El linaje de los Cross, pioneros de la industria química

A menudo cuando se habla de empresas catalanas que cotizan en bolsa se ponen sobre la mesa los nombres de los gigantes Grifols y Fluidra, o también de sociedades expatriadas como CaixaBank, Banco Sabadell o Naturgy, pero queda en un segundo plano una de las más antiguas y con más recorrido en el parquet, la química Ercros. Su denominación, fruto de la fusión en 1989 entre Explosivos Río Tinto (ERT) y Anónima Cros, nos remite a un apellido histórico en el mundo industrial catalán.

Un linaje de origen provenzal, Cros, que está ligado de manera inseparable al sector químico del país desde que la familia se estableció en Barcelona, ​​a inicios del siglo XIX, y sobre todo desde que Amadeu Cros transformó la planta química familiar en una sociedad muy potente, a partir del traslado del barrio de Sants a Badalona. Era ya la tercera generación de químicos, después del iniciador, François Cros (pionero del ácido sulfúrico en España), y de su hijo Juan Cros.

Con el cambio de ubicación vino también una modificación del negocio impulsada por el propio Cross, que se abrió al segmento de los abonos químicos en detrimento de la actividad tradicional, que estaba centrada en los productos para la industria. Esta aproximación al cliente final (agricultores en vez de fabricantes) le llevó a abrir numerosos puntos de almacenamiento, además de una potente red comercial. Antes de terminar el siglo ya tenía almacenes importantes en una decena de provincias españolas.

En 1897 se puso en funcionamiento la fábrica de Flix (Tarragona), bajo el nombre de Sociedad Electroquímica, embrión de la actual planta productiva y que fue pionera en el sector de la química básica en todo el 'Estado. Ya como en Anónima Cros (1904) y, por tanto, con accionistas ajenos a la familia, la firma lideraba el sector químico con comodidad.

La estrategia de abrir el accionariado y el consejo de administración a personajes relevantes de otros sectores (financieros, industriales, funcionarios, etc.) fue un gran acierto desde el punto de vista comercial, dada la gran red de contactos y de intereses comunes que logró establecer. Otra de las iniciativas de la época fue la explotación de la potasa en las minas de Cardona, unos depósitos salinos que se explotaban desde los tiempos de los romanos.

Tras la muerte del fundador, Anónima Cros mantuvo la vocación de ser una empresa referente del panorama industrial y nunca dejó de entrar en nuevos ámbitos de negocio. Prueba de ello es la producción de derivados del cloro (1921), de compuestos para amoldar (1945), de penicilina (los primeros de España, en 1949), de PVC (años cincuenta), de formaldehído (1969) ), además de ser pioneros en el que más tarde ha sido el polígono petroquímico de Tarragona. Ese mismo 1969, un 30% del capital pasó a manos de un grupo italogrec llamado Di Mora-Livanos, que tres años más tarde vendió su participación en el Banco Santander.

Simultáneamente, Cros adquirió la titularidad de otra firma tradicional del país, los laboratorios Doctor Andreu. El gran cambio vendría en 1982, con la entrada del fondo soberano de Kuwait, el inolvidable KIO, que acabaría siendo el máximo accionista durante unos años.

Desde la transformación de la firma en sociedad anónima (1904), por el capital de la sociedad pasaron algunas de las fortunas clásicas de Cataluña, sobre todo provenientes del textil pero también de otros sectores. Este hecho se refleja en la nómina de presidentes de la compañía, entre los que se pueden destacar nombres como los de Eduard Maristany Gibert (empresario del ferrocarril y marqués de la Argentera), Josep Valls Taberner (algodonero), Francesc Bultó Marquès ( algodonero, vinculado a Bultaco y asesinado con un explosivo por el grupo EPOCA mientras ocupaba el cargo) o Paco Godia (hombre de negocios y expiloto de Fórmula 1).

En 1989 Cros se fusionó con su competidora Explosivos Río Tinto (ERT), de la que ya era máximo accionista desde un par de años antes. Con esta operación surgió Ercros, que es como empezábamos ese relato.