El Barça, tras una pantalla

Al igual que la pandemia cortó muchos cables personales, familiares y sociales con la prohibición del contacto físico, el Camp Nou cerrado ha tocado los lazos de los socios del Barça con el club.

El retraso de las obras según el calendario prometido y el reiterado incumplimiento de los nuevos plazos anunciados en forma de zanahoria ya son casi lo de menos, porque todo el mundo sabe que unas obras, sean en una cocina o en un estadio, sólo tienen fecha de inicio. Y todo el mundo prefiere un estadio seguro que acabar con prisas. El problema no es la paciencia, sino que el socio ha sido desterrado de todo este proceso, reducido a observarlo todo detrás de una pantalla, al igual que teníamos que ver el mundo en el 2020.

Todo empezó cuando la junta directiva del club dobló los precios para subir a Montjuïc y lo explicó porque se trata de que se produce. Cuando vio la magnitud de la desbandada, los rebajó a la mitad, pero el daño ya estaba hecho. Si quieres mantener el calor de jugar en casa, haz sentir al socio como en casa y haz que los jugadores sientan que juegan como locales en un estadio que tiene pista de atletismo. Nada más lejos de la realidad: socios desplazados a peores localidades porque las mejores se vendían más caras a los turistas, cambio de localidad en cada partido, absurdos como entradas más caras para ver al Getafe que para ver al PSG, códigos QR que se envían pocas horas antes del partido, adiós por motivos medioambientales al carnet físico de socio que ha euros, que hacen desaparecer los perjuicios para el planeta), cierre de la grada de animación... El abono de esta temporada se ha ofrecido a toda prisa, un día laborable a media mañana, sin previo aviso. De estas y otras cosas, el presidente hablará en la asamblea de la próxima semana. Detrás de una pantalla, claro.