Una pintada en una pared, en el barrio del Raval, en barcelona, en una imagen de archivo
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Es relativamente fácil sacar pecho antirracista frente a Silvia Orriols porque sus postulados son netamente excluyentes y xenófobos. Las feministas que venimos de familias musulmanas siempre hemos tenido que aguantar la llufa de la extrema derecha: cada vez que señalamos la misoginia del islam, automáticamente nos alertan sobre el riesgo de que estas formaciones se apropien de nuestras proclamas por tal legitimar sus postulados. ¿Qué debemos hacer? Callar, nos dicen algunos sectores de la izquierda como si las feministas hubiéramos inventado el fascismo. También nos instan a abrazar la religión de nuestros padres como identidad esencial e inmutable y defenderla públicamente con el uso del pañuelo. Que el pañuelo sea lo que es, un invento machista, ahora da igual, porque, nos aleccionan los progres islamofílicos, lo más importante es frenar al Extrema Derecha. Pero es que resulta que quienes convencen a las niñas de que su cuerpo es un pecado y que deben obediencia al marido son tan fascistas como los ultras europeos. En Cataluña, como nos adelantamos a todo, hemos visto, sin creérnoslo los que hemos recibido una educación laica, cómo las formaciones que se llaman republicanas y progresistas han incluido la retórica islamista y reislamizadora en sus discursos. De modo que las niñas catalanas musulmanas ya no tienen quien las proteja de esa reacción fundamentalista porque quien la difunde es ERC en el Parlament. Nuestros derechos y libertades les importan un rábano; si deben vendernos para presentarse como la opción contraria a Silvia Orriols oa Vox, que la realidad no les estropee un buen eslogan.

Aliança Catalana y ERC o la CUP no son tan diferentes en el tema del tratamiento a la inmigración cuando una y otra vez pretenden “comunitarizar” a los catalanes de origen musulmán. Lo repetiré tantas veces como sea necesario: no existe la “comunidad musulmana”, es un invento de los políticos que querrían tener acotado a este sector de nuevos votantes y los autoproclamados líderes que se erigen en representantes de esta supuesta comunidad. Que Silvia Orriols nos considere a todos iguales como parte de un grupo homogéneo y compacto con unas características que nos hacen intrínsecamente diferentes de los “catalanes de verdad” y nos condene a la segregación por origen es lógico teniendo en cuenta la visión genética de la identidad que gasta la ripollesa, pero que sean ERC y la CUP quienes vuelvan a encerrarnos en una reserva india islámica es de locos. No nos quieren ciudadanos y basta, necesitan dirigirse a nosotros en términos de confesionalidad. ¿Dónde está el republicanismo laico? Ferrer y Guardia se revuelve en su tumba y aún encuentra más inútil su fusilamiento. Hacen bandera de un símbolo netamente machista como es el pañuelo, avalan todas las discriminaciones contra las mujeres musulmanas y teocratizan a las instituciones democráticas apelando a la religión de un sector de los votantes. No, por mucho que lo proclamen, lo contrario a Silvia Orriols no es promover el islam en las escuelas ni el burquini ni coquetear con el salafismo. Lo contrario a Silvia Orriols es considerarnos a todos ciudadanos por igual y no condenarnos a la pertenencia tribal. No somos esencia ni para unos ni para otros y lo que hace falta es que nos traten como personas individualmente respetables cuyos derechos deben ser defendidos exactamente de la misma forma que se defienden los derechos de lo que no tienen raíces en tierras musulmanas. Abrazar y promover el fundamentalismo, el identitismo religioso en detrimento de la conciencia y la responsabilidad ciudadanas de los nuevos votantes para blandir el espantajo de la extrema derecha es una irresponsabilidad electoralista que lo que demuestra es una nula preocupación por la integración o la convivencia.

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