Alimentación

Nuevos espigadores y derroche alimentario: come bien y no mires de dónde viene

Surgen nuevas iniciativas para evitar lanzar alimentos de los campos, tiendas y mercados

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Un grupo de espigadores de la fundación Espigoladors después de la recogida de un campo.

GironaLa creciente conciencia de las pérdidas alimentarias ha hecho surgir iniciativas de todo tipo destinadas a evitarlas. Desde entidades que se dedican a espigar lo que queda en los campos hasta aplicaciones de móvil que permiten adquirir por debajo del precio de coste alimentos en las tiendas y en los supermercados antes de que caduquen. En las comarcas gerundenses, administraciones y entidades impulsan acciones para evitar el desperdicio alimentario. Es una prioridad en muchas agendas políticas.

Alimentos más caros, menos donaciones

Carme Casacuberta, presidenta de Banc dels Aliments en Girona, lamenta que la subida de los precios de los alimentos haga que haya más personas que necesitan ayuda para poder satisfacer las necesidades alimentarias, porque no pueden asumir el coste de la cesta de la compra. Y esto se produce justamente en un momento en el que hay menos donaciones, debido a que los ciudadanos que podrían dar sufren también el marcado alza de los precios de la comida, explica Casacuberta, que recuerda que Girona es una de las ciudades más caras del Estado.

Otra de las razones que explican la disminución de donaciones que recibe el Banc dels Aliments es que la industria cada vez controla más el proceso de producción. “Ante el aumento de costes de producción (por materias primas y combustibles más caros), las empresas dedican más esfuerzos a evitar errores en el proceso productivo, por lo que de sus fábricas cada vez salen menos productos que, por algún defecto que no afecta a la calidad (como un error en el etiquetado), no se podrían poner en el mercado y se destinarían a entidades benéficas. Durante 2022, la entidad distribuyó 3.300.000 kilos de alimentos a 38.457 personas en las comarcas gerundenses y se contabilizaron unas 7.000 personas necesitadas más que antes de la pandemia. Entre las causas de este aumento se encuentra la guerra de Urcrania, con la consiguiente crisis energética, y el incremento de la inflación por el aumento del precio de la alimentación y los combustibles.

Una mujer eligiendo naranjas en el Mercado del León de Girona

Casacuberta lamenta que la situación puede empeorar con la entrada en vigor del nuevo modelo de ayudas del Fondo Social Europeo, que representan un 31% de las entradas de alimentos en el Banc dels Aliments de Girona. Esta ayuda se dará ahora en forma de tarjetas monedero, que en el Estado gestionará Cruz Roja y que las personas vulnerables podrán canjear por alimentos directamente en los supermercados. Con este tipo de ayudas, que modifican los criterios para dar alimentos a las personas necesitadas, Casacuberta calcula que unas 30.000 personas que recibían ayudas del Banc dels Aliments ahora quedarán fuera.

Aparte de las ayudas europeas, el Banc dels Aliments se abastece de donaciones (un 20%) y sobre todo (un 49%) del aprovechamiento de productos que acabarían tirados si no hubiera alguien que los recogiera.

Mandarinas con manchas y leche mal etiquetada

Josep Maria Pagès, vicepresidente del Banc dels Aliments de Girona, explica que la entidad se ha propuesto potenciar la entrada de alimentos obtenidos del aprovechamiento, sobre todo para compensar las carencias que asegura que les generará el nuevo modelo de ayudas procedentes de la UE. Los productos de aprovechamiento se obtienen básicamente a través del sistema SERMA, gestionado por la Generalitat. "Estos días, por ejemplo, estamos repartiendo entre las personas necesitadas tomates y mandarinas totalmente comestibles, pero no comercializables porque tienen alguna mancha o defecto en la piel", explica. El Banc dels Aliments también da estos días a familias necesitadas litros de leche vegetal que una empresa cedió porque no podía ponerla en el mercado por un error de etiquetado. Se trata, pues, de evitar que no se derroche ningún alimento consumible “por culpa de la tiranía de las exigencias del mercado”. Y, también, evitarlo cuando el producto ya está en la tienda o en el supermercado. Productos que están llegando a la fecha de caducidad o que pierden el aspecto de producto fresco, en el caso de verduras y frutas, a pesar de ser perfectamente consumibles, se dan a menudo a entidades benéficas. Es lo que se conoce como “las mermas”. "Estamos trabajando en una nueva plataforma informática para poder gestionar mucho mejor y hacer más ágil este tipo de aprovechamiento", dice Pagès.

Despegado reglamentado

De entre los productos de aprovechamiento que recibe el Banc dels Aliments de Girona están los donados por los Espigoladors, que el año pasado sumaron unos 10.000 kilos de fruta y verdura. Espigoladors es una fundación que desde hace diez años se dedica a regular ya dar cobertura a una actividad ancestral como es la despeñanza. El trabajo lo llevan a cabo voluntarios autorizados que, previo acuerdo con el productor o propietario de los campos, recogen fruta y verdura que descartada del circuito comercial por motivos muy diversos, principalmente porque carece de la apariencia estética o el calibre que la hace comercializable. Pero cada vez más, como se ha visto en las protestas de los agricultores, el precio que se paga por una cosecha no compensa lo que se invierte en la recogida y entonces, en vez de dejar que se pierda, el agricultor les llama .

Una espigadora en la zona de la baja Tordera.

Anna Gras, responsable de comunicación de Espigoladors, explica que la fundación "nació como un proyecto de emprendimiento social, impulsado por tres personas, pero que ha ido creciendo y diversificándose". Ahora cuenta con unas veinte personas en el equipo técnico y unas veinte más en la empresa de inserción laboral que han creado y que produce la marca Es im-perfect de conservas vegetales. En este obrador se elaboran patés vegetales, mermeladas y salsas con frutas y verduras que son descartadas del circuito comercial por imperfecciones, por caídas de precios o por excedentes de producción. El obrador, situado en El Prat de Llobregat, emplea principalmente a personas en riesgo de exclusión social.

Expansión en Girona

Aunque Espigoladors nació en el Parque Agrario del Baix Llobregat, conocido como “la despensa de la región metropolitana de Barcelona”, el crecimiento de la entidad ha hecho que el trabajo de los espigadores llegue también al espacio agrario de la baja Tordera y se hayan establecido vínculos con Cáritas Blanas y Hostalric, Cruz Roja de Lloret de Mar y el Banc dels Aliments de Girona, entre otras entidades de la zona. En las comarcas gerundenses tienen unos 800 voluntarios, contactos con unos 60 productores, envían productos a una quincena de entidades y durante el 2023 realizaron unas setenta espigadas. “En todas partes formamos pequeños grupos de entre diez y veinte voluntarios y convertimos el espigallamiento en una actividad segura por ambas partes, porque previamente hay un acuerdo firmado con los agricultores, y también los propios espigadores firman un compromiso de derechos y deberes”, explica Gras. Ya han tenido contactos con varios ayuntamientos, como el de Girona, y con entidades para conseguir la financiación necesaria para continuar la expansión por el territorio, que comenzó en el 2020. Anna Gras explica el principal escollo con el que se encuentran actualmente: “Los cambios estructurales, los que afectan a las empresas y las instituciones, son los más difíciles. En cambio, la gente está cada vez más concienciada de la necesidad de poner freno al derroche alimentario”.

Un 70% de mujeres

Todo lo que cosechan lo dan a entidades sociales y actualmente tienen una bolsa de 3.000 voluntarios dispuestos a espigar en varias zonas del país y un registro de 300 productores. El perfil del espigador es diverso, pero como en la mayoría de las actividades de voluntariado el 70% son mujeres. Uno de los trabajos que para Espigoladors dan más sentido a su trabajo es "acercar el campo a una ciudadanía cada vez más desconectada del mundo rural y ofrecer una oportunidad a personas vulnerables".

Entre los basureros

La mayoría de los mercados municipales no tienen un circuito establecido para dar salida a las posibles pérdidas alimentarias, pero siempre hay cuidado por no tirar nada que sea aprovechable. En el Mercado del León de Girona, por ejemplo, cada parada tiene sus propios receptores de los productos al límite de la caducidad, a veces los propios clientes y, en otros casos, entidades benéficas que se ocupan de recoger lo que aún pueden aprovechar. En el mercadillo de la Dehesa de Girona del martes y el sábado, sobre todo al mediodía, cuando las paradas empiezan a recoger, es donde aparece también la figura del espigador. Los hay de varios grados, desde los que buscan fruta y verdura que está a punto de estropearse a un precio más económico hasta los que esperan a ver qué tiran los paradistas y casi se disputan los restos con los servicios de limpieza .

Una persona recuperando verdura del contenedor de residuos orgánicos después del mercado de la Devesa de Girona.

Es habitual también ver a personas que rebuscan en los contenedores de residuos orgánicos, a veces para encontrar alimentos para los animales, pero también para el consumo propio. Según explica un vendedor de fruta y verdura que acude el sábado al mercado de la Devesa, desde el aumento de precios de la cesta de la compra se han encontrado mucha más gente que espera el momento de la recogida para negociar precios a la baja o que va directamente a buscar lo que echan.

Una red municipal

Con el objetivo de luchar contra el desperdicio y facilitar el aprovechamiento de productos que podrían acabar en la basura, el Ayuntamiento de Girona está impulsando la creación de una red de coordinación entre el Mercado del León y el de la Devesa, establecimientos de restauración, tiendas de alimentación y supermercados y entidades benéficas. El concejal de Acción Climática, Sergi Cot, explica que ya se está reuniendo con los responsables de las entidades que deben implicarse en esta red para ponerla en marcha en breve. Además de la lucha contra el desperdicio, el Ayuntamiento también apuesta por la soberanía alimentaria y en este sentido quiere "dignificar y potenciar" las huertas urbanas como las de Santa Eugenia, ampliar las zonas de cultivo y propiciar que los productos que se hagan que puedan ser distribuidos en una red comercial de proximidad. “Nuestro objetivo es menos desperdicio, más aprovechamiento y más huerta urbana”, asegura Cot.

Un puesto del Mercado del León de Girona.

Aplicación Too Good to Go

Minutos antes de cerrar la tienda o el restaurante, los usuarios de la aplicación Too Good to Go pueden ir a buscar alimentos que el establecimiento no podrá vender o servir al día siguiente. Se trata normalmente de productos de bollería o comidas de restaurantes y hoteles. En Girona existen varios establecimientos adheridos a esta aplicación, que cuenta con 7,3 millones de usuarios en todo el mundo y más de 20.000 negocios. Por un precio que oscila entre los 3 y los 5 euros, el usuario puede llevarse packs que suelen contener todo un menú, raciones que han sobrado, bollos, bocadillos, etc. Estudiantes que comparten piso son algunos de los usuarios frecuentes de esta aplicación, que lucha también contra el desperdicio.

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