Un año de pandemia, un año de solidaridad

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Personal sanitario al Instituto  Guttman de Badalona, que ha reconvertido parte de sus espacios en hospital de pacientes covid  derivados de Can Ruti.

25 de febrero del 2020. Alba Vergés: “Estoy en el tren yendo hacia Madrid al Consejo Interterritorial, un reunión que se hace periódicamente entre los consejeros de Salud. Esta vez el orden del día está centrado en la nueva variante del coronavirus, de la cual sabemos muy poca cosa. Me suena el teléfono. Es el secretario de Salud Pública, Joan Guix. Me confirma que tenemos el primer caso en Catalunya. La noticia salta poco después a la prensa y un enjambre de periodistas me espera en Madrid”. Pere Aragonès: “Es martes, día de Govern, y estoy en el Palau. La consellera Vergés me informa con un mensaje que se ha confirmado un primer caso en Catalunya. Ella está yendo hacia Madrid. Enseguida todo el equipo se activa y empiezan las primeras reuniones. Nos preocupa el estado de la paciente y las medidas a tomar. Son ya las siete y media de la tarde, continuamos reunidos con el equipo de Salud. Sé que la sanidad catalana está muy preparada, pero me preocupa la incertidumbre y el desconocimiento del virus”.

Nadie se podía imaginar que aquel 25 de febrero sería el inicio de un año durísimo para las vidas de nuestra ciudadanía. El inicio de una epidemia mundial que no habíamos visto desde hacía cien años (el último referente que tenemos en la cabeza es el de la gripe española) y que ya ha dejado más de 20.000 personas muertas en Catalunya. Un año en el que muchas familias han sufrido y continúan sufriendo por culpa de la crisis sanitaria, social, económica y emocional. Un año en el que todo el Sistema de Salud de Catalunya se ha dado la vuelta como un calcetín y sus profesionales han hecho un esfuerzo ingente e impagable. Un año en el que los hospitales y los centros de salud se han tenido que adaptar a mil y unas circunstancias y se ha creado una gran estructura de seguimiento de casos y contactos. Un año en el que se han habilitado centros médicos en pabellones o pistas de atletismo; se han construido cuatro grandes hospitales satélite en solo cuatro meses (unos hospitales que están a años luz del Zendal de Madrid); se han hecho casi 7 millones de pruebas PCR y test de antígenos; se han convertido centros cívicos o teatros en puntos de vacunación, etcétera.

La gestión de esta crisis –o, mejor dicho, de las cuatro crisis antes mencionadas– no ha sido nada fácil y todos los gobiernos hemos cometido errores. Realmente nos enfrentábamos a algo desconocido con medios limitados y condicionados, tanto por un sistema de salud infrafinanciado por el estado español y que se empezaba a recuperar de los recortes, como por las limitaciones propias de no ser un estado independiente. Pero un claro ejemplo de aquello que no volveríamos a hacer son las escuelas. En la primera oleada todos los expertos coincidían en que los centros escolares podían ser propagadores del virus (como pasa con la gripe) y se cerraron enseguida. Más tarde, sin embargo, varios estudios científicos comprobaron que no era así y se corrigió esta disfunción. Las escuelas son un bien esencial de la comunidad que tenemos que preservar. Su función social es incuestionable.

Este año hemos podido superar tres oleadas sobre todo gracias al esfuerzo de nuestros ciudadanos. Son ellos, sois vosotros, quienes realmente habéis llevado a las espaldas el peso de la pandemia, junto con unos profesionales sanitarios que se han dejado la piel. En una sociedad como la nuestra no es nada fácil reducir los encuentros con amigos, compañeros de trabajo o familiares. Y la inmensa mayoría lo habéis hecho y habéis cumplido las recomendaciones. Todos hemos entendido que el covid-19 también es la pandemia de la solidaridad. Porque si yo evito contagios, también ayudo a mi amigo, vecino o familiar.

Ahora estamos entrando en una nueva fase, la de la vacunación. Necesitamos que lleguen más vacunas y más rápidamente para inmunizar a nuestra población. Es inconcebible que haya tantos retrasos en el suministro y que cada semana se tenga que cambiar de estrategia. Pero el gobierno de la Generalitat lo tiene claro: las vacunas tienen que estar en el brazo y no en la nevera, y trabajamos en ello día tras día. En Catalunya estamos preparados, pero de momento el ex ministro Illa no ha cumplido. El gobierno español solo se tenía que encargar de suministrar vacunas y desgraciadamente llegan con cuentagotas. Es su responsabilidad y la tienen que cumplir. Y exigir donde haga falta las vacunas. Que hagan su trabajo y no se escondan detrás de banderas, como aquella que colocaron en las primeras cajas de vacunas que llegaron.

Es cierto que la vacunación supone la luz al final del túnel, pero una vez superemos la crisis sanitaria tendremos que recomponer nuestro país para salir de la crisis económica, social y emocional. Y aquí es donde necesitamos la ayuda de todos los sectores. Catalunya ha sido capaz de superar, como país, muchas adversidades a lo largo de su historia, y esta vez no será una excepción. Estamos convencidos de que saldremos adelante y lo haremos sin dejar a nadie atrás. El nuevo liderazgo del Govern es una responsabilidad y a la vez una oportunidad. Estaremos a la altura de la ciudadanía.

Pere Aragonès es vicepresidente del Govern de la Generalitat

Alba Vergés es consellera de Salud del Govern de la Generalitat

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