El suave invierno que mató a V&D, El Corte Inglés de Holanda
El 23 de abril del 2016, a las 12 del mediodía, mientras Catalunya celebraba Sant Jordi, los habitantes de la ciudad holandesa de Hilversum veían cómo bajaba por última vez la persiana de su V&D. En el resto del país, los establecimientos de esta popular cadena de grandes almacenes ya habían cerrado hacía días. Los escaparates, vacíos; las estanterías, desiertas. Tras 129 años de historia, El Corte Inglés holandés había quebrado. Si bien las cifras de facturación y plantilla eran más bajas que las de la cadena española, el modelo de negocio era bastante similar. Venían de todo: desde ropa hasta juguetes, libros, menaje para el hogar, material de oficina y bollería. Tenían una gran fama, estaban presentes en casi todas las ciudades medias del país con 62 tiendas y tenían una plantilla de cerca de 10.000 personas. Pero los números hacía tiempo que no cuadraban por ninguna parte.
“Que una empresa tenga historia no quiere decir que sea inmortal”, advierte Josep Maria Espinet, profesor del área de comercialización de la Universidad de Girona (UdG). Pero V&D parecía que tuviera que serlo. Fundada en 1887 por dos hombres de negocios de Ámsterdam dedicados al sector del textil, la compañía había pasado de tener un local a regentar 22 en tan sólo 25 años, había superado la Primera Guerra Mundial, se había salido con la Segunda, había sorteado el estancamiento económico de los 70 y se había sabido adaptar paulatinamente a las tendencias del nuevo milenio. Pero las heridas de todas estas sacudidas habían ido desgastando el negocio.
La crisis de 2008 les hizo tocar fondo, si bien se esforzaron por seguir remando. En 2010 V&D cerró el año con pérdidas de 19 millones de euros, en 2013 la sangría ya era de 42 millones y en 2014 de 49. El drama definitivo llegó en invierno de 2015: las temperaturas suaves hicieron que la colección de invierno no funcionara y que las ventas bajaran un 15% en noviembre y un 20% en diciembre, frente a los mismos meses del año anterior.
Después de intentar sin éxito evitar la quiebra cerrando un preacuerdo con Sun Capital Partners -un fondo de inversión que había anunciado su intención de invertir 47 millones-, el 22 de diciembre del 2015 va solo solicitar la suspensión de pagos y el 31 de diciembre se declaró en quiebra. V&D detuvo inmediatamente las ventas a través de internet, pero mantuvo abiertas las tiendas hasta abril para vender el stock que quedaba.
“Cuando una empresa termina cerrando no es solo porque haya tenido una mala temporada -analiza Espinet-. Quiere decir que lleva años acumulando malos resultados: no baja la persiana por mala suerte sino por una mala gestión comercial y financiera”, asegura el experto. En el caso de V&D, más allá de la campaña nefasta del invierno del 2015 y del desgaste de la crisis, había otras heridas que la empresa no logró cicatrizar.
“V&D tenía una estructura de costes fijos muy elevados, a nivel comercial la competencia nacida en los últimos años podía ofrecer precios más ajustados, reestructurar establecimientos como El Corte Inglés para adaptarse a las nuevas necesidades de los consumidores era caro y costoso, y los malos resultados financieros asustaron a posibles nuevos inversores”, opina el profesor de la UdG. El nombre de la empresa se vendió, pero no fue hasta el 5 de septiembre del 2018, casi tres años después del adiós de la firma, que no apareció en internet el negocio online VD.nl.
La lección
“Que una empresa tenga historia no quiere decir que tenga que vivir para siempre: hay que saberla gestionar de manera eficiente a nivel financiero y comercial, además de realizar un seguimiento periódico -opina Josep Maria Espinet, profesor en la UdG- . La estructura de costes es clave ya menudo hace que las empresas no sean lo suficientemente ágiles”.