Belén Esteban: fractura de tibia y peroné en directo

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montaje de Belén Esteban en el tierra del plató de 'Sálvame' después de caer y romperse la tibia y el peroné y el cuadro ‘El davallament de la cruz’. La obra del siglo XV, de Rogier de Van der Weyden

El lunes por la tarde Belén Esteban se rompió la tibia y el peroné en directo durante la emisión de Sálvame. Emulando una de las pruebas del programa Supervivientes, la hicieron colgarse de un trapecio. Le resbalaron las manos y en el impacto contra el suelo se le torció la pierna con un diagnóstico fatal. La imagen posterior al accidente era impactante. Belén Esteban gemía mal tumbada mientras los compañeros del programa intentaban sujetarla y consolarla. La escena recordaba poderosamente una de las grandes obras del Renacimiento: El descendimiento de la cruz. La obra del siglo XV, de Rogier Van der Weyden, recrea el momento en que Jesús crucificado es bajado de la cruz, sostenido por José de Arimatea y Nicodemo. A María, la madre de Jesús, también la tienen que sujetar porque se ha desmayado. Son diez personajes en un espacio reducido distribuidos en diferentes planos. Las figuras de los extremos miran hacia el centro inclinadas, llorosas, apiadándose de la muerte de Jesús. 

En el plató de Sálvame, una vez que entró el personal sanitario, también eran diez personajes abocados para atender a la princesa del pueblo, tumbada y devastada por el dolor. Es la recreación de una adoración, cuando la gran estrella de la televisión más chabacana agoniza en el suelo. Incluso la barra del trapecio que cuelga sobre la escena decorada con unas hojas de hiedra nos remite al palo horizontal de la cruz donde Jesús fue crucificado. La caída de los salvadores. El de la humanidad y la de la televisión. El descendimiento de Belén Esteban fue más espontáneo y abrupto que el de Cristo. “¡Dejarme! ¡Dejarme!”, gemía la mujer mientras el resto de comparsa reaccionaba de manera diferente ante aquel desastre. Igual que María se desmaya al ver a su hijo muerto, la princesa del pueblo apelaba a su madre para que no sufriera si estaba viendo la televisión. Quizás la mujer también desfalleció ante la pantalla afectada por la desgracia de la hija.

El accidente de Belén Esteban, a pesar de ser fortuito, cumple con las características del reality: un conflicto cotidiano es el detonante del drama, el coste de producción es bajo en comparación a los beneficios mediáticos, sirve para explotar emocionalmente el personaje, se ajusta al espíritu voyeurista del género, permite a la audiencia identificarse con la protagonista y es fácil hacer el seguimiento de la evolución de la desgracia. La espectacularización impecable de la realidad. Una realidad que superó  la telerrealidad, acostumbrada a inducir y controlar cualquier descalabro que pase ante las cámaras. Con el accidente, Telecinco tardó tres minutos y medio en irse a publicidad. Y después de los anuncios repitieron hasta nueve veces la caída para comentar la jugada. Como si fuera la moviola del fútbol, buscaban el instante en que la pierna se veía mal doblada como prueba de la gravedad de la fractura. La caída de Belén Esteban en directo es la versión 2.0 del descendimiento de la cruz. Del Renacimiento a la televisión. La caída de los mesías de cada época.

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