VIVIR CON ALTAS CAPACIDADES

Rompiendo mitos: Superdotados incomprendidos

Montserrat Pinillos
MARC PARAYRE
15/05/2021
7 min

BarcelonaTodos supieron que tenían altas capacidades cuando ya eran adultos. Saberlo les cambió la percepción que tenían de ellos mismos: Albert Sauri se sintió identificado en su hijo diagnosticado, Montse Valls entendió de dónde venía su “insatisfacción permanente”, Raquel Tomàs comprendió algunos cambios emocionales y Montserrat Pinillos descubrió que no era “la oveja negra” de la familia, como creía. Los cuatro explican al ARA el camino no siempre fácil de ser superdotados.

 “La escuela era una tortura para mí y nadie me motivaba” 

¿Qué recuerdo tenéis de vuestra etapa en la escuela?

MONTSERRAT PINILLOS: Yo fui un fracaso escolar. La escuela era una tortura para mí. Nadie me motivaba y el refuerzo de los profesores era siempre negativo. Cuando sacaba buenas notas (que no era muy a menudo) me decían que podía hacer más, y cuando sacaba malas notas me decían que no le ponía suficiente dedicación. Siempre he creído que era la oveja negra de la familia.

ALBERT SAURI: A mí siempre me decían que yo podía hacer más y mejor. El problema era que esto hacía aumentar mi nivel de autoexigencia, que de por sí ya era muy elevado. La sensación era que nunca eres suficientemente bueno. Creo que es problema del sistema educativo.

MONTSE VALLS: En mi caso, guardo muchos buenos recuerdos de la etapa de infantil y primaria. Cuando nos ponían actividades yo las hacía todas y presentaba algunas de ampliación. Aun así, todo cambió cuando llegó la ESO, cuando empecé a suspenderlo todo. Yo no había adquirido el hábito de estudiar y no tenía cultura del esfuerzo, porque todo lo sabía hacer al momento y no tenía que esforzarme mucho.

RAQUEL TOMÀS: Yo soy muy diferente a ellos tres, puesto que era lo que antes se llamaba una empollona. Tenía mucha facilidad y tenía un perfeccionismo extremo y un sentido de la responsabilidad muy grande. Me habían inculcado que lo que se tenía que hacer era estudiar, así que yo lo llevé al extremo. He sido una persona que coleccionaba dieces.

Montse Valls, de 31 años, era traductora pero decidió estudiar otra carrera. La detección de la superdotación fue clave en la decisión

¿Qué trato recibíais por parte de los profesores?

M.V.: Yo no tenía punto intermedio. O me llevaba muy bien con los profesores o me llevaba muy mal. La diferencia era su actitud de autoridad. Me gustaban mucho los profesores que eran próximos y se preocupaban por los alumnos. En cambio, me rebelaba contra los que no eran así.

R.T.: Yo, desde el punto de vista de un profesor, era una persona que pasaba absolutamente desapercibida, puesto que no necesitaba ayuda en nada. Siempre me ponían de ejemplo como persona estudiosa, pero me pedían que fuera más social. Las notas en casa iban siempre en esta línea. Recuerdo que los profesores también eran bastante autoritarios.

A.S.: No recuerdo que se preocuparan mucho por mí, a pesar de que tenía una relación bastante cordial con ellos. A veces había cosas que me costaban mucho de entender, pero cuando lo entendía decía: “Mira que fácil que era explicarlo y que mal que nos lo explicaron”. Aun así, tuve buenos profesores que intentaban sacar el potencial que yo tenía dentro.

M.P.: Me pasaba las clases mirando las corbatas del profesor de inglés. En EGB recuerdo que me regañaban, mandaban notas a mi casa y me ponían de ejemplo negativo hacia el resto de compañeros. Incluso una persona me tiró una tiza. En la formación profesional la cosa mejoró.

Albert Saurí, de 39 años, es autónomo y ha creado su propia empresa. Tiene un hijo que también es superdotado.

¿Vuestra condición os ha influido a nivel laboral?

M.P.: No te sabría decir si me ha influido o no. Trabajé durante diez años con monjas y hacía mi trabajo y la de las otras. Después estudié una carrera por las noches, a pesar de que no me parece que el hecho de tener superdotación influyera. Y después abrí mi centro enfocado a ayudar los niños con altas capacidades intelectuales. Hago muchas cosas a la vez, y quizás sí que veo relación con esto.

R.T.: Mi perfeccionismo y autoexigencia extremos no me han permitido tener buenas experiencias laborales. Trabajé durante diez años como médico de familia, pero en lugar de tardar diez minutos por visita yo tardaba cuarenta o cincuenta. Es un perfeccionismo que no puedo controlar y ahora ya no trabajo. Me he presentado ocho veces al MIR y los he aprobado todos. Tengo 50 años y dos especialidades acabadas, pero soy absolutamente incapaz de trabajar. No sé cómo solucionarlo.

A.S.: Cuando entré en el mundo laboral no era consciente que tenía altas capacidades intelectuales. Hacen de amplificador, pero creo que no podemos caer en la trampa de que las altas capacidades han influido en todo. Yo he sido una persona que siempre ha querido ir más allá y nunca ha tenido bastante. Pero con la edad he ido calmando esta inquietud. En el mundo laboral no he tenido muchos problemas.

M.V.: Me hice autónoma en 2012 y estuve haciendo traducciones durante mucho tiempo. Al principio me gustaba, pero poco a poco lo fui aburriendo. Fui al psicólogo y me dijeron que tenía altas capacidades intelectuales. Tuve que repensar todo lo que me había pasado hasta aquel momento y fue un punto de inflexión. Después decidí que dejaba la traducción y empecé una carrera nueva.

Raquel Tomàs, de 50 años, es médico de familia pero no se ve capaz de trabajar. No tira la toalla y piensa en nuevos proyectos profesionales

En vuestro puesto de trabajo, ¿explicáis que tenéis altas capacidades?

M.V.: Yo era autónoma, pero nunca he explicado a mis clientes que tenía superdotación. Creo que no lo puedes decir, porque la gente se cree que eres una persona demasiado creída. No encuentras el momento para explicarlo. No me cuadra en ninguna parte decirlo, también porque muchas veces no lo pienso.

A.S: En mi entorno hay gente que lo sabe y gente que no. Es cuestión de confianza con la otra persona. Es una cosa íntima, desde mi punto de vista. Es verdad que en el momento que sabes que tienes altas capacidades lo quieres decir a tus amigos, pero no en el trabajo. En el sector laboral hay un gran desconocimiento de qué son las altas capacidades. Todavía hay demasiados prejuicios detrás. Por suerte, soy propietario de mi propia empresa y no he tenido que explicarlo a nadie. En el momento en que salga esta entrevista ya habremos salido del armario. Ya no hará falta que digamos nada, la gente de nuestros alrededores lo sabrá.

 “Yo aburro la gente y ellos a mí”

¿Cómo son vuestras relaciones personales con familia y amigos? ¿Os sentís comprendidos?

R.T.: Siempre con la premisa de que no sé si son las altas capacidades o mi manera de ser, he sido una persona callada, pero me considero sociable y no he sido excluida. Eso sí, no pasaba de la relación superficial. Me llevaba bien con bastante gente, pero nunca he acabado de tener mejores amigos. Yo aburro a la gente, y a mí también me aburren ellos. He aprendido que no seré una persona con muchos amigos, pero los que tengo quiero que sean cuanto más reales mejor.

M.P.: Yo he sido una persona muy introvertida, a pesar de que ahora estoy mejorando gracias al trabajo que tengo. Amigos he tenido muy pocos: tres o cuatro personas que todavía siguen conmigo. De hecho, nunca he entendido a mucha de la gente que me rodea y las bromas que hacen, o, mejor dicho, las tonterías que hacen. Ellos tampoco me entendían a mí. Ha sido siempre bastante frustrante. Las amistades tienen que ser contadas y buenas.

M.V.: Yo también he sido muy introvertida y en la escuela incluso jugaba sola. Necesito mis momentos de estar sola. Tengo pocas amistades, pero no necesito más, la verdad. A pesar de que no soy tímida, me cuesta conocer a fondo una persona.

A.S.: Yo me he entregado mucho a las relaciones y a veces en sentido contrario no ha sido así. Quizás las altas capacidades lo intensificaban. Soy una persona que vive las relaciones con intensidad. También me sé adaptar a los entornos en que me encuentro: puedo pasar a ser introvertido o extrovertido según las personas con las que estoy. Tienes que saber qué cartas enseñas y cuáles no.

¿Cuáles son los aspectos positivos de las altas capacidades intelectuales?

M.P.: Creo que la parte más positiva es mi hiperactividad, la motivación y la necesidad de ayudar a los demás. También destacaría la intuición que tengo, como un pajarito que me va avisando de todo.

M.V.: La superdotación me ha ayudado a ser una persona muy creativa, empática, a pesar de que creía que eran defectos. La asociación ACACIA -donde se han conocido con el resto de entrevistados- me ha ayudado a cambiar mi visión y a descubrir que había personas como yo. Ahí nos juntamos gente con altas capacidades y compartimos nuestras experiencias. Es verdad que me ha ido muy bien saber que hay más personas como yo y que no soy la única oveja negra.

R.T.: La imaginación y la creatividad. Esto me sirve para evadirme de la realidad y hacer un viaje interestelar hacia mí misma. También la capacidad de cooperación y de salir adelante siempre, a pesar de que haya muchas dificultades. Mi vida es un fracaso absoluto, pero no la cambiaría para nada del mundo por lo que acabo de decir. Tener estas virtudes es un privilegio extraordinario. Un regalo.

A.S.: La entrega, la curiosidad insaciable para ir más allá y para profundizar en todo. También a nivel de creatividad e imaginación. Hay que abrazar con fuerza nuestras virtudes.

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