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Jóvenes y covid más allá de los disturbios

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Los disturbios contra las restricciones anticovid de este fin de semana en diferentes ciudades españolas han cogido tanto a la policía como a la clase política totalmente desprevenidas. Hay un cierto desconcierto porque, viniendo como venimos de una primera oleada especialmente mortífera, sorprende que alguien se niegue a seguir las indicaciones de las autoridades y transforme su rabia en violencia. Las primeras investigaciones policiales apuntan a grupúsculos de extrema derecha que se habrían infiltrado en manifestaciones de diferente signo para provocar los disturbios.

En Barcelona fueron especialmente impactantes las manifestaciones del viernes por la noche, con imágenes de saqueos a diferentes establecimientos que daban a la protesta un aire más delictivo, e incluso lúdico, que no estrictamente ideológico. Los mensajes contemporizadores del diputado de Vox por Barcelona, Ignacio Garriga, alimentan la hipótesis de la extrema derecha.

El sábado se repitieron en Barcelona las escenas de violencia con menos intensidad después de una manifestación contra el desalojo de la Casa Buenos Aires, donde lo que había era personas de signo político contrario. Las mismas imágenes se han visto, sin embargo, en ciudades como Málaga, Logroño, Bilbao o Madrid, donde fueron especialmente violentas y hubo decenas de detenidos.

Es muy probable que la extrema derecha, que ha ido alimentando las teorías de la conspiración y el negacionismo durante toda la pandemia, esté detrás de la violencia en la calle. Pero esto no nos tendría que ahorrar hacer una reflexión a fondo sobre el cansancio y la sensación de abatimiento que ha caído sobre una parte muy importante de la población, sobre todo los jóvenes.

En España la tasa de ocupación juvenil (los jóvenes de 16 a 29 años que trabajan) ha caído por debajo del 50%; en concreto ha perdido 7,1 puntos, hasta el 43,8%. Y un 16,2% de los jóvenes ni estudian ni trabajan, son los llamados ninis. Si a la catástrofe económica se suma una política comunicativa errática de las autoridades y una imagen de lío entre los diferentes niveles de la administración y de crispación entre los partidos, no es extraño que haya malestar social.

Más allá de perseguir policialmente a los grupos de incitadores violentos y desacreditar las fake news de la extrema derecha sobre el covid, los gobiernos catalán y español se tienen que poner las pilas y mirar si se está protegiendo bastante al sector más joven de la población de las consecuencias negativas de la pandemia. Pensamos en los miles de jóvenes que tienen que seguir los estudios desde casa sin tener la infraestructura adecuada, en los millares que han perdido el trabajo en el sector turístico o en el comercio, en los que, no teniendo ingresos para tener una vivienda propia, viven con sus padres o han tenido que compartir un espacio exiguo en pleno confinamiento.

Corremos el riesgo que la pandemia deje sin futuro a una generación entera: la de los que apenas se están formando o han iniciado su vida laboral. Y que ahora ven como todo se hunde a su alrededor.

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