Polonia frena a la derecha xenófoba

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Donald Tusk celebra los resultados de las encuestas a pie de urna de las elecciones polacas.

El vuelco electoral en Polonia es importante. Europa, y especialmente Europa Central, necesitaba alguna buena noticia, y ésta, tanto desde el punto de vista europeísta y democrático como de la guerra de Ucrania, lo es. La oposición ha conseguido frenar por fin al ultraconservador PiS (Ley y Justicia), el partido que, liderado por Jaroslaw Kaczynski –aunque el candidato actual era el primer ministroMateusz Morawiecki–, durante ocho años ha encadenado mayorías absolutas y ha protagonizado una peligrosa involución institucional y social. La victoria del bloque opositor encabezado por el candidato de Plataforma Cívica, el expresidente del Consejo Europeo Donald Tusk, con el apoyo de las formaciones minoritarias Tercera Via y la Izquierda, supone un giro de 180 grados y un respiro para Bruselas, que en todos estos años ha visto cómo se le descontrolaba la variable polaca.

En sintonía con el húngaro Orbán, Kaczynski, desde un catolicismo tradicionalista y un populismo autoritario, ha encarnado a la Europa del cierre de fronteras y del miedo a la supuesta sustitución cultural. Una Europa xenófoba que ha alimentado discursos de ultraderecha en todo el continente. En los últimos meses, además, el gobierno polaco, después de haberse redimido en parte ante los socios con su apoyo a Kyiv en los inicios de la guerra, había empezado a dar marcha atrás también en este terreno: el punto de inflexión llegó con la prohibición de importar grano ucraniano a la UE a través de su territorio, un cambio adoptado de forma unilateral. A finales de septiembre, además, Morawiecki anunció que dejaría de enviar armamento a las tropas ucranianas y durante los últimos días había amenazado con retirar las ayudas humanitarias a los millones de refugiados ucranianos. De repente, su tradicional rechazo al peligro imperialista ruso había quedado en segundo plano, aunque solo fuera por motivos electorales. Pero el electorado no lo ha premiado.

Así pues, una nueva victoria del PiS habría supuesto un debilitamiento del frente pro-Zelenski. Pero no solo eso. Porque el ejecutivo ultraderechista de Polonia ha vulnerado de forma continuada normativas europeas relativas al estado de derecho ya la independencia judicial, por ejemplo con la llamada ley Tusk, nominalmente contra la influencia rusa, pero pensada para dejar fuera de juego a Tusk y que habría un marco de persecución política generalizada. Un auténtico escándalo antidemocrático. A esto se añade el incumplimiento sistemático del actual reglamento migratorio comunitario, a pesar de haber sentencias europeas firmes que jurídicamente se lo imponían: de hecho, Hungría y Polonia son los únicos dos estados miembros que no votaron en favor de la nueva reforma migratoria que acaban de acordar los Veintisiete.

A partir de ahora, con el cambio de mayoría en Varsovia, este importante país vecino de Ucrania vuelve a la disciplina de la mayoría europea y deja, por tanto, como excepción solo Budapest, que así queda más aislado. Es relevante recordar que, con 35.000 soldados occidentales en tierras polacas, es un país clave para la guerra de Ucrania, al igual que lo ha sido en el recibimiento de refugiados, sobre todo al inicio del conflicto.

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