Biomedicina

¿Por qué las mujeres sufren más infecciones por bacterias resistentes que los hombres?

La OMS apunta razones socioeconómicas para explicar estas diferencias

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La mayoría de los antibióticos disponibles pierden eficacia.

Una de las amenazas a la salud global que la OMS hace tiempo que ha puesto en el top 10 son las infecciones por bacterias resistentes a los antibióticos. El abuso de estos fármacos, tanto en humanos como en animales, ha provocado que fueran perdiendo progresivamente su eficacia. Actualmente, los microbios resistentes causan más de un millón de fallecidos al año, con la previsión de que la cifra se multiplique por diez en los próximos 25 años si no cambian las tendencias. Se sabe que los países pobres son los que más reciben su impacto, pero según un informe publicado este verano por la propia OMS, las mujeres, encima, tienen más probabilidades de ser víctimas que los hombres.

Los antibióticos son, junto a las vacunas, uno de los fármacos que más ha cambiado la salud de la humanidad. Antes de que la penicilina se convirtiera, a mediados del siglo XX, en el primer antibiótico producido masivamente, las infecciones eran la primera causa de mortalidad en todo el mundo. Ahora ya no es habitual morir de una neumonía o una diarrea, al menos en los países desarrollados, pero hace tan sólo cien años estas infecciones comunes eran difíciles de superar, sobre todo entre los menores de cinco años.

Por selección natural

A pesar del éxito, los antibióticos tienen un problema: las bacterias adquieren rápidamente resistencia. La selección natural hace que los mutantes que logran escaparse a su efecto acaben siendo dominantes; por eso es importante producir nuevos antibióticos constantemente si no queremos que estos microorganismos patogénicos recuperen el terreno perdido. Pero como las farmacéuticas tienen pocos incentivos para invertir millones en desarrollar un fármaco que acabará quedando obsoleto en relativamente poco tiempo, esta falta de inversión privada nos ha llevado a la situación actual: cada vez más resistencias y menos alternativas. Actualmente, la OMS tiene una lista de bacterias resistentes a vigilar, con 15 grupos de microbios diferentes (a la que hace unos meses se han añadido otros cuatro), contando cuatro considerados de prioridad "crítica". Uno de ellos es el responsable de la tuberculosis, cada vez más prevalente.

En este contexto, algo preocupante, se engloban los esfuerzos recientes no por tan sólo encontrar nuevos antibióticos, sino para entender cómo se comportan las bacterias que ya son resistentes a gran parte de las opciones que tenemos actualmente. Un aspecto de este problema que no se ha estudiado demasiado es cómo se ven afectados de forma diferente a hombres y mujeres. El motivo principal es que la medicina y la ciencia han sido siempre androcéntricas (y eurocéntricas, pero éste es otro problema), y los experimentos y ensayos clínicos normalmente no tienen en cuenta que el cuerpo femenino tiene una fisiología bastante diferente del masculino. Por eso muchos tratamientos que se dan de forma rutinaria no funcionan del todo bien en las mujeres, simplemente porque no han sido pensados ​​para ellas. Concretamente, es en el sistema inmunitario donde se ven más divergencias, ya que las hormonas hacen que el de las mujeres sea más activo (a veces demasiado, por eso tienen más enfermedades autoinmunitarias).

Desigualdades sociales exacerbadas

Pero no va por ahí la razón que explica por qué las mujeres sufren más infecciones causadas por bacterias resistentes, según se puede leer en un reciente informe de la OMS. Para llegar a esta conclusión se han analizado datos de 130 artículos publicados desde principios de este siglo sobre el tema de la resistencia antimicrobiana y las diferencias entre sexos. Dos de cada diez de los artículos hablan de lo que ocurre en África y el 15% son sobre el Sudeste Asiático, dos zonas donde el problema de las resistencias es especialmente grave. Las causas que han encontrado son diversas: para empezar, en las zonas más pobres hay menos acceso a agua limpia, lo que favorece las infecciones urinarias en mujeres, sobre todo relacionadas con la higiene menstrual (además, la morfología del sistema urinario masculino, con una uretra más larga, protege a los hombres).

Y en estos entornos las mujeres suelen encargarse de cocinar y de los animales de granja, lo que las expone más en bacterias como laE. coli. Una causa distinta es que las mujeres constituyen el 70% de los trabajadores de la salud. Por tanto, pasan más tiempo en los hospitales, que son lugares donde abundan estos patógenos.

La violencia sexual, además, las exponen también a más infecciones transmitidas por esta vía. A esto se suma que las mujeres tienen menos acceso a tratamientos debido a una menor independencia económica y social.

Lamentablemente, el 70% de los países no tiene en cuenta estas disparidades entre los sexos ni dispone de ningún plan para solucionarlas, según el estudio. De hecho, resulta difícil calibrar el impacto real de estas observaciones porque muchos países no separan por género los datos que recogen sobre infecciones resistentes. Habría que solucionar primero este problema, pues. Luego deberíamos retrasar al máximo la aparición de resistencias, controlando mejor el uso de antibióticos, incrementar el descubrimiento de nuevos antibióticos con iniciativas públicas donde no llegan las privadas y, finalmente, encontrar la forma de proteger mejor a las personas que están más en riesgo. Y esto no es sólo trabajo de la ciencia, sino de toda la sociedad.

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