Ficción

"Fue una obsesión": 20 años de 'Perdidos', la serie que cambió la televisión

La ficción creada por JJ Abrams y Damon Lindelof fue el primer gran fenómeno global y cambió la forma de relacionarnos con las propuestas televisivas

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Una imagen promocional de la primera temporada de Lost que emitió la cadena ABC durante seis temporadas.

Barcelona¿Qué hizo la madrugada del 23 de mayo de 2010? Seguro que piensa que es imposible recordarlo, pero quizá se le encienda la lucecita cuando sepa que es la fecha en que se emitió el 121º, y último, episodio de la serie Lost (o Perdidos en su traducción al castellano). Aquella noche, miles de catalanes se congregaron frente al televisor para terminar un camino lleno de contradicciones y altibajos. Iniciático y excitante. Pero también decepcionante y frustrante. En cualquier caso, quien aguantó despierto hasta el instante clave del episodio, cuando el personaje de Locke le dice a Jack "Te estábamos esperando", asistió en directo a un momento que era historia de la televisión. Y todo porque terminaba Perdidos, la serie que lo cambió todo.

Pero la historia de aquellos supervivientes que llegaban a una isla tropical aparentemente desierta, habitada por osos polares y humos negros que arrasaban con todo, había empezado mucho antes, con la emisión de un episodio piloto extraordinario en septiembre del 2004. Veinte años después del estreno de la serie dramática más importante, entendida como fenómeno pop, que nunca hemos visto hasta hoy, recordemos qué supuso ese fenómeno, global y de masas.

Puente generacional

La génesis de Lost se remonta a 2003, cuando Lloyd Braun, entonces presidente de la cadena ABC, quiso desarrollar un proyecto de ficción que sería una especie de mezcla entre la película Náufrago (Robert Zemeckis, 2001) y el programa de telerrealidad Survivor (Supervivientes). Después de dos propuestas de guión rechazadas, Braun recurrió a JJ Abrams, creador deAlias, que trabajó el borrador de la serie con Damon Lindelof, con quien formaría uno de los duetos creativos más famosos de principios de siglo. El proyecto salió adelante pero no fue un camino de rosas hasta llegar al éxito masivo. El episodio piloto fue el más caro que se había producido nunca para la televisión –entre 10 y 14 millones de dólares–, lo que provocó la destitución inmediata de Lloyd Braun, y dentro de la cadena estaba el convencimiento de que todo ello era un desbarajuste y que la serie se despeñaría de entrada.

Escenas del capítulo piloto de la serie, que fue el más caro jamás producido para la televisión, con un coste de entre 10 y 14 millones de dólares.
Escenes del capítol pilot de la sèrie, que va ser el més car que s’havia produït mai per a la televisió, amb un cost d’entre 10 i 14 milions de dòlars.
Escenes del rodatge del capítol pilot de la sèrie, que va ser el més car que s’havia produït mai per a la televisió, amb un cost d’entre 10 i 14 milions de dòlars.

Nada más lejos de la realidad: cuando el vuelo 815 de Oceanic Airlines se partió en dos en la pantalla, los telespectadores asistieron a un espectáculo audiovisual de primer orden. Empezaba Lost y, de rebote, la llegada al público de masas, que hasta entonces no consumía televisión por cable y, por tanto, no había visto series como Los Soprano o The wire, de la que se llamó edad de oro de las series. No fue la única novedad, ni mucho menos.

"Fue la bisagra entre las series tradicionales y un nuevo tipo de producto que exigía más al espectador. Sus creadores pedían plena concentración a partir de un juego de pistas y la imposibilidad de dejarse ningún episodio sin ver", explica el periodista Javier P. Martín. La serie establecía una conversación inédita con sus seguidores, que la vivían como la piedra roseta de una nueva forma de consumir televisión.

En plena explosión de foros online, blogs y en el inicio de las redes sociales –era el fin de MySpace y el inicio de Facebook–, un episodio de Perdidos tenía un recorrido mucho más largo de 45 minutos de duración. Sólo minutos después de terminarse el capítulo, internet se llenaba de teorías e hipótesis alimentadas por los guionistas y amplificadas por los seguidores. Se hablaba entre compañeros de piso, en el trabajo, en el instituto, en el bar y en la universidad, pero especialmente en unas redes que eran muy diferentes a lo que conocemos ahora. "Lost fue la primera serie que sacó partido a las teorías especulativas de internet, y esto fue muy innovador", explica el realizador Carlo Padial. El creador de Doctor Portuondo recuerda que, antes que con Perdidos, había pasado con Twin Peaks, de David Lynch. Pero en ese mundo internet no existía: "Había las mismas ganas de compartir las visiones de lo que estaba pasando, pero no tenías a nadie más allá de tus amigos".

Los personajes de Kate y Jack en uno de los episodios de la serie.

Obsesión por la isla

"Se convirtió en la primera serie que me enganchaba fuera de la televisión convencional", recuerda Andreu Juanola, conductor del podcast La sotana, que actualmente lo está viendo por tercera vez. De hecho, Netflix le ofrece entre su catálogo desde el verano. Lost abrió un nuevo mundo para un público que, de repente, utilizaba palabras hasta entonces desconocidas, como spoiler y temporada (referida a una serie de episodios), y recurría a páginas de streaming o descarga, normalmente ilegales, como Megaupload. "Asentó las bases por todo lo que vino después", explica Marta Montaner, presentadora de Catalunya Ràdio que tuvo una relación muy intensa con la serie. "Fue una obsesión", recuerda. Hoy en día lo ha visto completa cuatro veces: "Cuando la vuelves a visionar –asegura– redescubres cosas que te habías perdido en la primera. Es de las mejores cosas que tiene".

Perdidos duró seis temporadas y dejó un buen puñado de momentos memorables y una iconografía pop enorme. La mano escrita de Charlie con Not Penny's boat, las idas y venidas de Kate con Jack y Sawyer, los chistes del Hurley, el episodio de The Constant, el Desmond escuchando Make your own kind of music, la secuencia 4 8 15 16 23 42, la iniciativa Dharma... No hay un solo fan de la serie que no esboce una sonrisa al recordarlo. "Escenas como la de Not Penny's boat están construidas con una destreza alucinante en lo que se refiere a guión y edición. Son piezas de orfebrería", dice Javier P. Martín. Argumentalmente proponía giros de guión constantes y disparaba a discreción contra varios objetivos. "Acababas cada capítulo diciendo «Virgen, pero ¿qué acaba de pasar?» Eran como cliffhangers de culebrón pero más sofisticados", recuerda la guionista Júlia Cot. Esta buena mano de Abrams y Lindelof con los finales de capítulo fue una de las grandes claves del éxito, ya que facilitaba el efecto maratón –el mirar muchos capítulos de seguidos–, creaba adicción y hacía que se esperara con candeletas lo siguiente. puedo ver sólo un capítulo", explica Andreu Juanola ahora que la vuelve a mirar. Se suma Marta Montaner: "Conozco muy poca gente que no haya quedado enganchada".

El otro palo de pajar del proyecto fue la apuesta por el misterio y la ciencia ficción. Carlo Padial, que la siguió con entusiasmo ya tiempo real, le reconoce un mérito indiscutible. Lost por ser como una ficción de ficciones, a la manera casi deEl Aleph de Jorge Luis Borges o de los libros de Bioy Casares". En definitiva: una sci-fi inteligentísima en la que todo es posible, "la mistery box de la que puede salir cualquier cosa", recuerda Padial.

Final para olvidar

Pero no todo fueron flores y violas. A pesar de tener cuatro temporadas de un nivel muy alto, Perdidos fue decayendo en las dos últimas tongadas. Muchos llegaron al final por pura inercia, por nostalgia o porque querían formar parte de ese momento pop. Otros se quedaron por el camino, hartos de su irregularidad. Si lo mejor de Perdidos era su capacidad de generar misterios y jugar con ellos, a la vez no supieron parar de abrir tramas y nuevas incógnitas. Es más, se llegó a la sensación generalizada, y nunca confirmada por sus creadores, que directamente no sabían hacia dónde iban. "Digan lo que digan, el éxito les desbordó. Fueron creando un imaginario que no iba a ninguna parte y generaron cierta sensación de estafa", recuerda Carlo Padial. También lo piensa Júlia Cot: "Me sentí engañada, teníamos el pleno convencimiento de que acabarían resolviendo los misterios, pero a medida que avanzaba la serie sumaban más y más ramas que no acababan de cerrarse".

Una de las frases más recurrentes de la serie era que lo más importante era el camino, no la llegada. Y la realidad es que lo cumplieron: buena parte de camino fue memorable, pero al final se llegó a hacer eses. Todavía hoy hay gente que no ha terminado de entender cómo acababa.

Aunque hay otras series, también consideradas de las mejores de la historia, que también han sufrido bajadas de calidad, la de Perdidos fue especialmente pronunciada, y sumada a un final decepcionante le han dejado fuera de los habituales rankings de grandes ficciones televisivas de siempre. "El tiempo le ha hecho de culto y tiene fans muy militantes que le adoran. En cambio, la crítica no le ha valorado. Fue demasiado irregular, no ha envejecido bien, y tenía algunos rasgos hoy en día impensables, como un número excesivo de episodios", explica Javier P. Martín. Muy probablemente Perdidos nunca se sentará en el podio totémico que forman The wire, Los Soprano, Breaking bad y otras grandes ficciones televisivas, pero sólo Juego de truenos puede discutirle el hecho de ser la serie dramática seguida con mayor intensidad de todos los tiempos. Fue un viaje con final abrupto, vale, pero deunidó qué viaje.

Bares temáticos, tertulias y podcasts sobre la serie

Pese a que había culto a otras series, especialmente sitcoms como Seinfeld o Friends , el fandom de Perdidos superó todas las expectativas. El seguidor se volcó con un entusiasmo inédito y las iniciativas se multiplicaron por todo el mundo. En el barrio de Poblenou de Barcelona se abrió un bar temático y un trío de jóvenes hizo una webserie. "Solo fue posible porque entonces estábamos solteros", ríe Júlia Cot, guionista, entre otros, de la serie Vintage y creadora, junto con Tomàs Fuentes y Adrià Serra, de PostLost . Como su nombre indica, ellos venían después de Perdidos : "El jueves nos descargábamos cada nuevo capítulo y lo mirábamos, el viernes escribíamos PostLost , el sábado gravábamos y el domingo hacíamos el montaje. El lunes ya estaba disponible". Era un trabajo vocacional y absolutamente entusiasta, que ni supieron ni intentaron monetizar. "Fue una época realmente divertida, una de las más pletóricas de mi vida", recuerda Cot.

También marcaría la vida de Marta Montaner, hoy en día una de las conductoras del Que no salga de aquí , que de Perdidos acabaría haciendo el trabajo de búsqueda de bachillerato. ¿El tema? Encontrar teorías y pensamientos filosóficos, de los clásicos, y de la historia de la literatura, con paralelismos con la serie. Veinte años después, la creación de Abrams y Lindelof aún genera contenido. Javier P. Martín dirige Perdidas: we have to go back , un podcast en el que se comenta la serie episodio por episodio. "La mayoría de invitados que vienen son más fans de la serie que yo. En mi caso, tenía ganas de revisionar la serie, y acabé haciendo el podcast casi para obligarme a seguirla viendo". El día de hoy está a punto de estrenar su capítulo final.


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