La economía coge impulso

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Fabrica bolsas Saplex en Canovelles

Los datos macroeconómicos con los que acaba esta semana marcan un punto de inflexión. La salida de la crisis empieza a coger impulso, incluso solidez. La recuperación está transitando de los deseos a la realidad. Si jueves la Encuesta de la Población Activa (EPA) llegaba cargada de datos positivos para el mercado laboral, con una caída, en el caso catalán, de 21.200 personas menos paradas y una tasa de paro que se situaba en el 12,28% (también los datos españoles eran buenos), este viernes el Instituto Nacional de Estadística estatal ha avanzado el producto interior bruto (PIB), que, a pesar de algunos peros, sigue siendo el principal indicador para medir la economía: y de nuevo son cifras para el optimismo. El PIB del Estado creció un 2,8% respecto a los tres primeros meses de 2021, y en comparación con un año antes, es decir, con el segundo trimestre de 2020, cuando la economía experimentó una fuerte caída por los confinamientos más estrictos, la remontada es del 19,8%, una de las más fuertes que se han registrado nunca. 

En ninguno de los índices, ni de paro ni de PIB, nos situamos en los niveles prepandemia, pero la aceleración es evidente, y la tendencia, claramente a la alza. De hecho, esta misma semana el servicio de estudios de la Cámara de comercio de Barcelona afirmaba que la economía catalana crecerá algo más de lo que se preveía hace unos meses, y ponía énfasis en el buen comportamiento de sectores como la industria y el comercio exterior, pero también del comercio privado; incluso veía motivos de optimismo en el turismo. Así, la Cámara contrarrestaba los mensajes lanzados desde el Fondo Monetario Internacional (FMI) en el sentido que la quinta ola y las nuevas restricciones al turismo podían frenar la recuperación española.

En todo caso, no se puede caer en la tentación triunfalista ni, todavía menos, en algún tipo de euforia, pero el rebote ya no se puede poner en entredicho. Los indicadores apuntan que se va por el buen camino y que, si se consigue de una vez frenar la pandemia a lo largo de otoño, el 2022, esta vez sí, tendría que ser el del regreso a una nueva normalidad. Se ha dicho y deseado tantas veces, que incluso da miedo mencionarlo. Pero, sea como fuere, ya no hablamos solo de indicios. Y, de hecho, los últimos datos sobre la evolución del virus también invitan, desde la prudencia, a una cierta esperanza: la quinta ola se estaría frenando, con una reducción de contagios en todas las franjas de edad que haría que el pico de ingresos hospitalarios y de enfermos de covid en las UCI quizás no llegue a las peores previsiones para agosto y, incluso, en unas semanas empiece a remitir. En este sentido, el buen comportamiento ciudadano es crucial. La sociabilidad tiene que seguir restringida. Hay que mantener la prudencia durante el periodo vacacional. Ya sabemos qué nos ha pasado cuando hemos querido correr demasiado. La variante delta ha desatinado las previsiones. Tenemos la recuperación entre manos, no lo estropeemos. Y no olvidemos aquellos sectores de la población que han quedado descolgados y que tardarán en notar personalmente la remontada. Bienvenido, pues, el alargamiento del escudo social –moratoria de alquileres y desahucios– hasta finales de octubre.

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