rehenes y demostró las fisuras de los servicios inteligencia y el ejército en teoría más prestigioso del mundo. De esa masacre, condenada enérgicamente por casi todos los países, Israel salió humillado. Pero su reacción, que ha sido totalmente desproporcionada y ya ha costado la vida, como mínimo, de 42.000 palestinos en Gaza –aunque revistas como The Lancet hacen cálculos que más que cuadruplican a las víctimas–, ha imposibilitado cualquier tipo de investigación interna o de búsqueda de responsabilidades. Por el contrario, la escalada de violencia ha ido aumentando cada vez más y, lejos de cualquier autocrítica, el tono del gobierno de Benjamin Netanyahu, apoyado por los partidos religiosos nacionalistas y la ultraderecha, se ha ido radicalizando.

Y si ya históricamente los gobiernos israelíes han depreciado las resoluciones de Naciones Unidas, en esta guerra el menosprecio ha sido aún más contundente, con ataques y acusaciones contra las agencias del organismo y críticas y vetos al secretario general. De hecho, el gesto de asesinar al líder de Hezbollah de forma casi paralela a su discurso en Nueva York ante la ONU ya es una prueba de que no pensaba hacer caso a las peticiones de muchos países de un alto el fuego.

Pero más allá del desdén hacia el organismo multilateral, lo que ha quedado claro también es que ni siquiera su principal aliado, Estados Unidos, puede contenerlo. Casi todos los llamamientos a un alto el fuego, ya bajar la escalada, han sido ignorados y, por lo que se está viendo, la administración de Joe Biden, que no tiene una especial buena sintonía con Netanyahu, se ha visto forzada a hacer seguidismo y justificar los hechos consumados a pesar de que esto le provoque también problemas internos.

Europa también está dividida en esta cuestión, y su capacidad de presión se ha demostrado inexistente. Ni siquiera los países árabes, más allá de Irán y sus aliados, han tenido una respuesta contundente al ataque y, por ejemplo, tanto Marruecos como Emiratos mantienen las relaciones diplomáticas con Israel.

La sensación para la mayor parte de la opinión pública mundial, pues, es que Israel puede actuar fuera de las reglas comunes en un nivel inédito en una democracia. Netanyahu, por ahora, puede hacer lo que quiera sin que nadie le tose, lo que repercute en el desprestigio de los valores de defensa de los derechos humanos que parecían haberse impuesto en las relaciones internacionales.

Pero Israel no es una sociedad homogénea, y sería muy peligroso que todo esto sirviera para estigmatizar a todo un país. Por el contrario, hay muchas voces y sensibilidades y, precisamente, la polarización anterior al 7 de octubre explica, según muchos analistas, la fuga hacia delante del gobierno actual. En un contexto histórico de antisemitismo real pero que Netanyahu está utilizando ahora para silenciar críticas legítimas, el problema es que incluso buena parte de los ciudadanos de los países aliados, que no simpatizan en absoluto con el fanatismo religioso que en parte combaten, ven que el castigo a los civiles palestinos fue tan cruel que a lo largo de este año Israel ha pasado de ser visto como víctima a ser visto como verdugo.

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