El Senado, con los extremistas y contra los derechos humanos
El Senado ha acogido este lunes una cumbre mundial de entidades y líderes antiabortistas organizada por una llamada Red Política por los Valores cuyo presidente es un conocido pinochetista chileno y como valedor en España el que fue ministro del Interior con José María Aznar Jaime Mayor Oreja, aunque el único partido español que ha participado como tal es Vox. Es evidente que la libertad de expresión debe amparar las opiniones en contra del aborto, tal y como defiende el PP, que dio luz verde a la celebración del acto. El problema es que entre los participantes hay personas que defienden posturas que atentan contra los derechos humanos. Un ejemplo es la diputada ugandesa Lucy Akello, partidaria de considerar la homosexualidad como un delito, de prohibir incluso que pueda hablarse e incluso de castigarla con la pena de muerte en algunos casos. ¿La mesa del Senado habría tenido que permitir algo así?
¿Alguien imagina que en el Parlamento se hubiera permitido un acto en el que se defendiera la pena de muerte por cualquier causa? ¿O la discriminación de minorías étnicas o religiosas? El escándalo hubiera sido mayúsculo. En cambio, en Madrid, en aras de la libertad que tanto proclama Isabel Díaz Ayuso, parece que todo está permitido, sobre todo si se trata de convertir la ciudad en una especie de capital mundial de la extrema derecha y del ultracatolicismo. Si entramos en detalle sobre lo dicho en esta cumbre, las hay para alquilar sillas. Mayor Oreja considera que el aborto es una "moda dominante" como lo fue durante siglos la esclavitud. Calificar el aborto de "moda", y más aún compararlo con la mayor ignominia de la historia de la humanidad, que es la esclavitud, resulta insultante y una ofensa a todas las mujeres que han tenido que pasar por este trance .
Porque, al final, estos actos se basan precisamente en esto, al criminalizar a las mujeres que han tenido que dar ese paso doloroso y culpabilizarlas de por vida. En lugar de empatía y solidaridad, ellos ofrecen estigmatización y vergüenza. En lugar de condiciones sanitarias seguras, ellos abogan por un sistema clasista donde sólo algunos puedan pagarse este privilegio, como ocurría durante el franquismo. La suya es una postura cruel y divisiva, y muy poco cristiana en realidad. En cualquier caso, la celebración de este cónclave debe servir de recordatorio de que derechos que considerábamos consolidados, como el del aborto, están amenazados ahora mismo en muchas partes del mundo, por ejemplo en Estados Unidos. La ultraderecha pretende convertir el cuerpo de las mujeres en un campo de batalla cultural decidiendo lo que pueden hacer y lo que no. En realidad, en aras de la libertad de expresión lo que se hace con estos actos es amenazar la libertad de las mujeres, a las que quisieran dentro de un molde muy concreto. Y eso, que era esperable de Vox, ha podido hacerse gracias a la complicidad del PP.