Si las elecciones te dan limones
y TONI SOLER
02/08/2023
3 min

Pese a los nefastos resultados electorales, el soberanismo se encuentra en una posición decisiva, y debería aprovecharla para sacar algún fruto tangible. Una de las razones de la deserción de los votos independentistas es la percepción de que no son útiles para su causa, ni tampoco para conjurar el peligro de la ultraderecha, lo que es especialmente sangriento para ERC, que en los últimos cuatro años ha sostenido en solitario la antorcha de la negociación. No importa si esta percepción es real o inducida. El independentismo, ahora, necesita un éxito.

Muchos de los que hasta ahora han apoyado las posiciones gradualistas de ERC, y debido a ello han tenido que aguantar todo tipo de improperios, podrían tener la tentación de ceder el protagonismo a Junts, para que Puigdemont y compañía demuestren, por fin, en qué consiste la famosa "confrontación inteligente". Pero si Puigdemont decide no moverse, puede haber una repetición electoral, donde el resultado del independentismo sería aún peor; y además, Junts se expondría a una crisis interna.

A Esquerra tampoco le conviene este escenario. Su posición es muy débil; conquistó el centro de la escena política y esto, en vez de darle fuerza de atracción, ha desatado un impulso centrífugo de sus votos en todas direcciones. Sobre todo hacia el PSC, que crece siempre que la derecha española enseña los dientes (conviene no olvidar que en 2008, solo dos años antes de la primera gran manifestación indepe, la lista del PSC con Carme Chacón obtuvo 25 diputados. En 2015 fueron solo 8. Ahora, 19. Los votos van y vienen...).

Tras su debacle en las elecciones (que nadie ha asumido con una autocrítica sincera), ERC ha dejado claro que no dejará caer a Pedro Sánchez, algo que es inevitable porque, como se ha visto, muchos de sus votantes han preferido al PSC, justamente por miedo. Por tanto, su fuerza negociadora es menor. Lo mejor para el país sería que ERC y Junts compartieran la carga y la responsabilidad de fijar el precio de la investidura. De hecho, como decía el president Mas, sería mejor si lo hicieran de acuerdo con los nacionalistas vascos y gallegos. Pero esta hipótesis es complicada, porque partimos de realidades distintas, y el PNV no hará nada que pueda poner en peligro su excepción fiscal.

Un frente unitario tiene todo el sentido porque en España el tema territorial sigue siendo una fuente de inestabilidad crónica. El PSOE sabe, también, que sin los votos catalanes el PP ganaría las elecciones de forma clara: un buen motivo para que el PSC se implique en la solución, haciendo frente a las reticencias de los barones del resto de España. Esto es muy complicado, pero los socialistas catalanes no pueden vivir solo del miedo a la ultraderecha.

Solo he hablado del cómo. Para hablar del qué necesitaría otro artículo. Solo diré que una ley de amnistía es inevitable para pasar página; y que existen muchos aspectos sectoriales (lengua, financiación) en los que Catalunya puede obtener réditos. En cuanto a la soberanía, me encantaría, como proponen algunos, votar una propuesta pactada, incluso me parecería bien que nuestro punto de partida –la autodeterminación– fuera revisable a condición de que también lo fuera el suyo –la Constitución –. Y que, como escribía Pablo Iglesias el viernes, la nueva mayoría plurinacional emprendiera “la reforma del Estado en una dirección republicana” (y confederal, añadiría yo). Pero me temo que no existe valentía política en España para afrontar este debate. Y además tienen a Vox, que es la coartada perfecta para el inmovilismo. Pero el hecho objetivo es que Sánchez quiere gobernar y necesita votos. Como dice el dicho, cuando la aritmética electoral te da limones, hay que hacer limonada. O intentarlo.

Feliz verano a todo el mundo.

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