HOMENOTES Y MUJERES

De padre de un formol en mecenas de la ciencia catalana

Pere Mir montó la Fundació Cellex, clave en la existencia de proyectos catalanes punteros en el mundo

De padre de un formol en mecenas de la ciencia catalana
y -DAVID VALERO CARRERAS
30/01/2021
3 min

La semana del 14 de marzo del 2017 pasaron muchas cosas en el país, como casi todas las semanas, pero una de ellas fue que los periódicos informaron de la muerte de Pere Mir, alguien de quien la mayoría de lectores no había oído nunca a hablar. Lo primero que trascendió es que en los últimos 15 años de su vida había hecho donaciones a la ciencia por valor de 120 millones de euros, siempre a través de su fundación, llamada Cellex. Un buen motivo, este dato, para interesarse por este señor de canas y ademán elegante.

Fue un hombre discreto hasta el secretismo, permanentemente alejado de los focos y que supo construir una fortuna, para después actuar como un filántropo de los que ya apenas quedan con la idea de retornar a la sociedad hasta el último euro que había logrado ganar con sus negocios.

El desconocimiento por parte del público en general de la figura de Mir contrasta con la veneración que se sentía por él dentro del mundo de los iniciados a la ciencia, ya que gracias a la Fundación Cellex pudieron nacer y mantenerlo se incontables proyectos catalanes punteros en el mundo, como por ejemplo las investigaciones en epigenética del doctor Manuel Esteller o el Instituto de Ciencias Fotónicas, por mencionar dos casos suficientemente conocidos.

La historia de Mir comienza en 1919, cuando nace en Barcelona, ​​hijo también de Pere Mir, en este caso directivo de la firma norteamericana Dun & Bradstreet. Pocos años más tarde, en 1922, su padre fundaría el Rotary Club Barcelona, ​​por donde desfilaron algunos de los apellidos más relevantes de la época: Puig-Sureda, Trias y Pujol, Arruga, Estelrich, Roviralta o Mateu, entre otros. Curiosamente, 55 años después, Pere Mir -ahora el hijo- sería uno de los refundadores del Rotary una vez quedó atrás la dictadura franquista y las asociaciones podían empezar a repoblar el panorama de la sociedad civil catalana.

Llegada la edad de entrar en la universidad, Mir eligió estudiar ciencias químicas, su verdadera pasión, y al mismo tiempo la disciplina en la que debería hacer grandes cosas. Con ese título bajo el brazo, fundó la firma Derivados Forestales (era en 1942), que triunfó con una innovación salida de su cabeza, como era la producción de formol concentrado a partir de la extracción de la madera. La firma acumuló patentes y acabó consolidándose como líder mundial en la fabricación de paraformaldehído (una especie de pequeño termoplástico que, despolimerizado, puede ser utilizado como desinfectante o fungicida), además de tener otros productos entre los más vendidos del sector.

Una primera muestra de su carácter de mecenas lo encontramos en el lejano 1964, cuando llevó a cabo una donación a la Casa Pairal de Vilassar de Mar -una residencia de gente mayor- para que se pudiera construir un nuevo edificio. En 1991 fue uno de los fundadores del Instituto de la Empresa Familiar, un lobi para defender la empresa catalana de carácter familiar donde se encuentra la flor y nata de este tipo de firmas y que hoy preside Marc Puig, patrón del grupo de cosmética.

En 2002, pasados ya los 80 años de edad, Mir vendió casi la mitad de su empresa al Banc Sabadell y cuatro años más tarde se desprendió totalmente pasando Derivados Forestales y todo su grupo subsidiario a manos de la compañía química Ercros, heredera de la histórica Cros. Con los ingresos recibidos por la venta de sus acciones nació la mencionada Fundació Cellex, que en los años posteriores y hasta nuestros días se dedicaría a regar la ciencia catalana con millones de euros. Entre las aficiones de Pere Mir destacaban la aviación y la navegación. Precisamente, el rey emérito -amigos desde hacía muchos años- fue usufructuario ocasional de su barco.

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