Carta a Arcadi Oliveres: 'Celebrar la vida vivida'

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Arcadi Oliveres, vist per Alex Gallego.

Querido Arcadi, no estamos acostumbrados a que alguien que se muere nos lo diga abiertamente. Quizás, después de tu ejemplo, más gente querrá hacer como tú y se despedirá de la familia y de los amigos en vida. Es una manera de buscar la paz, también en estos últimos momentos.

Intento describir, de entrada, una situación que se da a menudo en esta etapa de la vida de las personas. Los médicos llaman a los familiares, les comunican que ya no pueden hacer nada más para salvar al paciente y les dan un pronóstico de días o, como mucho, de semanas. La primera reacción que suelen tener aquellos familiares es pedir a los profesionales que, sobre todo, no le digan nada al enfermo. Que él o ella seguro que prefieren no saberlo. A partir de aquí, en esa habitación, empieza una comedia a tres bandas, en la que cada cual interpreta su papel con la mejor de las voluntades posibles.

Todo el mundo sabe qué está a punto de pasar, pero nadie habla de ello. Cuesta encontrar temas de conversación, porque está prohibido referirse a lo único que de verdad les preocupa a todos. El equipo médico, cuando tiene que dar alguna información, sigue las recomendaciones recibidas y hace salir a la familia al pasillo. Estos, de vez en cuando, intentan animar al paciente: "Ahora, cuando te recuperes, podremos ir a casa”. Él o ella, desde la cama, hacen que sí con la cabeza, pero saben que no. Que aquella persona esté muy grave no quiere decir que no se dé cuenta de lo que le espera. Se guardan las lágrimas para cuando están solos y, juntos, procuran enseñarse su mejor cara. Hasta que pasa lo que ya les habían dicho que pasaría, y los mismos que habían pedido que el enfermo no tuviera la información se arrepienten ahora de no haberse podido despedir.

A ti, Arcadi, la muerte te ha llegado este martes, justo una semana más tarde de los pronósticos más optimistas de los médicos. Te habían diagnosticado un cáncer en fase terminal y tanto tú como la familia disponíais de la misma información: como mucho, dos meses de vida. Decidisteis que los aprovecharíais. Tus hijos abrieron un muro digital para que la gente que te quería te hiciera llegar miles de mensajes. Tuviste tiempo de ir a votar a la CUP en las elecciones del 14-F, de participar en unos cuantos homenajes, de recibir en casa a amigos, amigas y compañeros de luchas, de escuchar música y también de conversar con periodistas que queríamos transmitir tu mensaje de dignidad, libertad y esperanza, inalterable hasta el final.

No siempre quien se va tiene la oportunidad de decir adiós. Pero cuando se tiene, como en tu caso, es una alegría que la hayas querido aprovechar para celebrar la vida vivida.

P.D. “Qué valiente, Arcadi, yo no podría”, me decía un amigo. Ya imagino que no debe de haber sido fácil para ti encarar tantos momentos de emoción a sabiendas de que, más temprano que tarde, se acabarían. Que sepas que para nosotros ha sido un regalo ver que, también muriendo, las cosas se pueden hacer de otro modo. Compartiéndolas.

Albert Om es periodista.

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