Felipe VI en el acto de entrega de despachos.
02/05/2024
2 min

Para dar el título de "real" alAcademia de sa Llengo Baléà, la casa real española debe tener un personal extremadamente inútil, o ya le va bien jugar a la provocación.

El Estatuto de Autonomía de las Islas Baleares declara, con toda precisión, que “la lengua catalana, propia de las Islas Baleares, y nuestra cultura y tradiciones son elementos identificadores de nuestra sociedad y, en consecuencia, son elementos vertebradores de nuestra identidad”. Al permitir que la autodenominada “Academi” se cubra con el manto real está dando una patada al Estatut. Que la casa real española pase por encima de una ley orgánica es de nota.

Si institucionalmente es un error, científicamente es un disparate. Que la monarquía, siempre tan deseosa de rodearse de la excelencia en todos los campos de la sociedad civil, dé cobertura a quienes niegan la unidad del catalán contra toda evidencia filológica, la pone junto a los iletrados, los ignorantes, los indocumentados, los de “que inventan ellos” y los de “muera la inteligencia”. No es que la Corona pueda cambiar criterio científico alguno, pero crea una percepción.

Y políticamente, es de un sesgo muy grueso. Es imposible que, empezando por el propio rey, nadie de su entorno sepa que los separatistas lingüísticos en Baleares militan a la derecha y la ultraderecha del PP y que, por tanto, el patrocinio real está dando un barniz de respetabilidad a la maniobra chapucera de siempre, tendente a romper los vínculos históricos entre Baleares y Cataluña. En plena agenda del “reencuentro” es de una inoportunidad clamorosa. Y todo eso a menos que a la casa real ya le está bien, o le da igual, porque allí donde haya un nacionalista español ella también estará siempre.

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