Innovación

De las piezas de Lego a una patente en Sant Joan de Déu

El hospital asesora a un joven que a los 14 años empezó a desarrollar un teclado para ayudar a su hermano enfermo a comunicarse

Ricard Casanovas poniendo con los diferentes prototipos del teclado adaptado

BarcelonaDe las piezas de Lego a ser un proyecto del Hospital Sant Joan de Déu de Esplugues hay ocho años y “mucho trabajo”. En 2013 Ricard Casanovas tenía 14 años y era uno de los cinco miembros de The Santperencs, un grupo de robótica de preadolescentes fanáticos del famoso juego de las piezas de colores que, impactados por la degeneración que sufría Martí, de siete años y enfermo de un cáncer extraño, el DIPG, empezaron a rumiar cómo hacer que el hermano pequeño de los Casanovas pudiera superar las complicaciones que tenía a la hora de comunicarse.

Desgraciadamente, el niño murió antes de que lo tuvieran montado, pero la pandilla no se desanimó y continuó con el trabajo de desarrollo y de mejora por si otras criaturas con discapacidad se podían beneficiar de él. Cuando el grupo de robótica ya se había deshecho, Casanovas hizo del teclado y sus usos su trabajo de investigación en segundo de bachillerato. Le supuso una nota de 10 y que el hospital infantil de referencia se fijara y apostara por acompañarlo en la aventura.

El proyecto –bautizado como Click, por el ruido que hacen las piezas– es un “sencillo” teclado adaptado con el que estas criaturas que tienen problemas de oído, habla o de movilidad pueden tener una comunicación “básica para hacerse entender en el día a día”, explica Casanovas, que ahora ya tiene 20 años y estudia un grado mixto de ingeniería industrial y economía de la UPC y la UPF. El aparato está formado por 10 teclas de colores diferentes que cuando se pulsan corresponden a otras tantas tarjetas del mismo color que aparecen en la pantalla y que se asocian a acciones simples: comer, beber, emociones o gustos. “O si le pica la espalda”, añade el joven inventor, que destaca que es un instrumento “intuitivo”.

“Cada icono está en una posición de la pantalla y le corresponde un color que está en el mismo lugar que en el teclado”, explica, destacando que “los colores siempre son los mismos y los iconos también”, así que después de "cuatro o cinco veces" de usarlo ya se sabe cómo funciona. El sistema ofrece la posibilidad de incorporar los menús de opciones en varios idiomas.

Comercialización en un año

Esta sencillez y el hecho de que sea barato de construir son en buena parte responsables de que el teclado tenga mucho potencial para que en “un año o un año y medio” una empresa decida comercializarlo, sostiene Jaume Pérez, director de la Unidad de Innovación del Hospital Sant Joan de Déu, que está orientando a Casanovas para desarrollar el prototipo, encontrar financiación y una salida en el mercado. El centro creyó desde el principio que el aparato puede ser útil para las criaturas y también para adultos que pierden capacidades por accidentes cerebrales, pérdida de movilidad o discapacidades sensoriales.

Con el tiempo, las teclas de plástico de Lego se han sustituido por otras hechas con impresoras 3D y se han introducido otras piezas más resistentes. “El proyecto está muy avanzado y ya casi solo queda probarlo en criaturas”, explica Pérez, que destaca las dificultades que hay para que las empresas inviertan en desarrollar medicamentos y aparatos adaptados a las necesidades de los pacientes pediátricos.

Participación de escuelas

La Unidad de Innovación ya ha cumplido 12 años y en este tiempo ha analizado un centenar de proyectos, de los cuales 35 han obtenido patente y 14 son ya licencias comerciales para tratamientos o aparatos para el cáncer, la obesidad o una aplicación para la rehabilitación logopédica, para citar solo tres. La cosecha de inventos proviene de tres vías diferentes: del personal del hospital, del exterior y de peticiones de empresas emergentes para mejorar sus productos ya existentes.

En este sentido, Pérez explica que el centro visita regularmente escuelas e institutos para promocionar la investigación científica y que de aquí salen buenas ideas, como también de las visitas que se organizan dentro del mismo hospital. Alumnos de cuarto de ESO de la escuela Thau idearon una máscara de oxígeno más amable para las criaturas ingresadas al centro después de en ecomprobar el miedo y los llantos que provocaban las que se usaban de manera ordinaria.

Pero de esta colaboración estudiantes-centro surge un pequeño problema. ¿A quién pertenece la propiedad intelectual del aparato en cuestión, a la escuela o a los alumnos? Pérez responde que el hospital trabaja en un formulario para que no haya equívocos respecto a nombre de quién irá el invento si llega a ser comercializado.

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