Alejandro Fernández junto a Alberto Núñez Feijóo en un acto en Tarragona.
22/04/2024
3 min

Hay gente que dice que Salvador Illa no está haciendo una buena campaña. O que se le va a hacer muy larga. Pero quizá olvidemos que, aunque no lo parezca, la campaña electoral no ha empezado. Estamos en las semanas previas, y si en este preludio Illa ha decidido reservarse y dejarse oír poco, tendrá sus razones. La primera, obvia, es que es el favorito de las encuestas, y cualquier manual electoral dice que quien tiene ventaja debe mostrarse conservador. Son Aragonès y Puigdemont los que tienen que arriesgarse y sobreactuar. Y los comuns, que pagan el mal momento de Sumar. Y la CUP, que vive un momento confuso. El PSC no necesita la proactividad. Le bastan dos propuestas en negativo: que acabe el Procés, en clave catalana, y que no vuelva el PP, en clave española. Cuando empiece la verdadera campaña, Pedro Sánchez desembarcará en Catalunya para recordar a los electores que él es el único dique de contención de un gobierno de PP y Vox. Que él es la garantía de esa cursilería (y esa falacia, también) llamada el reencuentro. También desembarcará Feijóo y le replicará tildándolo de aliado de Puigdemont. Porque el president exiliado es la bestia negra de la prensa de Madrid (y está encantado de esa etiqueta).

Pero habría que hablar del PP. El partido de Feijóo, pese al episodio rocambolesco en la elección de su candidato, también tiene viento de cola porque pescará votos de Ciudadanos y de Vox, e incluso alguno del sector más españolista del PSC. (Illa intenta retener estos votos diciendo absurdidades como que, en Catalunya, si le hablan en castellano él contesta en castellano). Como el PP viene de las catacumbas electorales, con solo tres diputados en el Parlament, su resultado del 12-M será más o menos bueno, seguro. Pero para llegar a su objetivo –que lo vote la derecha catalanista moderada– le falta mucho, un discurso nuevo, una defensa real de los intereses económicos del país. Y una apariencia, por así decirlo, menos de tricornio, más cercana. Que no parezca, como le ocurre ahora, que TV3, los calçots y los castellers les provocan náuseas. Esto no lo tienen desde la época de Piqué –con la salvedad de Josep Bou, que era una especie de torero con barretina, una especie realmente difícil de encontrar.

Dejando aparte este problema –que es el problema grande del PP, el que lo aleja de la Moncloa–, el grupo que encabezará Alejandro Fernández puede tener un buen quebradero de cabeza al día siguiente de las elecciones. Si, como dicen las encuestas, Salvador Illa gana pero no tiene mayoría para gobernar, se abrirá un escenario endemoniado. Supongamos que no hay mayoría absoluta independentista (lo que no está nada claro). Si Junts y ERC supeditan su apoyo a Illa a su programa –pacto fiscal y referéndum–, el PSC (y más aún el PSOE) se negará. Para Pedro Sánchez, esto puede significar quedarse sin apoyos para los presupuestos del Estado del 2025. Pero el 2025, para un táctico como Sánchez, es el largo plazo. Lo que le interesa, por encima de todo, es que Illa sea president, porque es la única forma de compensar el desgaste que le ha supuesto la amnistía. Por tanto, a mí no me sorprendería que Illa pactara gobierno con los comuns y, como en Barcelona, aceptara un voto patriótico por parte del PP. La presión que recibiría Feijóo para evitar un gobierno independentista sería enorme... Pero, al mismo tiempo, hacer president a Illa sería regalarle un éxito a Sánchez cuando más acorralado parece estar. Difícil.

Cuanto más se analizan las opciones de pacto, más reconsagrada parece la situación. El llamado eje nacional sigue suponiendo una barrera. La unidad independentista tiene un mal precedente, reciente. ¿Y la repetición electoral? Todo el mundo dice que no la quiere. Pero no basta con eso.

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