Cerditos
Soy muy favorable al comportamiento de los líderes mundiales, porque sus rabietas, estirabots, meadas fuera de test e insultos me hacen pensar en el patio de la escuela de mi infancia. No los de ahora. Los de antes, los del Naranjito en los llaveros. El patio donde había rebotes inolvidables como aquel: "¿Sabes quién ha muerto? El abuelo cerdo. ¿Y sabes quién lo entierra? El abuelo Serra". O ese otro: "¿Qué pasa? Un burro por la plaza. En mi come y en tu caga". Por no olvidar lo que decían los niños "castellanos" y que nos admiraba: "¿Qué miras? El 'peo' que te echas". Con la inmortal coda que hacía: "Y tu madre lo recoge y lo echa a tu comida". Naturalmente, era la madre la que barría y cocinaba este plato de difícil consistencia.
Vladímir Putin está enfadado porque Donald Trump quizás ofrece a Volodímir Zelenski "garantías de seguridad equiparables a formar parte de la OTAN". Un "Yo no te junto" de patio. "cerditos" los líderes y liderezas europeos.
Decir "cerdos" a tus enemigos –y, en general, utilizar animales para descalificar– es muy inocente. Rata, vaca, cerdo, perro, zorro, ballena... Qué fácil y qué injusto (para los animales). Pero encima utilizar el diminutivo demuestra un espíritu preadolescente muy acusado. "Cerquitos", les dice. Qué criatura tan sintomática. El niño ha llamado "cerditos" a los otros niños y no tiene a mano un adulto que le diga, sonriendo, que eso no se dice. Sería delicioso si no fuera, claro, que tiene el poder de enviar a la muerte a varios miles de soldaditos. Jugando también. Y que puede un día escarparse (no entiendo cómo este verbo no está todavía en el diccionario) y empezar a conquistar territorios. Les ha dicho cerditos, en público, y seguirá haciendo vida normal. Es fabuloso.