Un poeta desahuciado
En el diario ARA del 23 de abril, todos los artículos de opinión se convierten en cuentos de ficción para celebrar el Día del Libro. He aquí uno de ellos
A veces me preguntan por qué me especialicé en el estudio de un poeta tan poco conocido como Francesc Porta y siempre he salido del paso con explicaciones ambiguas. Ahora voy a contar lo que antes no he podido contar.
Francesc Porta fue, efectivamente, un poeta poco conocido y también creo honradamente que fue un poeta menor, de un interés relativo y de una época, la posguerra, que no atrae nada. Acabé siendo especialista en su obra por causalidad pero también por un motivo muy personal. Aunque profesionalmente no fue una decisión ventajosa, no estoy descontenta. Inicialmente mi trabajo de fin de curso tenía que ser sobre André Gide, como me había indicado Tomás, mi profesor. Me pareció interesante, pero Gide era demasiado inteligente para mi gusto, aunque ése no fue el motivo por el que acabé haciendo mi trabajo sobre Porta. Sin contar con el entusiasmo de mi profesor, por cierto.
Me puse a buscar un tema que tuviese relación con Gide y buscando bibliografía encontré ese título, Le masque de l'homme nu, de un tal René Demiaux, sobre su obra. No estaba en la biblioteca de la facultad sino en un armario del departamento. Formaba parte de una donación, la biblioteca de Francesc Porta Miramontes, el poeta de Sabadell que se había retirado a vivir a un pueblo de Palencia. “Cuidalo bien, que es donación del poeta”, me dijo Tomás. Efectivamente, el libro estaba firmado por el poeta y datado: "10 de enero de 1956, Rennes”. ¿Qué haría el poeta en pleno invierno en Rennes? Qué frío debía de hacer tal día allí.
Pasé las páginas con desgana e inmediatamente asomó de entre las páginas la mitad de una hoja de libreta con una anotación en bolígrafo azul: “Rosario Ramos”, el nombre de mi madre. Y también el mío. Solemos llamar sorpresa a lo que es un susto. Cuántas mujeres se llaman así, cuántas cuando guardó aquel papel entre las páginas del libro. Debajo del nombre, en letra más pequeña, una calle y un número de mi ciudad. Creo que queda claro el motivo de mi interés en ese poeta que no merecerá ocupar mucho espacio en la historia de la literatura, un nombre en una lista de poetas de posguerra. Posiblemente sea desahuciado por la historia de la literatura y su nombre en la lista sea ocupado por otro poeta.
Mi madre había enfermado hacía cuatro años y muerto dos años más tarde, así que hice memoria de cualquier comentario suyo que tuviese relación con Porta. Y algo recordé, o al menos algo que pudiese ser interpretado como una indicación de la existencia de ese nombre o ese poeta: al cumplir los dieciocho, me regaló una antología de poesía que incluía algunos poemas suyos. Busqué el libro en casa de mis padres -papá aún vivía-, y allí estaba en la estantería de mi cuarto. La dedicatoria de mi madre solo decía: “Eres y serás una mujer. Pero tus padres siempre te querrán”. La sospecha que ya estaba instalada en mí me hacía sentir incómoda con mi madre y me hizo preocuparme por mi padre. Recordé que mi madre había ido a Francia, y busqué la ocasión para preguntarle a mi padre cuándo había ido mamá allí. Justo antes de casarse: habían acordado casarse a la vuelta de su viaje de estudios. Tuve que conformarme con esa información, no le podía preguntar más a mi padre.
Busqué información sobre Porta, pero apenas encontré otros datos que el lugar y la fecha de nacimiento, sus libros y que había dejado de escribir y se había ido a vivir a Palencia. Le pregunté a mi profesor cuándo había donado la bilblioteca. Él no estaba interesado en su obra literaria pero consideraba la biblioteca una donación muy valiosa, por el número de volúmenes y la diversidad de títulos. El poeta había donado libros, carpetas con originales, borradores e inéditos, unos cuatro años antes. Por aquel tiempo en que mi madre había enfermado.
¿Por qué había hecho la donación? Muy simple, se había venido a vivir a la ciudad y se había comprado un piso grande donde albergar la biblioteca, pero no pudo pagar la hipoteca y fue desahuciado, y acabó donando la biblioteca a la universidad. Había muerto el año pasado, arruinado.
No podía escapar a dedicarme al estudio del poeta Francesc Porta, fue mi modo de conocer mi propia vida y de tener algún tipo de relación con él. Esto puedo contarlo ahora: mi padre falleció el mes pasado. Yo estoy aquí y todos ellos están muertos, no sé cómo fueron realmente esas vidas. A quien quiero es a mi madre y a mi padre, el que se acaba de morir. Papá. Aunque a veces miro la fotografía de Francesc, el poeta desahuciado, y busco parecidos.