Nado con garbinada hasta los islotes de los Secainos. Detrás de mí, el mar dibuja con yeso la costa y señala dónde están las losas. La cala está al abrigo del viento, pero pasados los islotes hay carreras de blancos, parecen delfines y ballenas. Hay gaviotas colgadas en el cielo enfrentando el viento. Las olas de fondo se hinchan y se desinflan. Mar adentro, emergen las cimas pequeñas de un volcán de roca. Son las Balelles. Cuando las olas rompen, erupciona y escupe nieve, con cascadas de espuma y cabelleras de harina.
Tengo la cara en el viento y el cuerpo bajo agua. Todo está desnudo como un sueño. El mar entero me agacha y me abriga. Se asoma una sábana de seda, de lana, de piel de gallina cuando se riza y escama plateada por el sol, removido y ondeando como un árbol verde. Debajo de mí hay rebaños de salpas entre las rocas, que orbitan como flores, ruedan en paz, con hojas en lugar de pétalos. Trato de no tropezar con ninguna medusa. Hay pequeñas, con la carne transparente, roja de veneno eléctrico. Tienen la forma y el tamaño de los huevos de rey que ahora han salido, con la lluvia, en el monte de Les Cols, detrás de mí, y que este viento de garbí seca, dora y estropea.
Llego a los Secainos como a las almenas de un castillo inundado, en la frontera, con cormoranes negros y torres en el cruce de las olas, un infierno de salpicaduras como las Azufres de abajo. Paso entre los islotes vigilando que si baja la ola no me enganche una roca, como me pasó hace días, que nadé con olas por un freo demasiado estrecho y rasco la roca, fregué erizos y estuve días viendo -me las pinchas de porcelana negra debajo de la piel.
Nado por dentro el castillo sumergido, lleno de luz y salpicaduras saladas, arriba y abajo con las olas. Sigo la muralla de roca que me protege del mar abierto. Las olas golpean muy fuerte el otro lado de pared. Sólo la atraviesan por el desfiladero que hace una puerta en el granito. Allí, la ola pasa por encima de la roca, derrama delante de mí y hace un jacuzzi para mí solo. Me estoy allí recibiendo la espuma en el pecho y las corrientes en las piernas. Me vuelvo para tener el masaje en la espalda. Entonces, de repente, una gran ola se me lleva un grupo de metros. Me ha raptado un tsunami minúsculo y veo qué es no poder enfrentarse a una corriente de agua. Hace años, una amiga mía se ahogó llevada por una corriente marina. Frente a esto no hay nada que hacer, y me dejo arrastrar tranquilo.
En un universo infinito, a la fuerza debe haber seres vivos diseñados para que encuentren maravilloso su planeta. ¿Son una minoría estos seres? No. En un universo infinito, no puede haber minorías.