Cooperantes asesinados: ni blancos ni occidentales

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Uno de los vehículos de World Central Kitchen atacados en Gaza.

Este 7 de abril realizará seis meses del inicio de los ataques indiscriminados contra la población palestina y el balance es de más de 32.000 personas asesinadas, la mayoría mujeres y niños y niñas, y de más de 75.000 personas heridas. Todas estas víctimas tienen nombre, apellido y familias. Todas importan tanto como las seis personas occidentales asesinadas el martes.

Desde el martes, sin embargo, los y las que nos dedicamos a la cooperación y la ayuda humanitaria sentimos un escalofrío cada vez que reaparece la fotografía del agujero que hizo un misil encima del coche de World Central Kitchen. Miremos y remiremos la fotografía, y nos remueve porque todo el mundo que ha trabajado con Palestina tiene hoy compañeros y compañeras, amigos y amigas muertos o aterrorizados. Y porque nunca olvidemos que el personal de primera línea en zonas en conflicto no es ni blanco ni occidental. El personal de primera línea es siempre local, y si necesitamos héroes siempre serán ellos y todo el mundo que en medio del infierno trata de ayudar a los demás, en vez de huir o abandonar la zona. También las fotos del agujero que realizó el misil y que certifican el horrible ataque contra una ONG son de un fotógrafo palestino.

Cada nueva demostración de brutalidad e inhumanidad del ejército israelí nos hela la sangre, pero no nos sorprende, ya que es consecuencia de la impunidad creciente y sin límites de que goza, gracias a la Unión Europea y Estados Unidos. Desde el 7 de octubre la situación del personal humanitario y de ONG internacionales se ha complicado extraordinariamente, pero siempre menos de lo que han tenido que sufrir los compañeros y compañeras palestinos, que ya antes eran objeto indisimulado de persecución. Los ataques y el descrédito al que se sometió por ejemplo algunas ONG locales que eran socias nuestras y receptoras de fondos catalanes sólo fue el preludio de todo lo que hemos vivido después con la UNRWA.

En relación con la seguridad de las personas cooperantes de ONG catalanas en Palestina, la pandemia ya significó un punto de inflexión, al intensificarse las políticas de empleo y apartheid. Las dificultades para entrar en el país, la congelación de expedición de visados, las dificultades para moverse por el país o las retenciones y expulsiones injustificadas han sido habituales. En contextos de alta peligrosidad como aquél medimos los riesgos y cambiamos los protocolos de seguridad cada día, y hasta ahora no habíamos sido objetivo de los grupos armados ni del ejército. Pero ningún mejor aviso que ese agujero negro junto a un logo bien visible.

Ahora Israel habla de "error" y destituye a oficiales, pero nos quieren fuera. Lamentablemente el convoy de World Central Kitchen no es el primer convoy humanitario atacado. Se han contabilizado más de 500 "incidentes" en instalaciones humanitarias, muriendo más de 200 trabajadores y trabajadoras del sector. El comunicado de la ONG estadounidense ya lo decía que no era un ataque contra ellos, sino contra todas las organizaciones que actúan en las peores crisis y en las que los alimentos se utilizan como arma de guerra, y efectivamente es así. Matan a cooperantes para que nadie piense cómo abrir corredores humanitarios, ni lo intente. Matan a cooperantes para poder matar de hambre y que no haya pruebas ni testigos. Con el país encerrado en la prensa extranjera y con más de 120 periodistas asesinados, los cooperantes somos testigos incómodos de crímenes de guerra.

Ya veremos qué se consigue con la anunciada apertura del paso de Erez. Miremos y remiramos el agujero que dejó el misil y nos decimos que sí, que seis cooperantes occidentales muertos son muchos para la comunidad internacional y queremos creer que servirá para algo. Porque sabemos que las reglas perversas de la atención mundial dictan que seis cooperantes occidentales valen más que el resto. Como sabemos que desde el asesinato de la activista estadounidense Rachel Corrie, hace más de 20 años, nadie que entre a trabajar en Palestina lo hace sin asumir riesgos, y cómo sabemos que en un país que vende tecnología militar de precisión con el sello "probada en combate" nadie se equivoca cuando lanza misiles.

Matar a cooperantes occidentales es una nueva línea roja que el gobierno israelí y su ejército traspasan, al igual que quieren hacer saltar por los aires el orden internacional del que nos dotamos desde la Segunda Guerra Mundial. Detengámoslo. Como dice Francesca Albanese, la relatora especial de Naciones Unidas en los territorios palestinos ocupados, bastante de declaraciones. Exigimos un alto el fuego urgente, el embargo de armas y sanciones económicas, diplomáticas y políticas, efectivas y urgentes en Israel. Detengámoslo, porque en un nuevo mundo sin reglas, el 99% de la humanidad sólo perderemos.

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