Entrevista

Dídac Contreras: "Cuando todo el mundo se apunta al carro, el negocio deja de ser negocio"

Gerente de Collbaix, empresa dedicada a la fabricación e instalación de puertas enrollables de aluminio

Marc Amat
2 min
Dídac Contreras: “Cuando todo el mundo se apunta al carro, el negocio deja de ser negocio”

Nacieron en un pequeño garaje de Sant Joan de Vilatorrada, hace unos 40 años.

Sí, en la calle Collbaix. El espacio tenía unos 70 metros cuadrados y de material había poco. Por las mañanas mi padre trabajaba en la fábrica de neumáticos Pirelli y por las tardes bajaba al garaje para hacer trabajillos de cerrajería para la gente del pueblo. Sin embargo, un día Pirelli anunció una reducción de personal: buscaban voluntarios que quisieran dejar el trabajo a cambio de una indemnización. Mi padre se acogió. El dinero le sirvió para comprar nuevas máquinas para su garaje y una furgoneta. Fue entonces cuando, poco a poco, el negocio empezó a crecer. A partir de los 70 apostó por las ventanas de aluminio -entonces, toda una innovación- e inventó la ventana integrada en la persiana. Le fue bien hasta que todo se interrumpió.

¿Qué pasó?

En 1990 un camión chocó frontalmente contra su furgoneta. Tuvo que estar seis meses en el hospital y yo, con tan sólo 17 años, tuve que ponerme al frente de la empresa. No tenía carnet de coche pero tenía que mandar 15 operarios. Fue duro. Por suerte, todo el mundo nos ayudó. Me apunté rápidamente a hacer un módulo: los sábados iba a clase y el resto de la semana aplicaba todo lo aprendido. Al cabo de unos meses decidimos cambiar de cliente objetivo y pasamos del industrial al particular. También abrimos una tienda de persianas y puertas de garaje que, en cierto modo, nos salvó de la gran crisis que se produjo en 1992.

Pero tuvieron que reorientarse otra vez.

Sí, porque el sector de las persianas domésticas creció demasiado y nos reconvertimos en fabricantes de ventanas. Cuando todo el mundo se apunta al carro, el negocio deja de ser negocio. Las diversas crisis que hemos sufrido nos han servido para replantearnos quiénes somos y cómo hacemos las cosas. De hecho, en 1996 optamos por sacar al mercado una línea de producto propio y empezar a ir a ferias.

Y pasaron de vender en el Bages a vender en toda España. ¿Cómo lo hicieron?

En la feria multisectorial de Artés, un proveedor al que entonces estábamos haciendo la competencia nos vino a saludar de una manera irónica. Cuando se marchaba, le dije que ya nos veríamos. Y él me contestó que, a lo sumo, nos veríamos en la feria de Manresa. Me enfadó mucho. Al día siguiente reservamos un stand de 20 metros cuadrados en la feria de Madrid. Teníamos un catálogo que era un folleto y un nombre que les era difícil pronunciar. Pero éramos los nuevos y logramos llamar la atención por la calidad de nuestros productos. Los años 2000 fueron dorados: abrimos varias delegaciones por todas partes, una fábrica en Canarias, otra planta en Catalunya... Pero la crisis del 2008 volvió a interrumpirnos los planes y tuvimos que dar marcha atrás.

¿Se han recuperado?

En 2011 nos vino a ver un fabricante de puertas automáticas francés y empezamos a trabajar juntos. Ahora facturamos siete millones de euros y el 35% del negocio es internacional. Fue el pulmón que nos hizo escapar de la crisis. Actualmente hacemos puertas para el sector comercial, doméstico, industrial y de alta seguridad. Lo hemos hecho para el Parlamento Europeo y para varios aeropuertos. De hecho, también hemos recibido un encargo de la administración de Donald Trump.

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