Un barrizal sistémico

El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, en una imagen de archivo
24/07/2025
2 min

El procedimiento judicial abierto contra el exministro de Hacienda del PP Cristóbal Montoro y otras 27 personas sacude la escena pública con una cierta morbosidad, en un momento en el que el PP ha hecho de la lucha contra la corrupción –con Sánchez como jefe de la banda– el tema central en su estrategia de conquista del poder. Las triquiñuelas que se están revelando no son ninguna broma. En torno al Equipo Económico, la asesoría privada del ministro, determinados grupos del gas, del sector eléctrico y de las renovables habrían creado un trama de tráfico de influencias, de corrupción, de fraude fiscal, de prevaricación y de cohecho, con el uso amenazador de la Agencia Tributaria, que apunta a una importante complicidad sistémica entre el poder ejecutivo, el legislativo y un sector empresarial importante del país. No se trataría de un caso aislado de corrupción, sino de una reiterada práctica entre el ministerio y determinadas empresas privadas, con la gente de Montoro como facilitadores.

Sería interesante saber quién y cómo ha hecho estallar este escándalo, por la oportunidad del momento. Pero los hechos son de una envergadura que sería lamentable que todo quedara como un episodio más de la confrontación entre el PP y el PSOE. Obviamente, es un golpe para Feijóo y algo de oxígeno para Sánchez. Y pone en evidencia la debilidad y la falta de sentido estratégico del PP colocando la corrupción como monotema de su oposición, y olvidando que su partido es quien tiene peor historial en este terreno. Es la creencia de impunidad en la que a menudo vive la derecha, convencida de ser propietaria del país.

El PP recibe un batacazo, pero eso no debería ser el tema dominante en la resaca que ahora se abre. Lo que debería hacer reflexionar es lo que no siempre quiere saberse: la corrupción está muy instalada en España, con tráfico permanente entre sectores del poder económico y el poder político, que como este caso demuestra no es superficial. Y que, como a menudo ha denunciado Europa, confirma la contaminación partidista del Consejo General del Poder Judicial.

Con los dos grandes partidos empantanados en este barrizal, se demuestra que el sistema democrático español tiene grietas significativas, por las que se meten conductas perfectamente miserables que erosionan alarmantemente el sistema. Y que, evidentemente, dan carnaza ahora mismo a la extrema derecha, que es quien capitaliza el malestar en un momento en el que las izquierdas pierden pie.

El caso Montoro que acaba de emerger es una gravísima advertencia más, que no debería pasar desapercibida. Pero después de lo que hemos visto y de lo que ahora vemos, ¿podemos imaginarnos que PSOE y PP puedan liderar una reforma en profundidad de las estructuras de un estado que da demasiadas señales de ilegalidades sistémicas? Es lo que exigiría la más elemental responsabilidad, que parece incompatible con la lógica de quienes luchan por el poder. Y es el punto débil que marca la calidad de las democracias, cada día más escasas, en plena deriva autoritaria.

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