Un centro de investigación e innovación, proyecto alternativo al Hermitage de Barcelona
Se gesta la European Urban Tech, un espacio de referencia en transformación tecnológica y ecológica que aglutinaría entidades de Barcelona y Europa
BarcelonaMientras el debate público se ha ido restringiendo al dilema de Hermitage sí o no, posición en la que están encallados sin acuerdo la Autoridad Portuaria y el Ayuntamiento de Barcelona, paralelamente se ha sido gestando otro proyecto que ahora aparece en escena, y al cual ha tenido acceso el ARA. Se trata de una equipación que se denominaría European Urban Tech y sería un centro de referencia internacional para abordar la transformación ecológica y tecnológica de las ciudades. Se instalaría en un edificio-faro, un proyecto arquitectónico singular y sostenible, con la voluntad de ser emblema de la Barcelona del siglo XXI, y que se situaría precisamente en los terrenos que el Puerto ha comprometido a la franquicia del Hermitage. Tendría tres patas como laboratorio y lugar de búsqueda, de formación y de transferencia de conocimiento a empresas vinculadas a innovación urbana (energía, movilidad, recursos, vivienda, etcétera).
El European Urban Tech es una idea en construcción que busca el consenso entre administraciones (de entrada, el apoyo del Puerto, que es titular del suelo) y que implica ya varias entidades de la ciudad. Por un lado, acogería un proyecto que ya está en marcha y que impulsan la Barcelona Tech City, el Col·legi Oficial d'Arquitectes de Catalunya (COAC) y el Institut d'Arquitectura Avançada de Catalunya (IAAC), el Barcelona Urban Tech. Esta es una iniciativa vinculada a la educación, la investigación y la difusión “para la transición ecológica y digital de la ciudad y los edificios” y que aglutina arquitectura, urbanismo, ingeniería, tecnología e innovación. Las tres instituciones anunciaron ya hace tres meses el impulso de este hub para el cual estaban buscando emplazamiento en Barcelona, y que podría encontrar su lugar ideal en el Puerto (donde ya está la sede de la Tech City, en el Palau de Mar). Miquel Martí, CEO de la Barcelona Tech City, confirma que conoce el proyecto y que requiere acuerdos amplios: “Cualquier cosa que se saque adelante será de acuerdo con el Puerto de Barcelona”, afirma. Martí no quiere entrar en ninguna competición por el espacio: “El Barcelona Urban Tech no se ha hecho ad hoc para el espacio del Hermitage, podría ir al Morrot o a cualquier zona que nos ofrezcan; la zona portuaria y la ciudad son muy grandes”. “Si hay un acuerdo entre el Puerto y el Ayuntamiento, estaremos encantados”, subraya también el presidente del IAAC, Xavier Marcet, que defiende que el nuevo proyecto potenciaría el Barcelona Urban Tech por "las sinergias” que se podrían crear.
Porque, por otro lado, también estaría presente el centro dedicado a movilidad del Institut Europeu de Innovación y Tecnología (EIT), uno de los tres centros de búsqueda de la UE que tienen sede en Barcelona y que están dispersos en diferentes edificios universitarios. Daniel Sierra, director del EIT Urban Mobility, asegura que es un proyecto “muy interesante” para una iniciativa como la suya que trabaja en innovación, movilidad y ciudades.
Y todavía en tercer lugar, el centro sería un vivero de empresas del ámbito de la innovación urbana. La idea es también generar actividad económica y empleo, además de cambiar los usos y el urbanismo del lugar.
Alineado con Europa
Sierra cree que el proyecto nace en un “buen momento” en relación a las políticas europeas. En efecto, el proyecto está alineado con el concepto de la Nueva Bauhaus Europea que lanzó hace unos meses la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, para dirigir la transformación verde relacionando ciencia, tecnología, arte y cultura –ayer mismo se habló del tema en un debate de la Semana de la Arquitectura–. El European Urban Tech levantaría el dedo para convertirse en una subsede de esta nueva Bauhaus, en caso de que las tenga. Y, obviamente, esperaría financiarse con la ayuda de los fondos europeos Next Generation, además de los fondos de recuperación.
Se calcula que la operación tendría un coste de 35 millones, según el documento al cual ha accedido el ARA . La financiación del proyecto todavía está verde, pero el modelo de gestión plantea tres escenarios: promotor público, privado o mixto. Se considera que la ubicación y calidad del edificio harían competitivo el precio de entre 16 y 20 euros el metro cuadrado. La Autoridad Portuaria, conocedora del proyecto, no ha querido hacer declaraciones. El Ayuntamiento de Barcelona ha reconocido que “el proyecto existe, le interesa y va en la línea de donde cree que tiene que apuntar la transformación futura de la ciudad” y “se ha hablado con muchos actores” pero todavía “necesita mucha maduración, consenso y diálogo entre las partes implicadas porque pueda salir adelante”.
Cómo proyectarse en el mundo
En el impulso de este plan hay un elemento de carácter simbólico pero de mucho peso: la idea de que el proyecto bandera que tiene que identificar a la Barcelona pospandemia no debe ser una franquicia de un museo ruso, sino un laboratorio que responda a los retos contemporáneos y que sea tractor de los cambios tecnológicos, climáticos, de sostenibilidad y vida saludable. El European Urban Tech se situaría justo junto al Hotel Vela, un emblema de la ciudad de servicios que se proyectó en los años 90.
La nueva construcción, bautizada como Edifici Trencaones, sería un volumen de 16.000 m2 en la Nova Bocana y saldría de un concurso internacional. En un futuro podría dialogar con otro edificio adyacente, un terreno de titularidad municipal donde el Ayuntamiento ha propuesto que se traslade la Facultad de Náutica. La previsión de que los dos proyectos puedan llevar a estudiar y trabajar en aquella punta de la ciudad a mil o dos mil personas al día es más viable en cuanto a la movilidad y dotaría de nuevos usos ciudadanos el espacio del puerto. Como la sede de la Bauhaus histórica, los impulsores del Barcelona Urban Tech quieren que su sede sea otro “edificio manifiesto”, dice Xavier Marcet, que cumpliera requisitos de “máxima sostenibilidad”, también en los materiales de construcción y en la gestión del agua y la energía. Incluso imaginan que el edificio tenga la posibilidad de generar alimentos.
La movilidad, el riesgo del museo
El 28 de abril el Ayuntamiento de Barcelona tenía que anunciar al consejo de administración de la Autoridad Portuaria si autorizaba el uso del terreno del Puerto para el Hermitage, pero la alcaldesa Ada Colau explicó que habían solicitado quitarlo del orden del día y que se habían dado otro mes de margen para “buscar un acuerdo”. El que se incluya en el consejo de este mes “dependerá, seguramente, de si hay acuerdo”, dicen fuentes de la Autoridad Portuaria. Aun así, su presidenta, Mercè Conesa, apuntaba al Círculo de Economía la voluntad de “consolidar un distrito tecnológico vinculado a la logística y a la economía azul con capacidad de transformación y de interlocución con el tejido urbano y metropolitano”. “Un Smart Port dentro de una Smart City”, decía. Una idea que entroncaría también con esta iniciativa. Habrá que ver la capacidad de seducción y aglutinación de talento del European Urban Tech porque nadie quiere “entrar en la guerra del Hermitage”, afirma el presidente del IAAC; entrar en una “larga polémica” retardaría su propio proyecto.
Lo que queda claro es que la posición del Ayuntamiento no se ha movido desde el no de enero del 2020: la segunda teniente de alcalde, Janet Sanz, mantenía esta semana que la subsede del museo ruso en el Puerto “no es compatible con la vida de barrio” porque la presión turística sería insostenible, si bien la Asociación de Vecinos de la Barceloneta la contradecía. Según El País, el convenio que el Puerto presentó al Ayuntamiento hace ya 11 meses incluía la limitación del transporte privado y el refuerzo del transporte público en esta zona, pero el Ayuntamiento ve igualmente inviable llevar a este extremo de la ciudad a 1 millón de personas más al año, que es el público que el Hermitage calcula que puede atraer. También consideran que se tiene que acercar el espacio a los usos vecinales y no turísticos.
Aun así, el Ayuntamiento ha abierto la puerta a que se pueda hacer en otra ubicación, puesto que el museo va acompañado de 50 millones de euros, una inversión privada difícil de rehusar en una Barcelona que tiene que ensartar el duro camino de la recuperación después de la pandemia. El proyecto, según los inversores, prevé generar 400 puestos de trabajo directos e indirectos y un impacto de 30 millones anuales. Su proyecto cultural ya recibió un informe negativo del consistorio y el proyecto arquitectónico era obra de Toyo Ito.