Fútbol

El Rayo Vallecano, el club que gana sobre el césped a pesar de vivir una guerra civil en la grada

La mayor parte de aficionados no quieren al presidente, Raúl Martin Presa, que ha invitado a miembros de Vox al estadio

El presidente del Rayo, con los líderes  de VOX Santiago Abascal y Rocío Monasterio
26/10/2021
5 min

BarcelonaLos debates internos dentro del barcelonismo parecen poca cosa comparados con el conflicto interno que vive el Rayo Vallecano. El modesto club del barrio de Vallecas ha vuelto a Primera por la puerta grande gracias a las genialidades de Andoni Iraola, el joven técnico vasco que parece destinado a hacer grandes cosas en los banquillos. Con una plantilla modesta, juega al ataque y ahora mismo va por delante del Barça en la clasificación con un estilo muy definido. Iraola es de las pocas cosas que genera unión en un club, el Rayo, que vive una "guerra civil" en palabras del presidente de la confederación de peñas. La mayor parte de los aficionados no pueden ni ver al propietario del club, Raúl Martín Presa. Es la historia de dos ciudades en una. Por un lado, Vallecas. Por otro, el barrio de Salamanca. La Madrid de izquierdas contra la de derechas, la Madrid obrera contra la estilosa. La misma ciudad y un club convertido en un lío social, sin que esto afecte a los resultados sobre el césped.

Cuando la primera semana de septiembre el Rayo Vallecano presentó su último flamante fichaje, el colombiano Falcao, Tomada abrió el estadio a los aficionados pensando en los centenares de colombianos que irían para ver a uno de los mejores jugadores de la historia del país sudamericano. Así fue. Pero ante centenares de periodistas, el estadio también se llenó de aficionados que no dejaron de cantar "Tomada, veta ya" cada vez que este quería hablar. Falcao no sabía hacia dónde mirar. Según Antonio Castilla, presidente de la Federación de Peñas del Rayo, "Presa es una persona autoritaria que no encaja con la forma de hacer del Rayo. Nosotros somos un barrio humilde, de gente trabajadora, donde la gente se ayuda cuando no llega a final de mes. Y el Rayo es nuestro símbolo. Ahora ha llegado un señor que no consulta nada, que trata a la afición mal, que actúa con una forma de hacer dictatorial. Deportivamente quizás las cosas van bien, pero se ha cargado el equipo femenino y trata a la afición mal", explica. Para renovar los abonos, los aficionados viven un calvario, haciendo cola horas y horas fuera del campo mientras los trabajadores del club les dan un papel con un número escrito a mano para saber cuál es su turno. "En algunas cosas el Rayo es un club de Primera, en otras de regional", medio bromea Castilla.

A pesar de que el Rayo siempre ha sido un símbolo de un barrio con una larga tradición política a la izquierda, al palco suelen entrar empresarios que miran hacia otro lado. Durante años el Rayo estuvo controlado por la familia Ruiz-Mateos, que utilizaba al equipo para hacer campaña en sus guerras perdidas. Teresa Rivero, la mujer de José María Ruiz Mateos, presidió el club bautizando al estadio brevemente con su propio nombre, durante unos años en los que se gastaron dinero que el Rayo no tenía. En 2011, Tomada compró la mayor parte de las acciones. Miembro de una familia del sector de la serigrafía, Tomada estaba diversificando inversiones y creaba un holding que no para de crecer, con dinero en el sector de la construcción, por ejemplo. Cuando Tomada compró el club, que estaba arruinado, por poco dinero, lo hizo asesorado por su abogado, un tal Javier Tebas. Sí, el actual presidente de la Liga. Fue una operación oscura donde no quedan claros los pactos con la anterior directiva, que sigue pendiente de juicio por impagos y deudas. De hecho, el apoderado de la anterior directiva, Jesús Fraile, ha encontrado trabajo gestionando el restaurante del estadio gracias a las gestiones de Presa.

Una pancarta contra el presidente del Rayo.

La guerra entre los aficionados y Presa estalló enseguida, cuando quedó claro que el nuevo propietario no veía con buenos ojos la voluntad de los socios de que su voz fuera escuchada. Como algunos socios tenían acciones, las asambleas acababan a gritos. Presa se enfrentó especialmente con los radicales, los Bukaneros, de extrema izquierda, e intentó evitar que tuvieran acceso a las entradas de los partidos de fuera de casa. "Cuando vio que la gente de medio mundo ve el Rayo como un símbolo del fútbol contra el racismo, empezó a vender esta imagen del Rayo para vender camisetas", dice Castilla, en referencia a la segunda equipación del club, que incluyó la bandera LGTBI. "Pero es la afición la que ha hecho del Rayo un club contra el fascismo, el racismo y la homofobia. Después Tomada nos trae a esta gente al estadio", dice un miembro de los Bukaneros. La temporada pasada Presa invitó a Santiago Abascal y Rocío Monasterio, de Vox, al palco del estadio para ver el partido Rayo-Albacete. "Escogió este partido para molestar, para hacer daño", dicen los Bukaneros, puesto que en el Albacete jugaba el ucraniano Roman Zozulya. Hace unos años el Rayo quiso fichar a este futbolista, pero la afición boicoteó el fichaje demostrando con fotografías que Zozulya tenía contactos con grupos de extrema derecha en Ucrania. El futbolista acabó en el Albacete. Y la primera vez que visitó Vallecas fue insultado durante todo el partido por una afición que lo tildaba de nazi. Presa daría la razón a la Liga, que sancionó al Rayo. Y la siguiente vez que el Albacete visitó el estadio de Vallecas con Zozulya, invitó a los líderes de Vox. La respuesta de la afición del Rayo fue desinfectar los exteriores del estadio al día siguiente. "Cabe limpiar, no sea que el virus del fascismo se quede", dicen los Bukaneros, a quien Tomada acusó de haber cortado los cables eléctricos para suspender un partido contra el Madrid en 2013. "Son unos terroristas comunistas", ha llegado a decir el presidente de los radicales. Aquel año, 13 socios del Rayo fueron detenidos por la policía acusados de formar parte de una organización criminal y de amenazar de muerte a Tomada. El presidente negó ser quien había presentado la denuncia.

"Es un caso complejo. Deportivamente ha hecho cosas buenas, y ha conseguido que el Rayo sea competitivo. Pero es evidente que no hay conexión con los aficionados", dice Paco Jémez, extécnico del Rayo. "Las dos partes se han ido alejando y ahora cuesta ver una solución", añade el técnico canario, que visitaba los bares cerca del campo para conocer a la afición. Presa, en cambio, ha llegado a denunciar a algunos bares modestos del barrio por haber puesto el escudo del Rayo en el letrero del establecimiento sin pedir permiso. 

La gestión del femenino los últimos años ha sido uno de los otros puntos que han alejado a la afición y Presa. La propiedad ha descuidado la gestión del que llegó a ser uno de los mejores equipos femeninos de España, cosa que ha provocado que las jugadoras usaran las redes sociales para denunciar viajes mal organizados, donde recibían como cena un bocadillo pequeño. O la decisión del club de empezar la temporada sin que las futbolistas tuvieran el contrato a punto. "Los aficionados del Rayo queremos dejar claro a este señor que para nosotros el club es parte de nuestra vida. No se trata de querer ganar y ya. Está claro que nos gusta cómo juega el equipo y ver que hacemos frente a los grandes, pero muchos preferiríamos estar en Segunda con el club controlado por los socios que no en Primera con un propietario que insulta a nuestro barrio", dice Castilla, refiriéndose a unas declaraciones que hizo Presa hace un año en un reportaje donde recordaba que cuando era pequeño iba al campo del Rayo y "tenía que saltar por encima de las jeringuillas de los drogadictos". Presa, que ha visto como los aficionados del Rayo atraviesan la ciudad para llenar de pegatinas contra su persona la calle del barrio de Salamanca en donde vive, sigue muy decidido a no vender el club. Y la afición canta cada domingo en el campo que lo quiere fuera. El Rayo sigue muy dividido, excepto cuando empieza el partido.

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