La plataforma Disney+ ha estrenado Balenciaga, donde se cuentan los treinta años que vivió el diseñador de moda en París, desde su llegada durante la Guerra Civil española hasta su retirada profesional. En la serie, Coco Chanel dice del protagonista que su forma de coser era como hacer cirugía estética. Y es lo mismo que hace la serie con el personaje, una exquisita disección. Un trabajo minucioso sobre Cristóbal Balenciaga, que muestra sus sombras y fragilidades pero que lo eleva y dignifica. Una de las virtudes de la serie es la capacidad de mostrar la parte humana, las razones que explican su forma de ser, a menudo compleja, distante, con un miedo exacerbado a sentirse expuesto públicamente. Y eso le dio un aura de misterio. Balenciaga era un hombre que, pese a su enorme talento, era muy inseguro. Una inseguridad que, en parte, venía dada por la obligación de tener que ocultar su homosexualidad en un tiempo donde esto podía costarte la vida, el trabajo y el prestigio. La serie consigue que sociedad, política y moda confluyan de forma lógica en la psicología del personaje. Puede parecer fácil porque es lo que ocurre en la realidad de todos nosotros, pero es extremadamente complejo trasladarlo a la pantalla con tanta naturalidad. "Todo es política, ¡incluso un sombrero!", le riñe su socio cuando Balenciaga se declara apolítico. Pero para el diseñador la política es también sinónimo de miedo. Por eso tenía terror a que se hablara de él, que su nombre se utilizara más allá de su propio control. Cristóbal Balenciaga no habría soportado la idea de que se hiciera una serie que exhibiera su vida personal. Por otra parte, el retrato individual no perjudica nunca la solidez de la historia global.
En el primer episodio, es maravillosa la forma en que explican el punto de inflexión que convierte al diseñador mediocre en el rey de la alta costura. Vemos cómo el contexto histórico, la observación del entorno, la conexión con la cultura, determinan un estilo, un sello propio. Y a lo largo de la serie, cómo la evolución de la sociedad, la industria y la economía repercuten en su trabajo.
La serie se ajusta al perfeccionismo y la elegancia del maestro couturier. La fotografía es extraordinaria. Visualmente, los juegos con texturas, color e iluminación son un trabajo televisivo delicado, que eleva la serie a categoría internacional. Las interpretaciones de los actores son espléndidas a pesar de que, sobre todo al inicio, resulta algo difícil dejar de ver a Alberto San Juan para conectar con el personaje al que interpreta. El guión utiliza la estrategia narrativa del autorrelato. La entrevista que Balenciaga concedió a la periodista de The Times Prudence Glynn es el detonante para que el protagonista revise su vida en primera persona. Se empieza por el final pero facilita que el personaje mire al pasado. Es un recurso clásico pero está bien utilizado y dosificado. Construye una estructura funcional que permite subrayar los episodios clave y definir mejor la evolución del protagonista. El trabajo resultante es de gran belleza, formal y narrativa. A la altura de la exigencia profesional de Balenciaga. La serie es el biopic perfecto. Porque más allá de hablar del protagonista nos habla del mundo que lo rodeaba y de nuestra propia historia.