La dignidad / La derrota

3 min

La dignidad

Carme Forcadell en una imagen de archivo.

Al día siguiente de que los presos políticos volvieran a la prisión de hombres de Lledoners, he tenido la suerte de encontrarme con Carme Forcadell en un acto literario pequeño, con poca gente, distancia social y palabras educadas. La mascarilla ha hecho, incluso, que alguno no la reconociera de entrada. Ella, discreta y estilosa, se ha quedado en segundo plano. Los aplausos, que a menudo suenan a consuelo y ánimo para los presos cuando están de permiso, en esta ocasión no han sido para ella. Se los ha quedado todos Maria Barbal en cuanto ha puesto los pies en la sala de un hotel de Núñez y Navarro que acaba de reabrir. Hace pocas horas que ha recibido el premio de Honor de las Letras Catalanas y este es uno de los pocos premios literarios del país que se felicita de corazón, sin una brizna de envidia. Barbal y Forcadell se saludan y ya no se separan. Están bien juntas, conversan y hablan bajito. Sentadas de lado tienen un aire, algo en común. Para una, la justicia literaria ha llegado cuando quizás empezaba a pensar que los reconocimientos le pasarían de largo. Para la otra, la injusticia se perpetúa. ¿Qué hace en la prisión la presidenta del Parlament, cuando tendría que estar en su casa, como el resto de miembros de aquella mesa? 

Con ella recordamos la primera vez que hablamos. Fue en directo, en el plató de Ágora de Tv3, en 2012. Venía a explicar la creación de una organización que se llamaría Assemblea Nacional Catalana. En cuanto Catalunya fuera independiente, se disolvería. “Han pasado nueve años y, para mí, parece que hayan pasado treinta”. No solo los tres años de prisión se le han hecho larguísimos sino que, con una serenidad que estremece, me explica que el día a día en la celda no se acaba nunca. Es consciente de que en cuanto el Supremo les vuelva a revocar el tercer grado, ella y Dolors Bassa volverán dentro y no saldrán hasta julio. Otra primavera en la oscuridad. Su madre, que tiene más de 90, le ha dicho que cuatro meses le parecerán cuarenta años. Y no se equivoca. 

La derrota

Inés Arrimadas en una imagen de archivo.

Después de las últimas noches electorales, un puñado de analistas presuntamente muy informados nos dijeron que Ciudadanos no tardaría en disolverse dentro del Partido Popular. Después de los últimos fracasos naranjas en las urnas tanto en España como Catalunya, nos aseguraban que este era el destino inequívoco del partido de Inés Arrimadas. Pero el miércoles, de repente, pareció que todos estos pronósticos se iban a pique. La guerra entre el PP y Cs convirtió el mapa de España en un puñado de hogueras que, aquí y allá, encendían autonomías de aquellas donde parecía que nunca pasaba nada. De Murcia a Madrid, de Madrid a Castilla y León... Y los incendios, llevados por el viento de los egos, se continúan propagando hacia allá donde había estrategias comunes de la triple derecha, como por ejemplo Andalucía. Francamente, ¿y a mí qué? Ya se lo pagarán. No me interesaría lo más mínimo, si no fuera porque se volverá a cumplir aquello de que dos se peleaban y el tercero recibió. Es decir, el horizonte de unas nuevas elecciones, aunque sean en la Comunidad de Madrid, hará que nuevamente el PSOE ponga freno a todo lo que suene a favorecer a los líderes independentistas que están en la prisión. No solo la tramitación del indulto continuará en vía muerta, sino que cualquier proyecto de ley que pudiera parecer que blanquea a los sediciosos también quedará aparcado. Desgraciadamente, nunca hay voluntad real de arreglar nada sino de hacerlo ver en función de las necesidades electorales. Cuando conviene potenciar a Salvador Illa como candidato, desde la Moncloa se filtran unas cosas que, a la hora de la verdad, siempre quedan en papel mojado. Ni aquello que se negocia a la sombra se cumple. Se les dijo que después de las elecciones de Catalunya habría un gesto... Pero las elecciones se retrasaron un año, por la pandemia. Y, cuando finalmente se han celebrado, Madrid hará otras y quienes tenían que cumplir la palabra ahora tampoco se atreverán a hacer nada. La venganza del Estado nunca se podría cumplir sin la complicidad necesaria del partido del poder.

Xavier Bosch es periodista y escritor

stats