Amor y pimienta

"Él le ama desde la sombra, como la hija que nunca ha tenido"

Diana lleva muchos años trabajando con Xavi. Tantos como los que hace que murió su esposa de un cáncer fulminante en el pecho

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'Croissant de chocolate'.

"Xavi hace a los mejores croissants de chocolate de la ciudad; no hay otros como los suyos", dice Diana a un cliente con un convencimiento sin fisuras y con una sonrisa dulce como los pasteles que sirve.

Es un local pequeño situado en un barrio en la periferia que los extranjeros todavía no han arrasado. El obrador está al fondo y es habitual que el domingo a mediodía se haga cola fuera porque dentro de la tienda caben a lo sumo dos clientes. Diana dedica su tiempo a cada uno. Se sabe su nombre, sus gustos, les pide por la madre que se ha roto el fémur, por la mujer que lleva días sin ver, por el hijo que ha ido a hacer un máster en Milán. Tiene un bote de golosinas detrás del mostrador para los perros de los clientes que siempre y sin excepción son bienvenidos. A veces más que sus dueños, suele decir Xavi, que habla apretando los dientes, no es tan sociable como su dependienta y no esconde su predilección por los peludos de cuatro patas frente a los humanos que cada vez soporta menos.

Ella entra y sale del obrador con los pedidos de dos en dos. Los roscones de nata, las tortas de piñones, las trufas caseras, los hojaldres con fruta confitada. Hace las cuentas a mano, en un cartoncito manchado de aceite pero con letra redonda, y siempre acaba poniendo algo de más en los paquetes que envuelve como si fueran un regalo que liga con cordeles de colores.

Hace muchos años que Diana trabaja con Xavi. Tantos como los que hace que murió Clara, la mujer de Xavi de un cáncer fulminante en el pecho. Cuando se lo diagnosticaron hacía sólo unos meses que Ramón, el hijo de Xavi y Clara, se había presentado en casa con una nueva novia. "Con esta sí que la cosa va en serio", les dijo. Ellos decidieron no creérselo, ni coger mucho cariño a la moza, no fuera caso. En los últimos años, el hijo les había llevado todo un muestrario de tantas mujeres diversas, que era habitual que confundieran su nombre. Pero aquella, les decía el hijo, "¡es como nosotros! Trabaja de dependienta en un horno, como tú, madre, y sabe de qué va todo esto". No tuvieron mucho tiempo Clara y Diana de intimar ni hacerse amigas, porque el tumor se lo llevó todo, sin clemencia. Con la muerte de Clara, Xavi cayó en una depresión que le hizo cerrar el horno unos meses. Poco tiempo después Ramón y Diana partieron peras porque él conoció a otra y aseguraba a su padre que "esta sí, esta vez es lo de verdad". Pero papá no estaba por órganos y se negó a conocerla a toda costa.

Cuando volvió a abrir el horno, Xavi todavía añoró más a su mujer si es que esto admite un grado superior. Llevaban muchos años siendo un equipo. En la familia y en el trabajo. A él le gustaba escucharla hablando con sus clientes; verla desde detrás de las cortinas que separaban la tienda del obrador como trefaba detrás del mostrador. Cómo picaba alguna pasta de café a escondidas cuando tenía un momento de reposo o cómo canturreaba poniendo en orden las bandejas y los dulces para que hicieran más gozo en el escaparate. A Xavier se le hacían menos pesadas las madrugadas y las horas de trabajo con la mujer cerca. Porque ella entraba en su templo y lo ponía al día de todos los chismes del barrio o se sentaba en el taburete cerca de donde él hornaba las tortas y le ayudaba a ordenar todos los ingredientes para que lo tuviera mejor que hacer. La echó tanto de menos, que se le hizo insoportable la ausencia. Incluso pensó en traspasar el negocio, pero se desdijo porque era toda su vida.

El día que entró en la tienda Diana, el ex de su hijo, algo avergonzada por haber tardado tanto en irle a darle el pésame, Xavi no le hizo demasiados cumplidos, pero le pidió si quisiera trabajar de dependienta con él.

Hace once años que Xavi y Diana trabajan juntos. Ella ha logrado ponerse a la clientela en el bolsillo con pasión sabiendo que vende los dulces del mejor pastelero del barrio. Un hombre enojado y de pocas palabras, pero que hace a los mejores croissants de chocolate de toda la ciudad y que le quiere, desde la sombra del obrador, como la hija que nunca ha tenido.

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