La serie documental Pombo (Prime Video) exhibe la intimidad familiar de la influencer María Pombo y toda su familia. El espectador puede acercarse a ello de dos maneras: desde la admiración cultivada a través de las redes sociales o desde la más absoluta desconfianza ante un panorama inquietantemente idílico. Los Pombo son una especie de versión ibérica de las Kardashian, una familia que se ha popularizado a través de las redes sociales hasta que ellos mismos han acabado convirtiéndose en un producto comercial. María Pombo representa la quintaesencia del conservadurismo cuqui-pijo español. Ella ha arrastrado al resto de familia a la fama: su marido, sus dos hermanas, sus cuñados, sus bebés y Vituco Pombo, alias Papín, el cabeza de familia y su mujer Teresa. Esta última sufre esclerosis múltiple y, en demasiadas ocasiones, parece arrastrada sin ganas a la vorágine exhibicionista del grupo. También incorporan a la hija de la asistenta del hogar, a la que consideran una más de los Pombo en un acto de altruismo misericordioso. No se limitan a decir que es una ahijada sino que subrayan su origen en el personal de servicio. Todos parecen cortados por el mismo patrón: físico, estilístico y conductual. Parecen una secta y visten de acuerdo a una armoniosa gama cromática. Los roles familiares, más allá del pater familias, se diluyen. Al final ya no sabes de quiénes son los hijos o los maridos. En una escena, uno de los yernos bromistas le frota la barriga al suegro para que se tire pedos antes de acostarse. Pese a la festiva tendencia escatológica del padre Pombo, todos son exquisitos, simpáticos, adecuados y bien avenidos a un nivel superlativo. Un ambiente de ultraperfección orgullosamente superficial acorde con el patrón más enrollado y desinhibido de familia católica conservadora: "Somos una familia normal y corriente, que eso es cada día menos normal y corriente", dice el padre, un expublicista peinado con ondas borbónicas. En el documental prácticamente no aparecen personas ajenas al clan. El personal de servicio desaparece, y los Pombo dan una imagen de autosuficiencia irreal. Se ajustan a un modelo que conecta con los valores de las tradwives estadounidenses, mujeres que pregonan el perfil de la esposa tradicional en las redes a través de una exquisitez estética. En la serie Pombo no se explicita ninguna ideología, pero sí exuda un pensamiento tradicionalista en torno a las dinámicas familiares y de crianza. Una nueva sagrada familia. Es una especie de adoctrinamiento subliminar a través del ejemplo. Se crea un ambiente aspiracional muy poderoso, casi hipnótico, como si suscitaran el deseo de integrarse en este modelo de vida familiar en comunidad. Hay una exigencia estilística y formal muy potente, una apariencia de perfección y belleza abrumadora. También una romantización radical de la convivencia muy angustiosa e irreal. La serie documental es una sobredosis de evangelización sibilina como contrapunto de los valores progresistas, la diversidad y el feminismo. Pombo, más que un documental, es un acto de proselitismo conservador muy perturbador.