"No puedo esperar a poseerte...", el mensaje de amor de hace casi 300 años

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"No puedo esperar a poseerte"

“Podría pasarme toda la noche escribiéndote... Soy tu esposa, para siempre fiel. Buenas noches, querido amigo mío. Es media noche. Creo que es hora de descansar” le escribía Marie Dubosc al teniente Louis Chambrelan.

Esta semana hemos descubierto la existencia de un centenar de cartas dirigidas a unos marineros franceses del siglo XVIII que ellos no llegaron a recibir. La fragata Galatée con la que navegaban fue capturada por los británicos en 1758, durante la Guerra de los Siete Años, y los tripulantes fueron encarcelados. Este haz de cartas fue incautado por la Armada británica y nunca entregaron las misivas a sus destinatarios. Doscientos sesenta y cinco años más tarde, un historiador de la Universidad de Cambridge, Renaud Morieux, las encontró dentro de una caja de los Archivos Nacionales de Londres. Las cartas todavía estaban cerradas. Y él mismo las abrió emocionado y fue el primero en leerlas.

El material obtenido en las cartas, publicado en la revista Annales. Histoire, Ciencias Sociales tiene un valor histórico importante porque documentan la vida del siglo XVIII de la gente corriente, que normalmente es de quien más cuesta descubrir su vida. El paso de los siglos borra más rápidamente el rastro de los más pobres. La mayoría de las remitentes, un 60%, son mujeres. Como en aquella época solían ser analfabetas se cree que en muchos casos debían solicitar la ayuda de algún escribiente. “No puedo esperar a poseerte...” le dice Anne Le Cerf a su marido Jean Topsent, suboficial del Galatée. Contaban las penurias, las preocupaciones, los miedos. Expresaban la añoranza, el amor o el sufrimiento por su ausencia. Daban buenas noticias y relataban algunas novedades del pueblo donde vivían.

No es la primera vez que se encuentran unas cartas escritas cientos de siglos atrás. En 2019, en la Universidad de Basilea, descubrieron un manuscrito que hacía un siglo que dormía el sueño de los justos. Se trataba de una carta privada redactada por un cristiano del siglo III. Lo escribe en griego Arrianus, un miembro de la élite provincial romana, a su hermano Paulus y le explica cómo van las cosas a su familia.

Los propietarios de una casa de Toledo encontraron, en 1980, una carta de amor escrita en 1700. Don Alfonso de Vargas y Montes se declaraba a Doña María de Sierra. Ella quizás era un amor prohibido y por ese motivo encontraron la carta enrollada dentro de un pequeño cilindro entre las paredes de la casa. En el archivo Yad Vashem se conservan miles de cartas que durante el Holocausto los judíos enviaron a familiares y amigos mientras estaban escondidos, en plena fuga, o intentaban sobrevivir en guetos o en los campos.

Todas, desde cualquier lugar del mundo, retratan la vida íntima, pero también las formas de subsistir, de relacionarse. Las preocupaciones de una época, las estructuras sociales y familiares, las costumbres... Todo de primera mano, sin intermediarios. No hay nada más sagrado que la correspondencia, pero quizás tenemos derecho a leer las cartas más privadas de alguien cuando dicen más de una época que de la persona que escribe. ¿Qué cartas se encontrarán de nosotros dentro de doscientos o trescientos años ahora que todo se pierde en una nube? Quizás los móviles extraviados y arrinconados serán las reliquias a descifrar en el futuro.

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