Nos roban la mirada

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'Nos roban la mirada'.

Este martes los medios nos alertaban de que una empresa de criptomonedas se había instalado en un centro comercial de Barcelona cuya oferta provocó colas larguísimas de gente. En una campaña de captación de clientes muy efectiva, Worldcoin "regalaba" diez criptomonedas a todos los usuarios que se dejaran escanear el iris. Como el valor de esta moneda virtual es fluctuante, se calcula que el día del intercambio los conejitos de indias que participaban del reclamo publicitario se embolsaban el equivalente a unos sesenta euros, soñando que al cabo de pocos días precio por token subiera sustancialmente. La fantasía de hacerse rico a cambio de prácticamente nada. La alarma llegó pocas horas después, cuando los expertos advirtieron de que los usuarios estaban cediendo datos biométricos personales, exclusivos e inmodificables a cambio de un plato de lentejas. Si dicen que los ojos son el espejo del alma, la gente que hacía cola posiblemente se estaba vendiendo el alma al diablo. Sólo en el futuro sabremos el alcance de la tragedia y las consecuencias de ceder a una empresa con pocos escrúpulos su identidad.

La original iniciativa de Worldcoin, que se ha llevado a cabo en otras ciudades y que también han utilizado otras empresas, recuerda un tipo de negocio turístico que funciona en ciudades de todo el mundo. En los últimos tres o cuatro años se han multiplicado distintas franquicias que ubican a sus locales en puntos muy concurridos. Como propuesta artística o souvenir ofrecen la posibilidad de retratar el iris y obtener una impresión en papel en diferentes tamaños y acabados que puedes enmarcar. Cada empresa tiene sus modelos: crean montajes con los iris de todos los miembros de la familia, o entrelazan los iris de una pareja enamorada o, sencillamente, amplían a dimensiones espectaculares el fascinante entramado de filamentos y colores que componen el iris de una criatura. La fotografía del iris es cautivadora. Incluso la muñequita del ojo más vulgar se transforma en un paisaje cósmico prodigioso, en polvo interestelar de una belleza extrema, en una nebulosa espectacular de una galaxia lejana. Los turistas, admirados por el espectáculo luminoso que se esconde dentro de su ojo, entran en la tienda y, por el importe mínimo de una cincuentena de euros, se sientan ilusionados frente a un aparato similar al de un oculista. Apoyan la barbilla en un pequeño soporte y acercan los ojos a unos prismáticos conectados a un ordenador. Les piden que miren fijamente una pequeña lucecita que se divisa en el fondo de la oscuridad y fotografían el iris. En pocos segundos, los clientes obtienen la imagen resultante en el correo electrónico y un sobre con la fotografía hipnótica del ojo. Hay franquicias de retrato del iris con más de un millar de sedes repartidas entre Europa y América.

Ahora que la estrategia publicitaria de Worldcoin ha hecho tomar conciencia de que el iris es un código identitario tan preciado, es fácil recelar de ese inocente negocio que escanea el ojo. Sin la firma de ningún contrato ni protección de datos, ni la garantía de que borren las imágenes del iris de los archivos del ordenador, estos negocios pueden estar creando unos almacenes infinitos de códigos con un planteamiento comercial bien cándido. Son unas bases de datos que pueden resultar muy suculentas para el tipo de empresas que salen a cazar datos. ¿Dónde van a parar todos los iris de los turistas que han quedado almacenados en el disco duro de los ordenadores de estas franquicias? ¿Quién destruirá a los iris archivados conociendo el valor real de los datos biométricos y el precio que muchas empresas están dispuestas a pagar? Si George Orwell imaginó un futuro con un ojo gigante que nos observaba a todos, quizá tengamos que añadir una realidad en la que los que nos vigilan nos habrán despojado también de nuestra mirada.

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