Doble apuesta: Copa América y Juegos de Invierno

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Una imagen de archivo de la Barcelona World Race

Barcelona y Catalunya vuelven a creerse su capacidad organizativa en el terreno de los grandes acontecimientos deportivos. El deporte mueve muchas voluntades. Para millones de personas de todo el mundo es un leitmotiv vital, como amateurs o como profesionales. El deporte hace salud, hace ciudadanía, es formativo. Como cualquier actividad de masas, también es un factor de dinamismo económico. Con los Juegos Olímpicos de 1992, Barcelona se ganó un merecido prestigio mundial y extendió la práctica deportiva entre la gente del país. El acontecimiento marcó el futuro urbanístico y turístico de la ciudad, para bien y para mal. El efecto fue tan fuerte que con los años dio pie a un reflujo autocrítico, a una especie de rechazo a los grandes acontecimientos. Contribuyeron operaciones mal planteadas y mal ejecutadas como el Fòrum de les Cultures del 2004.

Treinta años después, con perspectiva histórica, y digeridos los éxitos y los fracasos, está bien retomar el hilo y hacerlo con la participación tanto de la sociedad civil como de las instituciones públicas. Este es el modelo que ha hecho posible conseguir la Copa América, que se celebrará en aguas catalanas en 2024 gracias a un acuerdo con Team New Zealand impulsado por la asociación Barcelona Global, integrada por más de 200 empresas, además de centros de investigación, universidades e instituciones culturales. La candidatura se ha impuesto a ciudades como Málaga y Cork. Barcelona hace años que recuperó su vocación marítima: las playas son su gran parque urbano y, en términos mercantiles, el puerto tiene un papel cada vez más relevante. De hecho, su implicación ha resultado decisiva en esta candidatura, a la cual también se han apuntado Generalitat, Ayuntamiento y Diputación. Es un buen síntoma que las instituciones vuelvan a sumar esfuerzos entre ellas y con el sector privado para hacer avanzar el país proyecto a proyecto, paso a paso.

El otro proyecto deportivo que poco a poco se va encarrilando, buscando el acuerdo de Aragón y del Comité Olímpico Español (COE), es la candidatura para los Juegos Olímpicos de Invierno del 2030. También aquí, claro, el recuerdo de Barcelona 92 ayuda: ya entonces los Juegos fueron vividos en el conjunto de Catalunya, que también se benefició. En este caso, la aspiración territorial es parecida, enfocada a las comarcas pirenaicas, que compartirían protagonismo con Barcelona, donde se celebrarían los deportes de hielo. Para que la cita salga adelante habrá que trabajar a fondo su viabilidad climática, una exigencia no solo de la población catalana sino también del mismo Comité Olímpico Internacional (COI). Solo trabajando bien este escollo, y garantizando inversiones territoriales con sentido más allá del acontecimiento, el gobierno de la Generalitat obtendrá el deseado aval popular con la prevista consulta ciudadana circunscrita a las comarcas más afectadas.

Sin euforias innecesarias, dimensionando bien las citas y manteniendo los pies en el suelo, esta doble apuesta de acontecimientos deportivos supone una buena señal: Barcelona y Catalunya mantienen su ambición global, en este caso en el terreno deportivo. Lo mismo se tiene que poder decir en los campos científico, educativo, cultural, tecnológico...

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