"Cuando vi el manso desnudo pensé que me había tocado la lotería"

La historia de amor de la cocinera Maria Nicolau

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Maria Nicolau y su manso un agosto en la alta montaña

Cuando la cocinera Maria Nicolau habla de su pareja en las redes sociales, se refiere a ella como “el manso” para mantener su anonimato y porque “entra dentro del estereotipo de manso de antes”. Ésta es la historia de cómo se conocieron. “Yo llegué a Vilanova de Sau por accidente y acabé trabajando en el bar del pueblo. Las cocineras nos quedamos en la jaula de las fieras y no salimos a ver a los clientes, pero un par de veces al día yo salía a la barra a tomar un café. No sé si tenía una especie de reloj interior, pero siempre coincidíamos. El manso es criado en el pueblo y ha vivido allí toda la vida, tiene esa pinta rústica que tanto me gusta a mí: dos metros de altura, corpulento… Te lo imaginarías con un hacha y la camisa de lana arremangada”, explica Nicolás.

Cuando llevaba casi dos años de cocinera en el pueblo, Nicolau salió fuera a hacer un cigarro y se lo encontró haciendo una cerveza. “Yo tenía 37 años y fue la primera vez que un hombre –y mira que he estado con un montón– me proponía una cita de toda la vida. Con toda la claridad y sin ningún tipo de titubeo, me dijo: “María, ¿te apetecería ir al cine y cenar?” Yo contesté algo como: "Estaría encantada", o "Sería delicioso". Todo muy victoriano.

Así que fueron al cine y todo fue fácil, placentero y sencillo. “No era ninguna pelacañas, el manso; tenía su coche, su casa, su trabajo de ingeniero… Era un hombre que no necesitaba que le salvaran, un hombre que se hacía cargo de sus mierdas”, reivindica Nicolau.

Al día siguiente de la cita recibió un whatsapp suyo: “María, ¿quieres que nos vayamos a bañar a la riera?” Dos días después caminaron entre setos hasta llegar allá donde no llegan los turistas. “Yo llevaba bañador por si realmente sólo quería bañarse en la riera. Atravesamos todo de senderos y me llevó a unas gargantas idílicas. Dejo las cosas en el suelo y este chico casi desconocido, del pueblo de toda la vida, se queda en pelotas y se levanta allá en medio del paisaje como si fuera un Adonis. Lo vi desnudo, con la corpulencia de los quarterbacks, y pensé: "Te ha tocado la lotería, María". Nos pasamos la mañana a nado y follando en la riera”. Ese momento, explica la cocinera, fue el pistoletazo de salida "a dos años de sexo salvaje sin pausa". “Fue algo exagerado, no sé lo que nos pasó. Cada noche el manso venía a llamar a mi puerta y yo le esperaba y nos pasábamos la noche haciendo auténticos maratones. Todo fue tan agradable y divertido y sin juegos que, mira, llevamos ya cinco años. Cada uno en su casa, eso sí, que el amor necesita espacio y es mucho más que la pareja. El amor es ser feliz de estar vivo”, reivindica Nicolás.

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