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El aeropuerto del prado durante las protestas del Tsunami Democrático en 2019.

Estamos en enero y hace calor. Suficiente calor para olvidar los jerséis en el armario. Y todavía hay personas que piden que llegue el verano. Y todavía hay personas que dicen que hace buen tiempo. Es evidente que nunca nos pondremos de acuerdo. Sin embargo, la convivencia va sobreviviendo a pesar de la sensación de bucle histórico en el que estamos inmersas. Lo que señala sin discreción la gran diferencia es el tiempo climatológico, el desmedido cambio mundial que nos acabará afectando más a todos. Si es que ya no nos afecta a la mayoría. Y para contrarrestar un cambio fatal parece que debemos perpetuar un orden nefasto. Trump avanzando en una carrera electoral en un chiste de mal gusto, aunque esta vez nadie se sorprenderá de una victoria que ya cantan incluso las sirenas. Mira que hay gente en EEUU como para variar un poco el rumbo, pero es sintomático ver esa cantera electoral tan poco ilusionante. Ciertamente, no es un problema exclusivo de EE.UU. ni Trump es la única reencarnación de todos los males. La extrema derecha también va ganando posiciones en Europa para imponer unas ideas más viejas que los dos candidatos estadounidenses juntos. ¿Qué sentido tiene repetir la historia para empeorarla? ¿O el problema es que queremos encontrar un sentido a todo?

Más bucle. Las ideas y opiniones son libres, pero eres más libre si tienes opiniones conservadoras y de derechas. Esto no es nuevo. Tampoco. El mundo hace tiempo que va en la dirección opuesta a lo que muchas querríamos, y por eso recordamos viejas revoluciones e intentamos inventar algunas. Por eso las ideas de una actriz vasca que se posiciona en un conflicto político son mucho más reprobables que la decisión de un deportista patriótico español de representar a otro país que, sin sutilezas, ataca sistemáticamente los derechos humanos y especialmente los de las mujeres y las personas homosexuales. Eso sí, defiende los valores del tenis masculino heterosexual y se supone que eso ya es suficiente. No mezclamos política y deporte, por favor. Jajajajaja.

Más rotondas. Relacionar el independentismo con el terrorismo facilita mucho las cosas al orden nacionalista español, incapaz de entender un movimiento de liberación sin violencia. Pero resulta tan grotesco oírlo una vez detrás de otra que sólo te puedes preguntar cuánta maldad acumula esa gente que nos quiere a todos encerrados en prisión para defender unas ideas legítimas y reclamarlas aún más legítimamente. ¿Dónde está el odio? ¿Quién le siente? ¿Cuántas generaciones más de catalanes tendrán que reclamar poder hablar su lengua en su país si es que deben venir más generaciones de catalanes que hablen en catalán? ¿Cuántos años más España tirará del terrorismo para defender su unidad intocable?

Más vueltas. El cambio de gobierno en Polonia vuelve a poner sobre la mesa el derecho al aborto, radicalmente extinguido con el anterior mandato. Pero todavía es un derecho que debe discutir un Parlamento, que ofende a la Iglesia y que limita a las mujeres en el ejercicio de su libertad. Lo que se puede leer como una buena noticia, que lo es para las mujeres polacas, sigue siendo un tema no resuelto en todas partes y que acaba siendo decidido, en buena parte, por los hombres. Y sí, hay muchas mujeres en contra del aborto. Bucle y bucle.

Así que no sé si es por el calor extremo del mes de enero, pero estamos en una especie de estado letárgico del que no acabamos de salir. Dan aliento las manifestaciones en Alemania en contra de la extrema derecha y las de todo el mundo en contra del genocidio en Gaza. Pero el orden mundial parece no inmutarse. Está refotudamente orgulloso escribiendo una historia que hemos leído mil veces. Y que ya cansa.

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