Dolor de vientre turístico en Baleares

Marga Prohens en una imagen reciente.
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El Partido Popular (en conjunto, y en particular en Baleares) ha pasado de descalificar a todo el que se atrevía a hacer alguna crítica, o aunque fuera un matiz, al turismo de masas a querer liderar la lucha contra la masificación turística ya acusar a la izquierda , y particularmente los socialistas de Baleares, de ser sus causantes. Como decía Guillem López Casasnovas martes en un artículo en este diario, ver cómo la derecha balear (y la canaria) trata de erigirse en campeona de la lucha contra la invasión turística que ella misma ha propiciado e impulsado durante décadas, con fervor, da ganas no se sabe si de risa o de cabrearse. O de hacer, como sugería también López Casasnovas, un Xavier Trias: que los bombin.

Parece, dicen, que la caída del caballo camino de Damasco de Marga Prohens se produjo poco antes de las elecciones al Parlament balear de mayo del pasado año, cuando el PP de Baleares detectó en las encuestas que la saturación causada por el turismo se había convertido en un problema prioritario también entre sus votantes. Prohens, por tanto, habría llegado a la presidencia del Govern Balear sabiendo que debería afrontar esta cuestión. El problema es tenerlo que hacer no sólo al frente del partido que hasta ahora mismo ha negado con insistencia que existiera ningún problema de masificación sino de la mano de un socio como Vox, partidario acérrimo del turismo de masas por conveniencia y por convicción, porque del turismo basura también hacen una de sus patéticas guerras culturales. Y hacerlo con la interlocución de un sector que, en buena parte, sigue aferrado a las viejas recetas de ladrillo, cemento, sol y playa, como si estuviéramos a finales de los sesenta o principios de los setenta.

Los gobiernos del Pacto de Progreso que presidió Francina Armengol buscaron los acuerdos con los hoteleros porque éste es un sector que suele actuar por coerción, sobre todo con los gobiernos de izquierdas, que ellos perciben de antemano como hostiles. Con el primer Pacto, presidido por Francesc Antich, la implantación de un impuesto turístico -la ecotasa- supuso el inicio de una guerra que duró años. Los hoteleros de Baleares están acostumbrados a verse a sí mismos como los proveedores de puestos de trabajo y, por tanto, se otorgan un papel providencial de acuerdo con el cual lo único que corresponde a los gobernantes es atender sus exigencias con el máximo de diligencia y prontitud. Veremos cómo actúan ante un gobierno "de los suyos" que, como si se pusiera de repente a hablar en lenguas extrañas, habla de "crecer en valor y no en volumen". Mientras, la contestación social comienza a hacerse oír. Este fin de semana habrá manifestaciones, el viernes en Ibiza y el sábado en Mallorca, y hace días que se ha restringido el acceso a Binibèquer Vell (“Mikonos de Menorca”, de acuerdo con las irritantes publicidades turísticas). Son primeras expresiones de un malestar causado por un modelo económico que, más que de madurez, da señas de descomposición. Y que amenaza con pasar abajo arrastrando con él, por codicia, todo lo que encuentre en su caída.

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