Mónica López: "¡Menos mal que en la época de 'Nissaga de poder' no existían ni selfis ni redes sociales!"
Actriz
BarcelonaMónica López (Las Palmas de Gran Canaria, 1969) entró en la vida de los espectadores catalanes siendo Abril de Nissaga de poder y ya no ha salido. Acostumbrada a ser secundaria de lujo –no ha dejado de aparecer en series estatales a lo largo de los años–, López asume el papel protagonista de Rapa, la nueva ficción de los hermanos Coira, que ya triunfaron con Hierro, una de las producciones de Movistar+ con más éxito y en la que la actriz también participaba. Los Coira dejan atrás las Canarias y se trasladan a Galicia, su tierra, para explicar un caso de asesinato y corruptelas políticas que investigan López y Javier Cámara en una nueva serie que llega este jueves a Movistar+.
¿El proyecto de Rapa nació cuando estabais haciendo Hierro?
— Yo estoy en Rapa de pura casualidad. Siempre digo que me mataron en el capítulo cuatro de Hierro para que pudiera hacer la protagonista de Rapa, no sabes cómo llegué a llorar. Era la primera vez que trabajaba en mi tierra, en mi idioma y fui muy feliz. Cuando los Coira se plantearon la nueva serie, se pelearon un poco con Movistar para que yo fuera la protagonista: fui la última del casting en entrar.
En Hierro mucha gente descubrió tu acento canario real...
— Estaba cagada de miedo porque yo llevaba treinta años en Barcelona y pedía a todos los compañeros canarios que me avisaran si hablaba con una musicalidad catalana.
Aquí tenemos muy asumido que eres catalana y quizás hubo espectadores que se sorprendieron.
— No te creas, en muchas entrevistas que hago siempre sale la pregunta "Tú eres canaria, ¿no?"
Para la generación que te descubrió con Nissaga de poder, tú eres una actriz catalana.
— ¡Y para mí! Hacer teatro en catalán es uno de los hitos más increíbles de mi vida y, además, lo hice muy pronto. Hice una inmersión total. También es verdad que me cogió muy joven y que hablaba otros idiomas y esto me lo facilitó. Te tengo que confesar, sin embargo, que cuando yo me escucho en catalán, noto que hablo muy barcelonés. Que las as son muy abiertas. Como en mi vida privada hablo en castellano, no es tan fluido.
Rapa habla de muchas cosas de actualidad, como por ejemplo la corrupción política. ¿Crees que la ficción puede tener un impacto social?
— Espero que sí. El entretenimiento, si es bueno, tendría que tener un mensaje por debajo.
¿Es uno de los motivos por los que haces ficción?
— Sí, creo que la cultura tiene que ayudar a pensar. Quiero pensar que la cultura es una herramienta de educación. De hecho, muchas veces he escogido proyectos teniendo en cuenta esto.
En Rapa compartes protagonismo con Javier Cámara. ¿Abordáis la interpretación de forma diferente?
— Una de las cosas que me sorprendieron de Javier es que él está haciendo broma hasta que dicen "Acción". Él tiene clarísimo lo que tiene que hacer. Yo no soy actriz de método porque no lo he estudiado nunca y los actores concentrados me aburren un poco porque encuentro que trabajan solo porque están abstraídos. Me gustan mucho más los actores atentos. Yo no sé qué soy, hago lo que puedo.
Desde fuera pareces una persona exigente.
— ¡Soy demasiado exigente! Javier me metía mucha caña con esto, porque nunca me gusta nada de lo que hago. Esto, por un lado está bien, porque te exiges más, pero, por otro, a veces me he visto en productos y veo una actriz preocupada. Y a mí los actores que me gustan son los actores que no están preocupados, que son salvajes y que parece que no piensan. Mi lucha es llegar a ser una actriz así, me queda toda la vida.
Has hecho muchísimas series, pero siempre te has mantenido en un segundo plano. ¿Has decidido conscientemente no estar muy expuesta?
— No me ha llegado [estar expuesta]. Siempre he pasado desapercibida y, a veces, he pensado: "Ostras, esto quiere decir que no eres suficientemente buena". Pero después he pensado que, si tengo que ser toda la vida una eterna secundaria, he cumplido mi sueño porque a mí no me gusta estar expuesta. Creo que no se paga suficiente la falta de libertad que supone ser famoso. Pero es verdad que cuando eres más conocida te llegan más personajes y tienes posibilidades de hacer más cosas. Hacer un secundario es más difícil: tienes que llegar y clavarla. En Rapa cuando algo no me salía, Javier me decía: "Mònica, tranquila, tienes otra secuencia, y otra y otra".
Con el nacimiento de las plataformas, se dice que han llegado los personajes femeninos con entidad. ¿Esto es verdad?
— Hombre, sí. Que Candela Peña pudiera hacer un personaje como el de Hierro, una jueza, de cierta edad, madre soltera y con un hijo con problemas, y que el conflicto fuera este, es de aplaudir. O que Kate Winslet haga Mare of Easttown. Pero si estamos hablando ahora es porque no está normalizado y realmente hay muchos menos personajes femeninos interesantes que masculinos. Y, en cambio, las mujeres somos muy interesantes. Y las mujeres maduras, más. Pero todavía estamos bajo la dictadura de la juventud, de la belleza. Los conflictos de la gente mayor es como si no existieran y es algo que me incordia mucho. Con el teatro pasa igual: en las grandes obras clásicas, por un personaje femenino tienes diez de masculinos.
En el teatro últimamente has trabajado con La Calòrica, ¿cómo fue la experiencia?
— De las mejores de los últimos años, pero me costó mucho. Ellos se conocen mucho, son muy graciosos e improvisan mucho, y yo soy insegura y pensaba que no estaría a la altura. Hasta que no entendí que yo era el contrapunto de la obra, no me relajé.
Cuando la gente te recuerda Nissaga de poder, ¿qué piensas?
— Ahora lo agradezco mucho. Flipo mucho con que se acuerden porque, además, yo he cambiado mucho. ¡Menos mal que en aquella época no existían las redes sociales y los selfis! Nosotros, el Farelo [Eduard Farelo] y yo, todavía firmábamos autógrafos cuando salíamos del teatro. Era un poco agotador porque a mí me gusta mucho el anonimato. Pero, claro, es que aquí todo el mundo la recuerda. Nissaga de poder fue nuestro Falcon Crest.