'EPIC FAILS'

No hay forma de resucitar el Anillo Olímpico del 92

Marc Amat
3 min
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Hacía tiempo que el Anillo Olímpico de Montjuïc no recibía tantos visitantes como el sábado 18 de junio de 2016. Era el día que abría sus puertas el ansiado Open Camp, un proyecto que había prometido resucitar las instalaciones deportivas de los Juegos Olímpicos del 92. Desde primera hora de la mañana familias y grupos de amigos hacían cola para convertirse en deportistas de élite por un día: desde disputar un partido de fútbol en el Estadio Lluís Companys hasta practicar tiro con arco, pasando por disfrutar de atracciones dedicadas al mundo del motociclismo o al del hockey hierba. En total, 36 actividades lúdicas y deportivas pensadas para todas las edades a un precio general de 28 euros.

Todo el mundo llamaba maravillas. "Hay que apoyar la iniciativa: religa tecnología, diversión, deporte y entretenimiento", aseguraba Carlos Romero, director general de Innovación Turística del gobierno español, durante la inauguración del parque. Joan Porcar, presidente del clúster catalán del deporte, también decía la suya: "Es un proyecto genial, original y hecho con sentido común". Y, desde Turisme de Barcelona, ​​el mítico Joan Gaspart destacaba el hecho de que Barcelona hubiera conseguido poner en marcha “el primer parque temático del mundo dedicado al deporte”.

Las cifras que acompañaban al proyecto eran realmente ambiciosas: sus impulsores preveían facturar 23 millones de euros durante los primeros cuatro años y medio y atraer a unos 1,3 millones de visitantes durante el primer año. Con una inversión de 14,2 millones de euros por detrás, se había llegado a hablar de unos 121 millones de euros de impacto económico en la ciudad. “Queríamos impulsar unas instalaciones que no se estaban aprovechando y que generaban un déficit anual de 2,5 millones de euros en el Ayuntamiento para reabrirlas en la ciudad y hacer que todo el mundo pudiera sentirse como su deportista favorito ”, explica al ARA Paco Medina, fundador y promotor del Open Camp, dos años después de la apertura del parque. Pero las cosas no funcionaron como se esperaba.

Durante los primeros 86 días la media diaria de usuarios de las atracciones se había estancado alrededor de las 330 personas. Viendo estas cifras, el Open Camp rebajó la entrada hasta los 20 euros y la venta de entradas mejoró: en mayo del 2017 la media había llegado a superar a las 800 personas, según un informe de la empresa al que ha tenido acceso el ARA.

Según los impulsores del proyecto, Xavier Trias (alcalde con CiU) había defendido el parque temático como un proyecto de ciudad, pero los Comuns se habían puesto claramente en contra y le habían acusado de "sacar un beneficio económico de cosas públicas". Paco Medina está enfadado con el actual consistorio. “No éramos hijos de papá ni ninguna gran corporación internacional: éramos gente de aquí, con mucha ilusión. Según Medina, el gobierno de Colau obligó a Open Camp a abrir el recinto a todo el mundo, y se tuvieron que crear tickets individuales para cada atracción y variar el concepto de entrada global. La facturación no sólo no mejoró, sino que empeoró. En verano del 2017, y tras la negativa del Ayuntamiento a poner dinero, bajaron la persiana. “Open Camp no murió: le mataron”, dice el fundador.

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La lección

“Open Camp debería haber tenido en cuenta la clara inestabilidad política y las alianzas cambiantes que ha vivido Barcelona en los últimos años –explica Francesc Trillas, profesor del máster en gestión deportiva de la UAB y el Cruyff Institute–. Máxime cuando se ofrece un proyecto tan arriesgado a una administración pública”, analiza.

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