Por supuesto, los mercados financieros han sido los principales protagonistas de los principales cambios en el mundo empresarial. Primero trajeron la globalización definitiva al mundo. Después de muchos intentos, truncados por las guerras mundiales, el comercio internacional es algo más que internacional. Es global. Pero debían globalizarse las divisas. Sólo cuando se globalizaron las finanzas, lo hicieron los bienes y servicios: la economía real.
Dentro de los países desarrollados, los fondos de inversión privados, fondos de capital riesgo o private equity, están siendo otro de los agentes que están modificando el tejido empresarial. Si bien empezaron adquiriendo participaciones sólo en grandes empresas, más adelante, a través sobre todo de las start-ups tecnológicas, surgieron fondos dispuestos a invertir cantidades mucho menores en microempresas y emprendedores que podían tener una probabilidad elevada de crecer exponencialmente. En la última década, los fondos capital riesgo, entrenados gracias a estas operaciones, decidieron adentrarse también en la pequeña y mediana empresa. Son capaces de adquirir compañías de diez o veinte trabajadores mientras sean rentables y susceptibles de aglutinarse con otras adquisiciones. La lógica financiera lleva a que, cuanto mayor, mayor es el multiplicador para una venta. Y de esta forma están en algunos sectores fomentando la concentración empresarial.
Cada vez hace falta más dinero, así que la normativa cambió y ahora pequeños ahorradores, a partir de diez mil euros, pueden invertir en fondos que estaban reservados a las grandes fortunas. En el sector inmobiliario es incluso más bestia. A partir de 50 euros, según la plataforma, se puede invertir en promociones inmobiliarias para las que, tiempo atrás, se captaba sólo a uno o dos inversores o fondos de inversión. De esta forma, gente que dispone de algunos ahorros puede tomar mayores riesgos o diversificar, si lo desea. La gran pregunta es si el gran público está suficientemente informado sobre que estas inversiones pueden durar entre cinco y doce años, que no tienen liquidez –y que si las tienen es con penalizaciones enormes– y que el riesgo de perderlo todo es elevado. En inversiones no hay secretos: a mayor posible ganancia, mayor riesgo.
Quizás es por eso que la banca tradicional aún no ha entrado a fondo en este público. Solo alguna entidad, y tímidamente. No quieren problemas con sus clientes de libreta, pensión y cuenta nómina. Así que el vehículo será la tecnología, las apps y las plataformas. Las finanzas se democratizan.