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El solar donde se construirá el Hermitage

La Barcelona turística o la Barcelona de la innovación y la investigación. ¿Hacia dónde quiere avanzar preferentemente la ciudad? El covid nos ha acabado de abrir los ojos sobre la necesidad de repensar el futuro de la capital. Ya hacía tiempo que el modelo turístico estaba en crisis y había llevado al límite la óptima convivencia y la calidad de vida, expulsando a vecinos y haciendo el día a día angustioso en muchos barrios por el exceso de visitantes. Ahora, al desaparecer los turistas de golpe y durante más de un año, se ha producido un colapso económico que nos ha puesto ante la evidencia del peligro de fiarlo casi todo al maná turístico en detrimento de la industria y otros sectores. No se pueden poner todos los huevos en un mismo cesto. Una Barcelona solo de servicios de poco valor añadido no es una apuesta ganadora. Sí que lo es, en cambio, recuperar el espíritu industrial desde una voluntad innovadora, que incluya investigación en nuevas tecnologías y en sostenibilidad.

Este es el espíritu que late detrás la propuesta, todavía embrionaria, para crear el European Urban Tech, un centro que podría ocupar el solar en principio destinado al proyecto encallado de la franquicia del museo Hermitage, sobre el cual no se ponen de acuerdo la Autoridad Portuaria y el Ayuntamiento. Sobre el papel, y advirtiendo sobre la carencia de concreción, esta nueva iniciativa resulta interesante. Si la hipotética alianza de Barcelona con el museo ruso responde a la lógica fácil de atraer más turismo internacional con una marca cultural importada, en este caso estamos ante una idea de más calado y sobre todo de más ambición, tanto económica como científico-cultural. Porque un equipamiento en el que ya de entrada conviven realidades como el Institut d'Arquitectura Avançada de Catalunya (IAAC), la Barcelona Tech City y el Col·legi d'Arquitectos ya es una garantía. Las tres instituciones hace unos meses que trabajan para constituirse en un hub que ahora podría cuajar en este emplazamiento si consigue el necesario apoyo institucional. De nuevo, aquí se tendrían que poner de acuerdo el Puerto y el gobierno municipal. Y habría que sumar más agentes, tanto privados como públicos. En proyectos así es imprescindible que se dé un amplio consenso ciudadano que haga posible asegurar la financiación y, a la vez, que el artefacto resultante tenga sentido para lo que se haga, es decir, para el contenido. Solo así puede ser lógica la alternativa al Hermitage.

Un buen ejemplo también barcelonés de investigación es el que está sacando adelante la Universitat Pompeu Fabra en el antiguo Mercat del Peix, donde se tiene que constituir un nuevo complejo de investigación e innovación, centrado en biomedicina, biodiversidad y bienestar planetario, que se ubicará al lado mismo del campus de la Ciutadella. Con la participación de dos socios estratégicos como son el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y el Barcelona Institute of Science and Technology, está previsto que esté en marcha en 2024 y que trabajen en él 1.200 personas, con una alta concentración de talento.

Apuestas como la del Mercat del Peix o esta incipiente del European Urban Tech, creadoras de sinergias económicas y científicas, van en la buena línea de los proyectos Next Generation que quiere potenciar la UE para salir fortalecidos de la pandemia, incluida la Nueva Bauhaus Europea. Son el camino a seguir. Y se tienen que plantear seriamente. El edificio sería solo un primer paso.

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