"Quince días antes del estreno pensábamos que 'Mar i Cel' no funcionaría"
Repasamos la historia y el impacto que ha tenido Dagoll Dagom en el ecosistema teatral catalán mientras tratamos de averiguar cuál es su herencia


BarcelonaBlanca Bardagil recuerda perfectamente el día que fue a ver Los piratas en el Teatro Victoria. Era a finales de los noventa y tenía diez años. Volvió a casa, en Vic, cantando en el coche. Y, acto seguido, procedió a pedir a los padres que le compraran los VHS de Mar y cielo, Flor de noche y todo lo que había hecho antes aquella compañía llamada Dagoll Dagom y que ya ha olvidado cuántas veces miró. Ella era entonces la niña que se convertiría en dramaturga y estrenaría Alma en el TNC el pasado septiembre, la niña que se enamoraría del musical y que soñaba con hacer algún, algún día. Era el futuro.
En cambio, cuando Ana San Martín oyó hablar de un casting para Mar y cielo, pese a tener sólo 23 años, ya cargaba una prometedora carrera de actriz debutante, con papeles en la industria madrileña, como High school musical –donde empezó con dieciséis años–, Los miserables y Blancanieves Boulevard. "Sabía quiénes eran porque los había visto en vídeo y me había hecho una lista mental en la que me decía que si volvía Mar y cielo, tenía que ir", recuerda. La cuestión es que se abrió el casting para la tercera producción del musical, que se estrenaría en el 2014. Ella había vuelto a Brión (Santiago de Compostela) y su madre la convenció para que se presentara. No sabía ni un borrador de catalán, pero la monta , pero ella quería cantar en catalán. La ficharon y se convertiría en la tercera Blanca de la historia. Scaramouche (2016) y se le presentaría delante un mundo lleno de posibilidades, donde ahora mismo es una de las voces más respetadas, lo que le ha permitido hacer de protagonista a West Side Story, El médico y El fantasma de la ópera. Incluso ha podido virar su carrera hacia la lírica y participar, en Madrid, en la zarzuela La verbena de la paloma.
Pep Cruz recuerda perfectamente cuando conoció a San Martín. Coincidieron en el tercero Mar y cielo. Él había debutado con la compañía en el primero. Siempre como Joanot. Y alucinó lo bien que cantaba en catalán sin saber hablar de ello. Hoy, la actriz lo domina perfectamente y lo último que ha hecho en nuestra casa es Golfus de Roma y el Sweeney Todd que dirigió Jordi Prat i Coll en el Palau de la Música.
El pasado: "¡Tenemos que hacer esto!"
Cuando Dagoll Dagom puso en marcha motores, a finales de los años setenta, el teatro musical era casi inexistente en Catalunya. Y sus primeros espectáculos, como Antaviana (1978) o Noche de San Juan (1981), no eran exactamente musicales. El Mikado (1986) fue el primer musical de verdad al que se enfrentan. Debían hacer La verbena de la paloma. Pero Joan Vives les llevó el guión de la opereta de WS Gilbert y A. Sullivan y se dijeron: "¡Tenemos que hacer esto!". Anna Rosa Cisquella, productora de la compañía, recuerda estar ensayando El Mikado y decirse: "¡Estamos chalados, no vendrá nadie, si no le gustará a nadie!". Funcionó muy bien, lo que le ha llevado a pensar que, "los espectáculos, cuanto más arriesgados, o te hundes mucho o son los grandes éxitos".
El primer papel de Cruz debía ser, justamente, en El Mikado. Entonces estaba haciendo el mítico Cyrano de Bergerac de Josep Maria Flotats en el Poliorama. Le habían adelantado que no haría gira y se presentó en el casting de Dagoll Dagom. Pero ocurrió que un día le llama Flotats y le anuncia que harán la obra en treinta teatros de Catalunya, que había conseguido que pusieran duchas y arreglaran los inodoros de todos aquellos teatros, condición sine qua non para realizar una función de la obra de Edmond Rostand. Tuvo que abandonar el proyecto. Al siguiente, Mar y cielo, volvió para convertirse en el primer Joanot de la historia.
"Quince días antes del estreno, hubo una crisis muy fuerte, porque pensábamos que no funcionaría, que eran tres horas y la gente no las soportaría", explica Cruz. Las funciones previas con público y con un barco que todavía no se movía derrumbaron los malos augurios. "Nos subió la moral", apunta. Hace unas semanas, el actor volvió a ver Mar y cielo y puede decir que todavía se le puso la piel de gallina. "Sólo tiene un defecto, esta obra, y es que el final no es tan potente como el final del primer acto con El himno de los piratas", añade.
Aquella apuesta fue decisiva, según Cruz. "Si no hubiese ido bien, quizás no hubiera sido el final de Dagoll Dagom, pero sí un batacazo considerable". Y eso, recuerda, que Cisquella llegó tarde a la reunión con Jordi Pujol, en la que el presidente decidió darles00 millones de peso. LNA~ Después de Mar y cielo, Cruz se enroló en Flor de noche (1992), lo que es, para muchos, el mejor musical de la compañía, aunque el actor prefiere Te odio, amor mío (1995). Aquel espectáculo con libreto de Manuel Vázquez Montalbán los situó, sin embargo, al borde del abismo. Cisquella lo recuerda así: "Teníamos que estrenar, en 1992, el Teatro Victoria, pero las obras se retrasaron mucho, estrenamos en abril y no fue como debía ir. [Joan Lluís] Bozzo aquí, por ejemplo, se desgastó mucho. Se desanimó tanto que quería plegar. a ver a Bella Dorita, Mary Santpere. Me gustaría haber vivido el Paralelo de aquellos años... Miquel y yo, que no nos hundimos tanto, hicimos. Historietas (1993), que era como una recopilación de lo que habíamos hecho hasta entonces. Fue un gran éxito". Han intentado, a lo largo de los años, volver a montar Flor de noche, pero no lo han logrado.
Historietas funcionó, pero lo que les salvó, recuerda Cisquella, fue la serie Oh, Europa que emitió TV3: "Bozzo se metió mucho, con los guiones, y fue muy divertido. Lo importante de resistir es que te lo pases bien. Yo, en negocios aburridos, nunca me pondría".
Elegir o descartar, dejar de lado o apostar, arriesgarse, ha sido también el leitmotiv de la compañía. Son muchos los proyectos que tantearon y que no llegaron a buen puerto por una u otra razón. Bozzo explica que intentaron abordar la novela de George Orwell Granja animal: "Incluso habíamos estado en la oficina de Covent Garden de Londres de los agentes de Orwell para adquirir sus derechos y no nos entendimos". Entonces se decantaron por Bosques adentro (2007), de Sondheim. "También habíamos mirado la película de Jean Renoir La carroza de oro, hablamos con Bru de Sala, pero tampoco salió e hicimos La perrita (2003), recuerda el director. Y Cisquella añade que intentaron hacer un espectáculo sobre los textos de Quim Monzó y lo pararon "porque Ventura Pons tenía los derechos para hacer la película [El porqué de todo] y se negó en redondo que lo hicieran en teatro".
Para Cruz, pasar por Dagoll Dagom fue vital. Ahora que está jubilado, sabe que si se ha podido ganar la vida con eso del teatro es porque pudo hacer al menos cinco espectáculos que estuvieron al menos dos años en cartel. Le pasó con el Cyrano y con Mar y cielo. También aprendió, con ellos, que "el teatro privado es muy duro", ya que existe una regla que dice que, de cada tres obras que montes, dos no funcionarán, y con la que rode deberás cubrir los agujeros que te dejen las otras dos. Cree que en Dagoll Dagom les ha funcionado una de cada dos y que, por este motivo, han durado cincuenta años. "Después de Mar y cielo, ¿qué podías hacer? Deberían haber hecho un buen monólogo: el triángulo amoroso de Flor de noche no gustó a la gente, no les acabó de enganchar", apunta el actor.
El presente: "No tratan al público de tonto"
Cruz cree que Dagoll Dagom puso "el teatro musical en solfa". En primer lugar porque crearon un sello de calidad, con historias originales y no franquiciadas. En segundo lugar, porque se decantaron por el catalán rápidamente y supieron exportar a España: Mar y cielo, por ejemplo, gozó de un éxito rotundo en Madrid. Y, en tercer lugar, porque Cisquella fue "una gran constructora de equipos". El actor cree que se habla poco de algunos nombres vinculados históricamente a la compañía, como Xavier Bru de Sala, porque "a Mar y cielo, por ejemplo, de Guimerà sólo hay tres palabras: mar y cielo". Y ya no digamos de Albert Guinovart y de Joan Vives, dos de los músicos con más talento del último medio siglo.
"Con una franquicia, tienes el éxito asegurado", dice Cruz. Y para hablar del riesgo que siempre ha asumido la tropa de Cisquella, Bozzo y Miquel Periel pone el ejemplo de Maremar (2018), en el que cogían una trama shakespeariana (Pericles) con música de Lluís Llach, y sin orquesta. "¿Cómo te atreves a hacer algo así?", remacha el actor. Para Cruz, Dagoll Dagom siempre ha tenido el favor del público, pero no de la crítica o de un sector de la profesión, que les ha tildado de "comerciales". "Hay gente de teatro que trabaja en teatros públicos que no perdona que tus cosas tengan éxito", remata el actor, que no entiende ese lema que circula mucho en ciertos ambientes según el cual "si algo gusta a mucha gente, no puede ser bueno".
Según Bozzo, han demostrado que, si se presta atención al público que se llama mayoritario, con espectáculos para este público mayoritario, la lengua no es ningún impedimento. La lección que pueden sacar de estos cincuenta años, dice, es ésta: "Un teatro musical de alcance popular, de calidad, se puede realizar en catalán".
A principios del siglo XXI, Dagoll Dagom ya era una compañía consolidada, hasta el punto de que se permitieron reponer Mar y cielo (2004), El Mikado (2005) y Noche de San Juan (2010), y estrenaron un musical nuevo en el TNC, Aloma (2008). Para los jóvenes como Bardagil y San Martín, dentro y fuera de Cataluña, eran un referente. La actriz asegura que en Galicia se hablaba de ellos como "marca de teatro de calidad". Ella, mientras ensayaba Mar y cielo, quedó embobada ante la música de Guinovart y fue descubriendo la historia mientras la hacía. "¡En un ensayo me di cuenta de que Blanca, al final, se suicidaba!", exclama.
"Ponemos mucho énfasis en la interpretación, lo que no es lo habitual en los musicales", dice San Martín, quien también destaca que han hecho una clara apuesta por el talento y por reunir a gente, "no sólo encima del escenario, que es inigualable". "No tratan al público de tonto, ya que apuestan por la creación y por romper barreras", añade.
San Martín ha corrido bastante por Madrid desde que empezó en esto del teatro y cree que el prestigio de la compañía en la ciudad ha ido menguando. Allí hay muchos catalanes trabajando, para los que Dagoll Dagom es un faro, pero tiene la sensación de que a menudo "las cosas de Catalunya se quedan en Catalunya". A raíz del Proceso, Cisquella remarca que se quedaron en casa y, por ejemplo, ni se atrevió a llevar de gira Maremar. "La situación ha cambiado mucho", dice Cisquella. Y añade: "Nosotros vivimos una época muy buena para la cultura. En los noventa, con las Olimpiadas, había una euforia, un apoyo a la cultura, se crearon los convenios... Ahora todo está muy estancado".
El futuro: "Queda el público y los creadores"
Dagoll Dagom no han estado y no están solos. En los años noventa, por ejemplo, había otras compañías que levantaban musicales, como El Musical Més Petit, del que Bardagil también era fan. Y del siglo XXI, tenemos Los Piratas y otros artistas que se han dedicado con pasión y energía. "De Dagoll Dagom queda el público y los creadores que quieren hacer y generar cosas", explica la autora, que, gracias a Alma, se ha convertido en la segunda mujer catalana en estrenar en la Sala Grande del TNC (la primera fue Lluïsa Cunillé).
La compañía ya hizo un "pequeño traspaso" con La alegría que ocurre (2023), creado a partir de un texto de Santiago Rusiñol, al más puro estilo Antaviana o Mar y cielo. Lo explica Cisquella: "Se incorporaron Marc Rosich, Andreu Gallén y Ariadna Peya. Se hizo un espectáculo colectivo, que es lo que hacíamos al principio. Aunque no traspasamos la marca, sí traspasamos el conocimiento".
Proyectos como el deAlma, más allá de paralelos como El día de la marmota, el primer musical en catalán de la productora Nostromo Live, es una de las líneas a seguir. Además, surge de la inquietud de los artistas que ven las dificultades de levantar un musical de éxito en catalán y el de las instituciones, que observan cómo el mercado español entra con fuerza en Barcelona. De ahí que todos se confabularan para crear el RIIIING!, en 2023, una especie de torneo de dramaturgia aplicado al género.
Alma, de hecho, empieza a gestarse en el 2019, cuando Oriol Burés llama a Bardagil para hablarle de su idea de convertir en musical la historia de una chica que quiere ser animadora en el Hollywood de los años treinta. Enseguida enrola a Adrià Barbosa como compositor. En 2021 hacen el dossier del espectáculo y graban algunas canciones. ¡El RIIIING! fue "la gran oportunidad" que buscaban después de mover el proyecto, sin éxito, aquí y allá. Ganaron el premio del público y participaron en unas jornadas en las que vieron que no estaban solos. Y levantaron el primer acto en un workshop. "Entonces recibimos la llamada del TNC en la que nos invitaban a abrir la temporada 2024-2025: teníamos un año para hacerlo", dice Bardagil.
Y de ahí al éxito: cinco semanas de Sala Gran y 20.000 espectadores. "El futuro es Alma, un producto que parece americano, pero hecho en catalán", indica Cruz. Y no es fácil llenar un espacio con 800 butacas con un espectáculo de creación, sin ninguna estrella rutilante en escena. Ahora están esperando a darle más vida en otro espacio de la ciudad porque hay mucho público que se quedó sin entrada.
escuchen nuevas propuestas, que se apueste por la creación contemporánea y no sólo por reposiciones de fondos de armario", afirma Bardagil. Y sí, es necesario que la conselleria de Cultura mantenga la apuesta. El público está ahí. Dagoll Dagom lo ha demostrado.