Aguas grises, gestiones grises

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Una ducha

El Ayuntamiento de Barcelona está preparando una ordenanza de aguas grises para que en las nuevas construcciones o en las grandes rehabilitaciones sea obligatoria la construcción de un sistema de canalización del agua del fregadero o de la ducha hacia la cisterna del inodoro. Ésta es la buena noticia. La mala es que la tramitación de la ordenanza no empezará hasta dentro de seis meses. Como si fuéramos sobrados de tiempo y de agua. Y como si no estuviéramos más que avisados.

Estamos hablando de una ciudad que en 2021, 2022 y 2023 ha encadenado los tres años más secos desde 1914. Pero es que en 2008, cuando pasamos por aquel episodio que llevó a un consejero agnóstico a rezar a la Moreneta para que lloviera, Barcelona llegó a abastecerse de agua que fue transportada en barco. ¿Qué señal más debemos esperar para actuar?

Que el agua que ahorra este sistema de usos domésticos sea mucha o poca comparada con los consumos industriales o de payés me da igual. Porque lo importante no es la cantidad sino el hecho de que el ciudadano vea que la administración y los administrados tienen las mismas prioridades, sufren por los mismos problemas y se cuidan de buscar soluciones lo más rápidamente posible. Una ordenanza de aguas grises tiene la virtud de concienciar a todo el mundo de que ese recurso que antes parecía inagotable ahora se ha convertido en escaso.

Está más que demostrada la actitud responsable de muchas familias de este país cuando avisan de que es necesario ahorrar agua. La prueba es que en muchas casas recogen con cubos el agua de la ducha para no utilizar la de la cisterna. Es decir, se ha autoaplicado una ordenanza de aguas grises. Suerte hay.

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