Apuestas que merecen la pena

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Protestas contra la amnistía, en Madrid, el pasado 6 de noviembre.

1. Advertencia. Es significativo que el Financial Times tenga que explicar a la derecha española por qué la amnistía es, en este momento, un instrumento interesante para encauzar el conflicto con Catalunya. Ciertamente, cada país tiene su historia y las derechas –como todo– son una expresión. Y en un momento de radicalización de los partidos conservadores europeos, con el autoritarismo posdemocrático cuajando en todas partes –en el Reino Unido también–, que la voz del liberalismo británico intervenga en este debate es interesante.

Núñez Feijóo llegó procedente de la calma gallega como un hombre sin atributos precisos, haciendo pensar incluso que era un líder de tráfico, pero el fracaso de la victoria electoral anunciada por el corazón de medios de comunicación de la derecha española lo ha sacado de quicio y desde que fracasó en la investidura se le ha transformado la imagen. Cuando sube a la tribuna a proclamar los desastres que asedian a la democracia española, los ojos le salen de las órbitas y la boca se le abre por los lados en un gesto histriónico. Cualquiera diría que es otro.

¿Qué dice el Financial Times? Que la amnistía "es una apuesta que vale la pena". Reconoce el riesgo que corre el presidente Sánchez, porque "Puigdemont podría incumplir el acuerdo más adelante". Expresa su distancia respecto al independentismo que "perturba y polariza" y "hace difícil un gobierno estable". Pero recuerda los efectos positivos de amnistías anteriores y afirma que responde ahora a “un interés público convincente”, como demuestran los efectos de los indultos. Y, en cualquier caso, la vía de las protestas y del recurso permanente a los tribunales lleva al PP a “un callejón sin salida, si solo coincide con la extrema derecha”. Es sintomático que todo esto deba decirse desde un diario liberal británico y nadie lo diga en todo el espacio conservador español. Pero, probablemente, cultura liberal y derecha española son incompatibles, formada siempre la segunda en una idea autoritaria que convierte en sospechoso a quien quiere cambiar las cosas. ¿Qué pretende el Financial Times? Sencillamente, que las cosas se encaucen por la vía política democrática, buscando vías de salida a la excepcionalidad. Y volver así al ámbito de lo razonablemente posible. Lo que tiene una exigencia difícil de cumplir en el estado de irritación de una parte del aparato del Estado: el respeto mutuo.

2. Fantasma. La advertencia del Financial Times llega en un momento crítico, en el que el PP ha movilizado sin escrúpulos a sectores afines de la judicatura y ha demostrado que la separación de poderes es limitada hasta llevar la amnistía a la mesa del poder judicial, donde tiene una mayoría forzada por su negativa de hacer efectiva su renovación pendiente desde hace cinco años. ¿Dónde está la imparcialidad de la justicia cuando toma la iniciativa de pronunciarse sobre una cuestión sin que se le pida? Y en esa línea aparecen comportamientos como el del juez García Castellón, que ya nos tiene acostumbrados, siempre buscando el momento de oportunidad para hacerse notar en la esfera pública. En la calle, el PP se moviliza con Vox –consolidando así la vía española al autoritarismo democrático que los ciudadanos rechazaron el 23 de julio– y en las instituciones utilizan a los suyos para aumentar la tensión mientras el proceso de investidura se alarga más allá de lo razonable. Simplemente, una concepción autoritaria del Estado y la separación de poderes. En este clima, viniendo de donde venimos, aparece el fantasma del golpe de estado. No tengo mucho que añadir a lo que decía el lunes Xavier Bosch en esta página. Y está bien mencionar el fantasma porque puede ayudar a desvanecerlo.

Lo que sé que hace falta es insistir en decir basta a los de aquí. Y concretamente a Puigdemont, porque él se ha convertido en la voz de Junts en esta negociación. Todo el mundo sabe hasta dónde se puede llegar ahora mismo. De hecho, ya está escrito. Ciérrrenlo ya. En 2017, la imposible declaración de Independencia acabó en un precipicio. Si ese día se hubiera hecho política, es decir, parar y convocar elecciones, seguramente nos habríamos ahorrado muchos dramas. Continuar alargando la jugada solo degrada la política. El lamentable espectáculo que ofrece la derecha española se combina así con la sensación de que aquí ya no se está jugando nada importante, sino resentimientos, psicopatologías de las pequeñas diferencias y vanidades personales. De hecho, es regalar pista al autoritarismo posdemocrático español. Que puede hacer mucho daño sin necesidad de llegar al golpe de estado.

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